CAPÍTULO I

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La alarma sonó como todos los días. Recordándome que seguía aquí. Estiré mis piernas y brazos lastimosamente y escuché el crujido de mis huesos. Quería suplicar 5 minutos más, pero ya había aplazado mis alarmas 3 veces, así que estaba al límite. Cuando me paré frente al espejo, no sentí más que decepción, sin embargo, dibujé nuevamente una sonrisa, falsa. Volvería al ruedo, a sonreír y ayudar a todo mundo a ser feliz. Esperaba que los clientes no fueran tan groseros como el día de ayer. Terminé de arreglarme y bajé corriendo a la cocina.

— Ya vas tarde Cynthia —exclamó mi madre con reproche.

«—Hola, buenos días mamá ¿Cómo amaneciste?»

— No, voy justa solamente. En realidad voy con bastante buen tiempo.

Tomé un pan del cesto y bebí de un sólo trago mi café. Mamá no era mala, pero sí muy quisquillosa y podía llegar a ser muy molesta cuando se trataba de recalcarme algún error o fallo. Durante el trayecto al restaurant-bar donde trabajo, inundé mis oídos con canciones de One Direction, mi banda favorita. Siempre eran un aliciente para superar todo, y para sobrevivir al día que me tocaba. Yo no era muy expresiva, pero en silencio, cuando escuchaba sus canciones, podía jurar que me expresaba en la máxima palabra.

—Hola Roberto —saludé al cocinero mientras me colocaba mi delantal.

— ¡Hey muchacha! —saludó él, efusivo como siempre.

Este era un trabajo pesado, me refería a físicamente, pero tenía sus ventajas. Aún no las conocía todas, pero podía decir que una sería, definitivamente, interactuar con mucha gente; además de escuchar sus historias mientras finjo limpiar las mesas y demoro más de 15minutos con manchas invisibles. A veces es bueno saber que no sólo a ti te va mal en la vida. Empatía se llama ¿No? Como sea, es increíble el hecho de que seamos tantas personas en el mundo, regadas por todos lados y en ocasiones sigamos sintiéndonos solos.

—Cyn..., dice Gerry que te encargues del audio, pero que por favor, no pongas nada de tus 1D.

Aquí todo el mundo sabía de mi amor por ellos, y por tanto era blanco de burlas. Claro,a mi edad no estaba permitido tener ciertas aficiones, justo como lo marcaba la ley federal de los derechos de gustos musicales. Bah, una mierda. Nunca me quejaba, ni reclamaba nada. Ni siquiera me molestaba por defenderme, pero si me daba coraje, porque en verdad que sus canciones eran buenas. Y bien podían servir de fondo para disfrutar de una buena comida. Asentí débilmente, y caminé hacia la computadora. Silvia se encogió de hombros también, a manera de disculpa.

Rebusqué entre la obsoleta lista de canciones de Gerry, el gerente del bar, pero todas daban más sueño que una canción de cuna. Algunas eran viejísimasy por lo que podía divisar, la mayoría de los comensales, eran bastante jóvenes. Abrí el navegador y busqué varios títulos, pero me arrepentí al instante, tecleé el nombre del cantante favorito de mi mamá y seleccioné la primera canción que apareció. No decía que mamá tenía buenos gustos musicales, pero quizá eran mejor aceptados que los míos. Gerry levantó pulgares hacia mí.

— ¿Ya escuchaste que darán concierto en la ciudad? —dijo Silvia animada, mientras dejábamos las charolas con trastes sucios en la cocina.

— ¿Quiénes? —pregunté como no queriendo la cosa. Ella no me hacía burla, tenía poco que había entrado a trabajar, y me llevaba bien con ella. Pero debido a mi experiencia, no podía fiarme de nadie.

—El grupo que te gusta, los chicos de los que hablas —dijo sonrojándose —vi un cartel el otro día de camino aquí —explicó nerviosa. Se veía como si intentara con todas sus fuerzas agradarme.

— ¡Oh! Si, también vi el anuncio, y en Facebook, twitter y demás redes sociales —dije en cuanto salí de mi ensimismamiento—aunque para mi desgracia, no vienen juntos. Ya no lo están. Viene sólo uno de ellos —dije, siendo ahora yo, la que estaba como tomate.

— ¿Vas a ir? —preguntó curiosa.

Sólo le respondí con una enorme carcajada. ¿No era obvio? Aunque moría por ir, mis ahorros y mi situación económica no me lo permitían. Además, los boletos se habían agotado muchos meses atrás. Y el intento de comprarlos con revendedores, había sido un fracaso. Los precios eran elevadísimos, y los tipos esos eran unos pedantes y groseros. Despreciaron mi más preciada posesión, mi Celular, a cambio de un boleto. Así que no, no iría. A cambio de eso y para no pasarme el día en depresión, ya que mi descanso era precisamente el día delconcierto, decidí venir a trabajar. Así no estaría quebrándome lacabeza.


Por suerte el día terminó y mis pies me lo agradecían. No sabía lo cansada que me encontraba hasta que me senté en la banca y sentí calambres en mis piernas y mis pies adoloridos. Con lo movido que era el trabajo, nunca me daba respiro para descansar. Y honestamente era lo que menos quería. Al llegar a mi casa, como de costumbre, simplemente me tiré en mi cama y me preparé mentalmente para un nuevo día mañana.

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