CAPÍTULO V

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Nunca había sido difícil ceder. Siempre, si lo recordaba, me había sido fácil y no parecía estar mal. Recordaba a mamá diciéndome siempre que debía darle el peluche a mi hermano menor. O en las fiestas, cuando él lloraba por un dulce que yo tenía, siempre con su tono conciliador me hacía entender que él lo necesitaba más que yo, y por eso terminaba dándole casi la mitad de mi dulcero. Crecí así, cediendo. Siempre queriendo que todo mundo tuviera su pedazo del mundo, incluso si eso significaba desprenderme del mío. Y ahora no veía el por qué eso estaba mal. No veía el por qué... pero vaya que lo sentía.

— ¿Eso qué quiere decir Dinorah? —preguntó mi mamá con su tono más desdeñoso.

Ugh. Dinorah.

—Pues que tendré que trabajar hasta tarde ese día mamá.

—Justamente ese día ¿Verdad? —preguntó ya con cansancio... ¿Y qué podía decirle? — No pudiste decirle que te quedarías otro día, o que podías reponer entre semana ¿Nada? Simplemente te quedarás tarde ese día y es todo.

Precisamente por eso no había querido decirle a mamá. Tan pronto como lo supiera sabría que tendríamos esta discusión, me vería con sus ojos decepcionadosy yo comenzaría a degollarme la cabeza por saber cómo demonios salir de esta.

—Sí, lo hice —era verdad— el caso es que Gerry no aceptó. Dice que ocupa alguien que cierre.

Me serví más flautas y las bañé con crema. Era mi "Fin del tema" pero mamá nunca lo entendía.

—Debe ser más humano. Vamos Cynthia —ya era Cynthia de nuevo— dile que otro día cierras, es más, toda la semana cierras.

En mi mente a estas alturas ya me veía llamándole a Gerry y diciéndole que no podría cerrar el viernes, que lo lamentaba demasiado pero que no podía. Eso hubiera hecho una semana atrás, un mes e incluso cinco minutos atrás. Pero no ahora. Esta vez no. Quería tener voz y voto. Si bien no me parecía la idea, tampoco estaba dispuesta a cambiarla sólo porque mamá lo pidiera. Y no precisamente porque fuera ella quién lo pide, sino porque ya no sería un títere más.

«Y súmale que no quieres hundirte en depresión por el concierto»

Limpié mis labios con la servilleta y tomé una profunda respiración, era un tema tan sencillo, pero jamás le había llevado la contra a mi madre. Quizá por eso sentía una enorme opresión en el pecho ahora mismo. Si tan sólo hubiera sabido que lo que diría a continuación iba a abrirme las puertas hacia la mejor experiencia de mi jodida vida, no hubiera temblado tanto al decirlo.

—Lamento mucho si no es lo que deseas madre, pero tengo una responsabilidad. En mi trabajo me necesitan, han confiado en mí para el cierre y no pienso fallar.

Algo en la determinación en mi rostro impactó en ella. Tuvo que haberlo hecho. Lo hizo en mí, por un momento me lo creí todo. Así que liberé el aire retenido y seguí con mi discurso: —Quisiera de todas las maneras posibles quedar bien con todo mundo, créeme que lo deseo más que nada. Pero hoy descubrí que no se puede —le ofrecí un encogimiento de hombros— no puedo ir por el mundo diciendo a todo que sí cuando a veces quiero decir no, o viceversa. No puedo seguir haciendo como que nada pasa cuando pasa de todo. Lo lamento mamá, es un día importante pero no el último. Tendremos que aprender a valorar a las personas en el justo momento. Así que... no cambiaré de opinión. Cerraré el viernes.

Vi su labio temblar y por una fracción de segundo estuve a punto de recapitular, pero me mantuve en mi lugar. Había tomado todo de mí reunir el coraje suficiente para hacerlo y no pensaba dar marcha atrás. Una vez que las palabras abandonaron mi boca sentí mi cuerpo ligero. Mi cabeza despejó un poco las nubes que siempre la cubrían y supe por fin lo que se sentía ser protagonista de tu vida. Se sentía fregón, sin duda. Podría intentarlo más seguido.

—Muy bien, muy bien. Tú ganas.

No lo dijo de mala gana. Al contrario, lo dijo con convicción.

«Tú ganas» ¿Eso era verdad?

Por la tarde no me sentía tan pesada, casi sentía que flotaba entre las mesas y que las charolas se acomodaban solas. Tuve un cliché como escena de Matilda. Claro que era imposible, pero y qué. Era mi mente, mis reglas y mis escenas. Para casi mi hora de salida me sentía con demasiada determinación. Tanta que incluso cuando Gerry me pidió ayuda con la ambientación del lugar no lo pensé más y puse lo que siempre había querido poner, sin tapujos, sin miedos, sin cohibirme. Tecleé "Infinity" en el buscador y presioné enter.

Toma esta Gerry.

"Devuelta a la tierra, sigo cayendo cuando sé que duele

yendo más rápido que un millón de millas en una hora,

tratando de alcanzar mi aliento de alguna manera.

De vuelta a la tierra, es como si estuviera congelada pero el mundo sigue,

en cámara lenta pero las ruedas siguen girando,

moviéndose en reversa hacia ningún lado"

Mi jefe se asomó rápidamente desde la cocina y traduje de sus labios «¿Quémierda?» pero lo ignoro. Al contrario, subo más el sonido, muevo la cabeza al ritmo de la música y me centro en sus voces, única y exclusivamente en sus voces. No hay nadie más, como siempre. Sólo somos ellos y yo. De pronto veo que Gerry está cada vez más cerca de mí. Un poco de mi valentía va desapareciendo, comienzo a sentirme pequeña y estoy a punto de quitar la música cuando una chica le hace una seña para pedirle algo, él se frena justo a unos pasos antes de llegar conmigo y le pregunta con amabilidad cómo puede ayudarla.

—Me encanta este lugar, tiene una temática muy relajada y la comida es deliciosa—halaga con dulzura— pero nunca había escuchado ese tipo de canciones antes.

Trago con fuerza.

—Lo sentimos mucho, fue sólo un error...

La chica sonríe y lo interrumpe.

—Vamos hombre, que es maravilloso. Por fin música de jóvenes —exclamó animada—¿Podría pedir un tema en especial?

Un instante más y podría sólo escuchar de nuevo sus voces. Sólo estaba en mi mente la pregunta "¿Cuántas noches toma contar las estrellas? Ese es el tiempo que tomará reparar mi corazón" y mientras lo cantaba más eco hacían las palabras en mi interior. Tantas noches me quedé llorando en mi habitación, viendo las estrellas preguntándome por qué no lograba encajar. ¿Cuántas noches no me pregunté hasta cuándo? Y por una milésima de segundo... creía que el momento era hasta hoy.

—Ya casi termino mi pastelito, pero me encantaría escuchar Don't forget where you belong.

—Claro, ahora mismo la pongo en lista —confirmó apretando sus dientes.

Giró sobre sustalones y dirigió sus ojos hacia mí, su entre cejo fruncido. No necesitó decirme nada.

—Manos a la orden—musité e hice una seña militar.

Silvia se encontraba al fondo y no disimuló su sonrisa victoriosa. ¿Así me veía yo, sonriente y victoriosa? Gerry regresó a la cocina no sin antes decirme a lo lejos y con pesadez: —Tú ganas.

Mi corazón dio un brinco. No, dio como mil brincos. En mi foro interno yo me encontraba caminando hacia el podio a punto de recibir un premio por aplomo y valentía, sin descartar mi nominación a protagonista revelación del año. Yo ganaba. Era verdad, y se sentía muy bien. A partir de ahora, sólo sería apostar a ganar. Apostaría por la única persona que me acompañaría toda mi vida: Yo.


Parte de la canción Infinity, One Direction.

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