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Hola, caramelitos, ¿cómo están? Lamento muchísimo haberme ausentado tanto de la obra...y de la cuenta en general...pero ya traigo un nuevo capítulo. Corto, pero nuevo jeje por cierto, estaba pensando en que sería genial hacer una dinámica, para reactivar la obra jeje así que...¿pueden votar por la que más les guste?

A) Maratón de mini-capítulos.

B) Capítulos narrados por otro personaje. (¿Quién?)

C) Pregunta al personaje.

D) Otro.

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A decir verdad, no podría decir que esa situación me sorprendía del todo. Conocía a Christian de toda la vida. ¿Por qué me sorprendería que se portara como todo un Castille?

Lo amaba. Sin importar las veces que me rompiera el corazón, lo amaba. Pero también estaba muy harto de que resultara él quien decidiera cuándo y cómo iría nuestra relación. Yo sabía que no había sido siempre correcto...y que, ante sus dudas, yo siempre había huido.
Por un instante pensé en sacar el celular y llamar a Thomas, pero me detuve, yo ya no era un muchachito de diecisiete años, no podía irme corriendo a los brazos de quien sabía que nunca me rechazaría. Quizá Christian era mi karma por mis malas acciones con Thomas. Para ser honestos, lo había utilizado tanto, pero ahora que lo veía progresar lentamente con Roger, casi me di pena a mí mismo por considerar algo tan bajo como meterme entre ellos. Tanto odiaba a los malditos con los que tonteaba Christian, que me negaba a seguir siendo como ellos.
Esperé unos minutos fuera del restaurante, en el frío de la noche, como un idiota, esperando que Christian saliera y me besara, que todo se resolviera, pero no lo hizo. Diez minutos fueron suficientes para que dejara de llorar y me amarrara el orgullo en el fondo del pecho.
Caminé calle abajo, sin tener muy claro a dónde iría, porque en realidad no quería volver a casa. No quería esperarlo en la oscuridad. No quería tener sexo de reconciliación. No quería seguir estancado.

Perdí la noción del tiempo, y no supe exactamente a dónde llegué, pero me sacaron de mis pensamientos el chillido de las chicas con las que choqué a media calle. Se trataba de tres mujeres, no mayores de sus veintidós, vestidas con coloridos y ajustados vestidos e impregnadas de olor a perfume, sudor, cigarro y alcohol, de las tres, una de ellas estaba demasiado ebria para ponerse de pie, otra parecía cumplir el papel de mamá pato y la última, con quien choqué, estaba muy ocupada coqueteando descaradamente conmigo, pasado su enfado fugaz, como para ayudarla.
—Escucha, si no fueras tan lindo, ten por seguro que te reventaría la cara de una bofetada. —decía con un tono raro, como si esperara un gracias por ello.
—Vamos, deja de molestarlo, no se ve bien.— decía mamá pato.
—¡Pues vamos a beber todos juntos!—canturreaba la pobre desdichada que, casi vomitando sobre sus zapatos, se colgaba del cuello de su amiga.
—¡Beber! Qué maravillosa idea, Lola.—chilló la coqueta y se aferró a mi brazo de tal modo que casi caemos ambos al suelo, en su contoneo se aseguró de que mi brazo rozara sus pechos y que su escote se hiciera más pronunciado— Si vienes a beber con nosotras, lindo, entonces te perdonaré...
—Yo no...—sería una mentira si no dijera que sus provocaciones me causaban cierta incomodidad, desde que salía con Christian, no había estado con ninguna chica, y no es que no quisiera o que no hubiera oportunidades, pero Christian era...
—Basta las dos. —dijo mamá pato con algo parecido a un tono autoritario— Soy Nancy, ¿estás bien? Para ser honesta...no...no luces bien...¿quieres que llame a algún familiar o amigo para que vengan por ti?
—No...no quiero hablar con nadie por ahora. —a diferencia de las otras dos, Nancy parecía ser la más centrada y sobria, con sus ojos miel brillando de preocupación por un completo extraño, que me derritió el corazón.
—Entonces...¿te llevo a algún sitio? Mi carro está estacionado en la otra esquina...
—A mi cama, ahí quiero llevarlo.—afirmó la que seguía colgando de mi brazo.
—En serio estoy avergonzada de ellas dos...no lo tomes personal, están ebrias, usualmente no son así, lo juro. —en sus mejillas morenas se dibujó un rojo casi imperceptible, y sonrió tímidamente.
—No te preocupes por esto...
—En realidad le gusta...los chicos lindos no se cansan de la atención. Lindo, ¿tienes novia?—insistía la chica de quien aún no conocía su nombre, mientras que la que colgaba del cuello de Nancy permanecía callada, casi como inconsciente, y se tambaleó un poco antes de doblarse y vomitar. El repentino movimiento hizo que Nancy se tambaleara y la otra chica, Lola, se soltara, casi cae de bruces al suelo cuando estiré la mano para agarrarla del brazo. La chica junto a mí me soltó y esto me dio la libertad de sostener a Lola para evitar que se desplomara, claro que esto me costó una buena dosis del contenido de su estómago sobre mi ropa y zapatos.
—Oh, Dios, ¡Lola!—chilló Nancy, cubriéndose la cara, asqueada y avergonzada.
—Ya, ya...—susurré y aparté su cabello de su rostro para evitar que se manchara. Sollozó un poco y luego se acurrucó en mi pecho, más dormida que despierta, casi libre de dolor—Todo va a estar bien.
La cargué y miré a las otras dos chicas, quienes parecían víctimas del asco y la sorpresa.
—Bueno, eh, Nancy, ¿mencionaste un auto?
—Sí, sí.—volvió en sí y sostuvo la muñeca de su amiga para empezar a andar.
—¡No pensarás dejarlo subir al auto cubierto de...
—Cállate ya, Ester, ¿no ves que nos está ayudando? Así que basta.—le regañó—Por cierto...ya has ayudado tanto y no sé tu nombre...
—Definitivamente no es "Lindo". —bromeé para romper la tensión y ella sonrió un poco—Soy Michael.
—Un gusto y...disculpa todos este asunto...
—No te preocupes, no tenía nada mejor planeado para esta noche.
—Yo...eh...si me permites, tengo algo de ropa para prestarte por lo mientras, y te puedo llevar a mi casa a qué te cambies...y...puedo lavar tu ropa...
—Y puede cocinar y puede planchar y puede darte un masaje en los pies...—balbuceó Ester, que ya no parecía coqueta, sino enfadada—Diablos, Nancy, no tienes que ser una buena ama de casa solo para llevártelo a la cama...
—Ignórala, está ebria.—dijo Nancy, roja a más no poder—Es sólo...lo menos que puedo hacer por toda tu ayuda, yo no hubiera podido sola con ellas dos.
—No necesitas hacer nada de eso por mí, yo choqué con tu amiga.
—Sí, sí, lo hizo, casi me tira.—sin duda alguna, Ester era una de las borrachas más molestas que había conocido en mi vida entera.
—Oh, este es.
Nos detuvimos al lado de un pequeño carro rojo, que aunque algo viejo, parecía haber sido cuidado don esmero.
Desactivó los seguros y abrió una puerta trasera para que pudiera meter a Lola.
—Ester, ve atrás con ella.—ordenó.
—¿Qué? ¡Ni loca! ¿Para que puedas ir manoseando al chico lindo? No. Al diablo. Me voy adelante.—y más tardó en decirlo que en abrir la puerta del copiloto y acomodarse ahí.
—Eh, Michael, puedo llevarte o puedo pedir un taxi para ti...
No estoy muy seguro de lo que pasaba por mi mente, esto parecía irreal, era una chica pequeña y morena, delgada y linda, de cabello negro, lacio y que llegaba a media espalda. Sus piernas eran regordetas, trasero pronunciado, con cintura pequeña y una pequeña barriga que se acentuaba con el ajustado vestido, usaba un suéter que cubría su espalda y hombro, pero parecía no ser suyo, pues el cierre no llegaba arriba y no hacía más que resaltar sus pechos, no tan expuestos como los de sus amigas, pero sin duda, más grandes. Mi cuerpo no tenía ni una pizca de alcohol, pero sí un corazón herido, y me pasó por la cabeza que, si pasaba la noche con ella, al menos tendría un lugar donde dormir y un cuerpo que abrazar.
—Agradecería si pudieras prestarme esa ropa que mencionabas antes.—sonreí amable y ella, sorprendida, asintió—Si no te molesta, puedo ir atrás con tu amiga, igual ambos estamos manchados.
—Claro, claro, sube, por favor.
En el trayecto hubo quejas y discusiones, además del balbuceo de la chica cuya cabeza reposaba en mis piernas. Primero pasamos a dejar a Ester a casa de su hermana, quien no parecía sorprendida del estado de la chica. La segunda parada fue la casa que Lola rentaba con otras cuatro chicas. La recibieron y ofrecieron dejarme usar su baño, pero Nancy dijo que ella tenía cubierto el asunto, así que la última parada fue su casa. Vivía en una pequeña habitación de alquiler, sola, bueno, con dos peces dorados, pero relativamente sola.
—¿Quieres algo de beber? Tengo té, café, puedo prepararte chocolate caliente.—preguntaba mientras rebuscaba entre las cajas que había en un rincón de la sala comedor.
—Té está bien, gracias.
—Claro. Disculpa el desastre, acabo de mudarme hace unas semanas y no esperaba visitas...
—¿No traes gente a tu casa a menudo?—la vi sonrojarse y luego negar con la cabeza.
—No. Eh...me mudé para vivir cerca de donde estudio.
—¿Qué edad tienes?
—Eh...veinte.
—Eres joven.
—¿Y tú?
—¿Cuántos crees que tengo?
—Espero que menos de cuarenta. —bromeó y estallé en risas.
—¿No te gustan tan mayores?—encontró lo que buscaba en las cajas y caminó a mí con ropa más o menos doblada. En algún momento se había vuelto un coqueteo que no le incomodaba, pues sonreía radiante e iba de un lado a otro de su casita como si fuera lo más natural del mundo tener a un hombre parado en medio de su sala.
—El baño está en aquella puerta. Ocupa lo que necesites. —me entregó la ropa—Cuando te...desnudes, deja la ropa sucia a un lado de la puerta, yo prepararé tu té y luego iré a llevar eso al cuarto de lavado. Si sales antes de que yo vuelva...¿podrías esperarme en la sala? No tengo televisión...pero el módem y la clave de internet están por allá.
—Gracias.—sonreí y aparté un mechón de cabello de su rostro y lo coloqué tras su oreja. Ella me devolvió la sonrisa. Di la vuelta y fui al baño.

Cuando salí de la ducha, me puse la ropa que me había prestado y salí a la sala. La ropa era de hombre y aunque era algo pequeña, no me molestó tanto la talla.
Dando un segundo vistazo al lugar, era obvio que vivía sola. Los trastos a un lado de la estufa eran mínimos. Muchas cosas estaban fuera de lugar. Tomé la taza verde lima que había colocado con el té y di una vuelta por el lugar. Había cajas de ropa y libros, pero los muebles ya estaban colocados. Dos sillones desgastados, una mesita que parecía servir de escritorio, con una laptop y muchas libretas y lápices alrededor, un pequeño refrigerador a un lado de la estufa, y en la única habitación, una cama desordenada y una cómoda. La lámpara de noche estaba en el suelo y vi el vestido que usaba Nancy cuando llegamos mal metido en el que parecía ser el cesto de la ropa sucia. Ella se había llevado incluso mis zapatos, por lo que mis pasos descalzos hacían mínimo ruido en el piso de imitación de madera. Miré los libros que había y noté que hablaban de un tema en común, entonces deduje que Nancy estudiaba psicología. En sus libretas descubrí que tenía una letra muy bonita y que era ordenada en sus apuntes y tareas. No había fotos a la vista. No había mucho que averiguar de ella, así que me senté en uno de los sillones y saqué el celular. Había llamadas perdidas, de Christian y de Thomas, pero la batería baja había evitado que se escuchara el tono de entrada. Pensé en conectarme a la red y mandar algunos mensajes, pero estaba un poco harto de todo. No quería pensar en Christian y las disculpas que me pediría, o en Thomas y lo molesto que estaría cuando se enterara de lo ocurrido, ni siquiera quería pensar en lo que haría yo después. Porque algo era seguro, teníamos que cambiar algunas cosas entre Christian y yo.
Nancy demoró cerca de cuarenta minutos en volver, pero lo hizo con mi ropa seca y doblada perfectamente, al igual que con mis zapatos limpios.
—Disculpa si tardé. Tuve que pedir una plancha prestada.—sonrió tímida y puso mi ropa a un lado de mí.
—No debiste tomarte tantas molestias. En serio.
—Pero mira, te dejo un rato y hasta lavaste los trastos...
—Me aburría.—reí y me encogí de hombros.
—¿Limpias cuando te aburres? Pues cada que te aburras puedes venir a limpiar mi casa.—bromeó mientras acomodaba los trastos limpios en las gavetas, me acerqué lentamente y la tomé por sorpresa al sostener su mano, y girarla para tenerla de frente.
—¿Eso significa que me traerás más a menudo a tu casa?—sonreí y acerqué su mano a mis labios para dar un pequeño beso en sus dedos. La vi ponerse roja y sonreír nerviosa.
—Eh...yo...no es...—tartamudeó y sostuve su mano con una de las mías para colocar la otra en la barra tras ella y poder inclinarme, quedando nuestros rostros muy cerca.
—No irás a decirme ahora que tienes novio, ¿no? Eso me rompería el corazón.—tenía años que no coqueteaba con una chica, pero me alegraba ver que no había perdido mi chispa de la preparatoria.
—No, no es eso...
—Menos mal...porque soy muy celoso, ¿sabes?—me acerqué lo suficiente para que mis labios rozaran los suyos, es espera de que correspondiera. Y no tardó en hacerlo.
Apretó mi mano y la otra la apoyó en mi pecho. Estaba nerviosa, era como una niña, y no parecía tener mucha experiencia, casi sentí lástima y estuve furioso conmigo mismo. Sostuve su cintura y la acerqué a mí. Pronto se apartó en busca de aire y tuve que sostenerla para que no cayera, sin duda no lo hacía usualmente. Parecía titubear, así que sostuve su mano y la llevé a su habitación. Se sentó en la orilla de la cama, estaba tratando de recuperarse, pero antes de que lo lograra, volví a besarla. Era distinto a besar a Christian.
Acaricié sus piernas y cuando necesitó aire, besé su cuello. Estaba nerviosa, pero se aferraba a mí como si no quisiera que me desvaneciera. En algún momento tuvo mi rostro entre sus manos y me miró con una esperanza que me hizo sentir culpable.
—Ni siquiera sé quién eres...pero te necesito tanto. En verdad.—susurró.
—No debes hacerlo si no quieres. Me detendré si me lo pides, en cualquier momento.—por dentro estaba suplicándole que me sacara de ahí, que no me permitiera hacerle eso, que no me dejara ocuparla como remplazo de Christian. Pero sonrió amable y me dio un casto beso.
—Estaré bien, Mich.—susurró con una sonrisa.
Apagamos la luz, y no importó cuánto cerrara los ojos, la culpa me masticó desde el fondo. A quien tocaba no era a él. Quien gemía mi nombre no era él. Quien me aceptó en su pecho aquella noche no era él. Y sin embargo, con toda la culpa, con todo el auto odio, tuve un orgasmo, y ella también, y me besó, y me confesó que era su primera vez, y la abracé hasta que salió el sol...y mirarla dormir no ayudó a que me sintiera menos mala persona. Pero no me fui. Porque ella no era Christian, pero al menos me había reconfortado, me había hecho sentir cálido, me había sostenido cuando pensé que me desmoronaría.

Y me sentí culpable, pero no me fui. Besé su frente y dormí.

Solo tú [Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora