Capítulo 11

72 0 0
                                    

La aceptación de mis emociones.

La auto-exigencia continuaba escabullida en mi mente, aun después de haber trabajado mucho en mi interior, y al estar mi trabajo tan íntimamente relacionado con la paz y el bienestar no podía permitirme momentos de desarmonía o emociones "negativas".

Sin comprender que la experiencia humana se trata de encontrar el equilibrio justamente en un mundo donde existen los opuestos, yo pretendía estar siempre del lado del amor y la paz, y lo único que lograba era juzgarme cuando me salía de esa línea.

Si bien la mejor forma de sentirse en paz es conectarse con el amor, y he comprobado que puedo elegir como sentirme frente a las situaciones, también es cierto que como seres humanos no siempre tenemos la misma facilidad para comprender y sintonizarnos con esa parte amorosa que nos habita. Y cuando esto pasa, juzgarnos resulta ser la forma más fácil de acrecentar el malestar que estamos experimentando.

Es por esto que en esos momentos de tensión, donde emociones o pensamientos que consideraba discordantes aparecían en mi vida, yo comenzaba a juzgarme y castigarme mentalmente, porque no podía aceptar que teniendo tantas herramientas algo lograra desequilibrarme.

Quizás esas situaciones se presentaban justamente para mostrarme que todavía me faltaba sanar la auto-exigencia y que tenía que aprender a aceptarme y a no juzgarme.

Sin darme cuenta continuaba rechazando una parte de mí, pretendiendo ser alguien que no era, un ser ficticio que debía acercarse a la santidad y sostener esa pretenciosa imagen resultaba agotador por momentos.

El día que comprendí que lo más importante es amarme y aceptarme, pude dejar de juzgarme en esos momentos de tensión, pude vivir la emoción del momento aceptando que esa emoción no me define, comprendiendo que es solo un momento de ese instante presente, y que si puedo identificarlo como una parte de mí, vivirlo, abrazarlo y soltarlo, es mucho más simple volver al estado de paz que poniéndome a luchar contra lo que siento.

Porque finalmente todo se resuelve en el amor, pero no en un amor impuesto, sino en un amor real, amar hasta nuestras partes más oscuras y llevarles luz a través de ese amor. La lucha nunca fue la solución, en ningún ámbito, y tampoco lo es en nuestra relación con nosotros mismos. Si luchamos contra nosotros y tratamos de eliminarnos de alguna forma, estamos siendo nuestro propio cáncer, desconociéndonos y auto-destruyéndonos.

Definitivamente la prueba llegó un día en el que no me sentía muy bien anímicamente, y debía dar una clase de yoga. La idea de ir a la clase y tener que ser la profe que siempre está bien y es positiva, me atormentaba. Sentía que no solo estaba siendo hipócrita con mis alumnas, sino también conmigo, y ese juicio seguiría empeorando mi ánimo, porque además de sentirme mal, me sentiría peor por estar fingiendo.

En el preciso momento en que tomé conciencia de esto, comprendí la importancia de poder aceptar mis emociones, debía asistir a esa clase y aceptarme como un ser humano, comentarle a mis alumnas que estaba pasando un momento de angustia y que en realidad su compañía me hacía sentir bien luego de descubrir que podía ser autentica.

Así fue como lo hice, y al comentarles esto fue un momento que me llenó de emoción, porque pude ver que cuando yo me aceptaba, mi entorno me regalaba amor. Recibí la comprensión de mis alumnas, esas mujeres que siempre confiaban en mí contándome sus asuntos, esta vez me abrazaban con sus palabras y nos reunimos en un círculo de colchonetas de igual a igual, apoyándonos mutuamente, siendo una sola, y a la vez teniendo un mundo de experiencias diferentes detrás de cada una.

Aunque siempre aclaraba que yo no era un ejemplo a seguir, ni una maestra, y que estaba en un proceso de aprendizaje como todos, me di cuenta que esa aclaración la hacía más para mí que para ellas, era yo quien debía aceptar y respetar mi proceso, y no tratar de ser siempre "La chica positiva", sino ocuparme de ser mejor cada día, viéndome y valorándome.

En conclusión la coraza que había puesto para esconder esas partes que no aceptaba de mí se quebró, y pude ser yo, dejándome fluir con naturalidad. Lo que provocó que la paz y la armonía que tanto deseaba experimentar, fueran más reales, esta vez viviéndolas desde el ser y no desde la mente. Porque dicen que la paz es un estado mental, y en cierto punto del camino lo es, cuando necesitamos entrenar a la mente para que deje de luchar contra el mundo. Sin embargo sucede que cuando la mente deja de la luchar contra el mundo suele empezar a luchar contra uno mismo.

Cuando conseguimos simplemente dejar de luchar y logramos pedirle a la mente que se corra a un lado, la paz se convierte en un estado del ser y ese estado nos impregna de amor.

Sanando mi relación conmigo - Belén Aguirre - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora