Caminábamos bajo el ardiente sol, soportando la arena que levantaba el viento.
El muchacho de cabello castaño lideraba la caminata mientras que nosotros le seguíamos. Caminábamos en silencio, como muchas otras veces sin ni siquiera mirarnos entre nosotros, ya se volvió una costumbre.
Llevábamos semanas intentando encontrar el primer templo, estaba empezando a pensar que el misterioso muchacho no tenía idea de dónde se encontraba o que, a lo mejor, nos estaba dirigiendo a otro lugar.
Sólo fueron unas semanas, dos o tres, tal vez cuatro. Ya no me acuerdo. Todos estabamos cansados, deshidratados y a punto de sufrir una insolación. En ocasiones no conseguía ni mantener mi cuerpo en pie.
Sedienta, abrí mi alforja en busca de agua. Cogí el botellín, lo abrí y lo acerqué a mis labios. Nada, ni una gota de agua. Dirigí mi mirada hacia el frente encontrándome primero con la espalda de Óscar y más alejado de él tomando la delantera, Yoi. Iba a pedirles algo de agua, sin embargo la voz no salió. Tenía la garganta tan seca que al querer hablar un dolor se instaló, la garganta se convertía en lija que rasgaba mis cuerdas vocales cada vez que pretendía pronunciar palabra alguna.
De repente vi como giraban sus cabezas hacia la misma dirección, la derecha. Por inercia hice lo mismo, encontrándome con una ventisca de arena acercándose a nosotros a gran velocidad. Oí como gritaban mi nombre pero no me dio tiempo a reaccionar, ya que un cuerpo se abalanzó sobre mí haciendo que mis rodillas chocasen con la arena. Aquel sujeto, me rodeo entre sus brazos y escondió mi cabeza en su pecho para protegerme, sin embargo la ventisca nunca llegó a golpearnos. Levantamos nuestras cabezas encontrándonos con Yoi de pie enfrente nuestra observando alrededor. Hice lo mismo que él y vi como la ventisca de nos rodeaba desde todas partes haciendo una especie de cúpula y dándonos suficiente espacio para los tres. Miré a Yoi, el cual seguía de pie con su típico ceño fruncido. Me percaté de que sus ojos habían cambiado de color, eran azules.- ¿Cómo lo has hecho?- Preguntó Óscar sacándome de mis pensamientos.
Yoi desvió sus ojos para mirar al sujeto que le había hablado, después volvió a dirigir su mirada a la cúpula.
- No te importa.- Espetó. El rubio frunció el ceño y bajo la cabeza hablando entre dientes.
- Mocoso de mierda...- Murmuró Óscar en respuesta, y aunque él no se molestó en contestar seguramente lo escuchó.
Siguió a lo suyo dando vueltas sobre si mismo como si estuviera buscando algo cuando no se podía ver absolutamente nada. Me quedé mirándolo extrañada. Él había creado esta especie de cúpula, es la primera vez que le veía usar su magia desde que salimos del oasis. Supongo que no me debería asombrar tanto, pero sin embargo, sin saber por qué, lo hacía.
Tocaron mi hombro y me giré encontrándome con Óscar. Sus ojeras eran bastantes visibles, sus ojos estaban un poco hinchados y entrecerrados luchando por no cerrarlos completamente, se le marcaban más los pómulos y las clavículas dejando ver que había adelgazado drásticamente. Hace poco me confesó que desde que partimos del castillo no duerme una noche entera y que con las cosas que fueron ocurriendo ahora le cuesta mucho caer en los brazos de Morfeo. Al verlo tan demacrado un pinchazo se instaló mi pecho y un pensamiento que últimamente me atormentaba más de la cuenta ocupó mi mente.
"Tú y tu maldita curiosidad, tenéis la culpa de todo."
- ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?- Preguntó con voz ronca y débil.
Dudé en pedirle agua, porque aunque tenía sed pensé que él lo necesitaba más que yo, asique negué con la cabeza regalándole una leve sonrisa.
Asintió en respuesta y empezó a rebuscar en su bolsa. Saco su botellín y empezó a beber con necesidad.
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Leyendas de la realeza II: La fábula del mago
AdventureSe marchan del paraíso guiados por Yoi, en busca del primer diamante. Liliana deseará no haber huido de su hogar. ¿Abandonará su sueño de ser libre? "Entre las lagunas de tu mente se encuentra la respuesta." -¿Y eso qué significa? Mostró por prime...