Capítulo 10

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La ruptura del cascarón

La reconexión con mi cuerpo.

Cuando comencé el profesorado de yoga, lo hice buscando profundizar más en la práctica de la meditación y el camino espiritual. Buscaba la armonía cuerpo, mente y espíritu, pero hasta ese momento la palabra "cuerpo" era solo un complemento más del cliché que suele acompañar a las prácticas holísticas.

Acertadamente llegué a un lugar dónde las prácticas de yoga estaban orientadas fundamentalmente en el cuerpo, y eso es lo que nos enseñaban, a cuidar "el cuerpo". En un principio me sentí desilusionada al ver que no era lo que yo buscaba, ya que lo que verdaderamente me importaba hasta ese momento era la parte mental y espiritual.

Con el pasar de los meses me fui conectando con las clases y comprendiendo que podía aprender de esa experiencia la parte física y luego continuar mi búsqueda hacia lo que yo quería encontrar.

Desde el momento en que decidí comenzar el profesorado no tomé conciencia de la meta que me había puesto mi alma. Al parecer ya estaba todo perfectamente planeado para que yo sanara la relación con mi cuerpo.

Lo primero que hice para prepararme para el inicio de clases fue comprarme varias calzas, ya que sabía que necesitaría ropa cómoda y no pensé en comprarme pantalones de gimnasia porque quería romper con la costumbre y enfrentarme a mi imagen vistiendo calzas.

Comencé con algunos modelos de botamanga ancha para que no se notaran demasiado los tobillos, ya que recordaba que eran la atracción de las burlas en mi adolescencia.

Fue una agradable experiencia verme salir a la calle decidida todos los sábados a la mañana para tomar sola el colectivo y dirigirme a la clase. No solo porque me estaba animando a salir con calzas, sino porque después del nacimiento de mi último hijo, me costaba bastante salir sola, y también había estado sintiéndome muy incómoda porque mi abdomen había quedado notablemente abultado y mucha gente me preguntaba si estaba embarazada "¡¡¡Otra vez!!!".

Con algo de conocimiento sobre la técnica de los espejos, que explica que lo que el otro me muestra está en mí, y lo que sabía sobre la ley de atracción, ya había comprendido que estas personas solo estaban mostrándome lo que yo misma pensaba de mí. Es por eso que cuando yo me miraba en el espejo y estaba conforme con la imagen que este me devolvía, salía a la calle y las personas me veían delgada o destacaban lo bien que me sentaba lo que llevaba puesto, y cuando salía incomoda sintiéndome gorda y embarazada, las personas me lo hacían saber y hasta me daban el asiento en el colectivo.

Así empecé a ver en la gente de mi alrededor como un indicador que me mostraba cómo me estaba sintiendo conmigo misma, en lugar de verlos como los causantes de mi sufrimiento y los responsables de que yo no pudiera usar la ropa que me gustaba, como pensaba antiguamente cuando formé el cascarón para protegerme.

Comenzaba a comprender que no había nada de qué protegerme más que de mis propias opiniones acerca de mi cuerpo, el juicio y el rechazo que yo misma sentía hacia él.

Superado el rechazo a mis piernas, comencé a usar calzas y pantalones ajustados cuando lo deseaba, todavía no era época de ponerme a prueba con shorts o polleras, pero era un buen comienzo, y estaba segura de que con esta nueva perspectiva lo lograría, todo se trataba de aceptarme y amarme.

Pero aun quedaba la cuestión de mi abdomen, que muchas veces me impedía realizar las posturas de yoga y que casi todas las semanas lograba captar la mirada solidaria de alguna persona en el colectivo, y ante esa situación no sabía si era mejor sentarme y fingir estar embarazada, o simplemente agradecer, quedarme parada y sentirme observada por la incómoda situación.

Sanando mi relación conmigo - Belén Aguirre - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora