Niall sopló a lavela antes de que esta se apagara con el viento. Y pidió el deseodespués, cosa que se me hizo extraña pero la omití. Terminé decantarle el feliz cumpleaños y luego me sorprendió cantándolo denuevo. «Ahora va para ti» dijo. Corté dos pedazos y ambosnos dispusimos a comerlos. Era bastante bueno. Jugoso y cremoso a lavez, si es que eso era posible, con pequeños trozos de frutas ychocolate rayado. Una vez que terminó la cerveza oscura creo queentré en calor y me senté a su lado. El tiempo pareció congelarsey de pronto no éramos ni Niall ni Cynthia. Ni famoso ni desconocida.Éramos dos personas que habían coincidido en el mundo dispuestas adisfrutar del destino.
—Oh vamos, dilo.
Me estabapreguntando por qué no había mencionado mi cumpleaños mientrasdevoraba un croissant que me había dado Roberto en la cocina antesde cerrarla. De pasada traje las otras tres cervezas que me reservóJesús. Quería que no necesitáramos nada.
—No lo sé, simplemente no le tomé importancia. No era como que fuera a decirte: Niall es mi cumpleaños. No como si fuera un tema común y tú y yo fuéramos amigos de toda la vida.
—Tienes razón. No somos amigos de toda la vida. Porque si lo fuéramos ten por seguro que yo recordaría tu cumpleaños.
¡Hay Dios mío! ¿Sepodía ser tan ardiente y tierno a la vez?
—Parece que alguien va a necesitar ese pastel en algún momento. Quizá un admirador secreto lo tenía esperando para ti y ahora lo arruinamos.
Mis carcajadas inundaron la terraza. Un admirador, sí claro.
—No lo creo, quizá Roberto lo compró. O quizá Silvia me lo dejó y no alcanzó a avisarme.
Honestamente desconocía el origen de ese pastel.
De pronto comenzó acontar sobre el pastel que le compraron por parte de su staff y de loorgulloso que se sentía porque tenía la mitad cubierta con loscolores de la bandera de Irlanda. Me contó que su hermano le llamópor messenger y lo felicitó, al igual que su sobrino. Tambiénmencionó que ya ansiaba regresar a Mullingar porque quería haceruna barbacoa con su familia. Todo eso sonaba tan familiar, tanpersonal, algo que platicas con algún amigo especial. Y yo me sentíaorgullosa porque por un momento él me estaba haciendo sentir así.Mencionó que se sentía raro festejar su cumpleaños sin estaracompañado de los chicos, después de todo habían pasadojuntos muchos de ellos.
Yo me encontrabasentada ahora en la silla frente a él, mi cara reposando sobre mismanos mientras lo escuchaba decir todo aquello. No hablaba, no teníaqué decir; sólo escuchaba. El escuchar era un arte maravillosa quepoca gente ponía en práctica. Yo lo consideraba algo sumamenteextraordinario, sin saber estabas dando algo que no regresaría:tiempo y dedicación. Consideraba que era el mejor regalo que podíasdarle a alguien. Escuchar, sin juzgar, permitirle al otro liberarse.Aliviarlo con el simple hecho de ponerle atención. Justo cuando mecontaba que Maura, su madre, le había llamado a las doce exactaspara felicitarlo y llorar como lo hace año tras año, me preguntópor mis papás. Por cómo habían tomado el que yo trabajaraprecisamente el día de mi cumpleaños.
—Lo digo como siyo nunca pasara esta fecha fuera, se siente como una eternidad desdeque desperté en mi cama un día de mi cumpleaños —profesó condevoción, después volvió a mí— A ver ya basta, me la he pasadohablando yo y eso me hace ver bastante mal.
—Yo estoy bien conque tú sigas hablando —dije sin pensarlo— digo, no es como queyo tenga mucho que decir.
—Sí me estabasdiciendo cómo reaccionaron tus padres.
Tomé un largosuspiro y le conté la pequeña discusión con mi madre.
—No lo tomó bienclaramente, mi madre. Siendo honesta, ese día era mi descanso perolo moví —omití el por qué lo moví, eso preferiríareservármelo— y todo estaba bien, hasta que Gerry me dijo quetenía que quedarme al cierre. Eso la volvió loca. Y a mí un poco—acepté.
Empecé por decirleque no tenía una muy buena relación con mi jefe, y que yo la mayorparte del tiempo me la pasaba diciendo sí a todo. Cuando me lo pidióno tuve muchas opciones, porque básicamente no me lo pidió,simplemente me avisó. La vez que hablé con mi mamá ella intentópersuadirme pero no lo logró. Le dije que pensé dos o tres veces encambiar de opinión sólo para complacerla pero al final me resistí.Era una decisión mía, no de nadie más. Por último le dije que nosabía qué era pero que algo me decía que tenía que decir que síesta vez. Una corazonada como que debía estar aquí y ahora.
— ¡Guau! ¡Tienescarácter eh! Tienes que saber algo Cyn..., hay dos cosas que tepertenecen: Sí y No. Esos son tuyos, más que el aire que respiras.Y sólo tú tienes el poder de usarlos cómo y cuándo te plazca, ysi a alguien le molesta..., pues que se jodan.
Mis ojos seguíanlos movimientos de sus labios solamente. Pero mis oídos estabanescuchando claro y conciso todo lo que había dicho. Tenía tantarazón.
—Es sólo que nohe tenido el valor. No había tenido el valor —me corregí— eramuy fácil acceder a las demandas de los demás. Y es que a veces loúnico que quería en el fondo era hacer felices a todos. Era untrabajo difícil.
Sus ojos meobservaron con devoción, ahora era él quien me veía expectante. Yme ponía nerviosa, pero sin saber por qué no podía dejar dehablar.
—Me siento felizhaciendo feliz a los demás. Es parte de mi búsqueda de pertenecer aalgún lugar supongo. Es sólo que no importa cuántas veces laspersonas puedan a llegar a ser idiotas, a mí me gusta darles lomejor de mí. Yo comparto lo que soy, y no porque alguien me falledejaré de ser yo.
Cuando terminé dedar mi discurso de pronto me sentía agitada como si hubiera corridoun maratón. Él se paró y aplaudió, después me hizo unareverencia. Mis mejillas tomaron color. Su mirada pasó de emoción adevoción y después a ternura, todo en un solo minuto.
—Pues eres muyvaliente. Lo digo por querer seguir dando lo mejor de ti después deque el mundo apesta. Considero que las personas exitosas siemprebuscan la oportunidad de apoyar a los demás, sin esperar nada acambio. Algo así como el amor, que busca dar de corazón. Eres amorCyn.
—No sé... nodiría que soy amor. Estoy consciente de que el amor le agrada a todoel mundo y yo no le agrado a todo el mundo, aunque quisiera. Aún yasí, creo que sigue faltándome algo siempre pero no he logradosaber qué es.
Su sonrisa cayó yeso me puso en pánico. ¿Dije algo malo? Si era así ahora queríaretirarlo.
—No habíaconocido a nadie tan socarrón Cyn. Lo juro. Es sólo que digo quevales y eres mucho, porque das lo mejor de ti, lo que tienes. Nadieva a dar algo que no tiene.
—"Hay cosas queaprender y hay cosas que reprogramar. Hay cosas que soy y no quieroser. Hay cosas que aún no soy y quiero serlo. Hay cosas que soy yaún no sé, pero estoy buscando saber. Estoy en construcción, perohe estado en demolición" —recité con fervor.
Sus ojos impasiblesbuscaban los míos: —Eso fue tan profundo. ¿Es tuyo?
—No, quisiera perono. Es de Ron Israel, es bueno escribiendo. Quisiera ser buenaescribiendo. Mejor dicho, quisiera ser buena en algo.
— ¡Carajo! ¿Cómoes que no lo ves?– me interrumpió.
— ¿Qué? ¡¿Quécosa no veo?!
— A ti,¿Cómo es posible que no te veas? — Dijo él dándole un sorbo ala última cerveza que me habían autorizado en la barra — tengomenos de treinta minutos sentado a tu lado comiéndome lo que sea quehayan preparado en la cocina y eso fue suficiente para ver queirradias una energía electrizante Cyn.
No sé si debatomarlo como un cumplido, pero en medio de su ebriedad, no tancrónica debo aclarar, supongo que debo tomarlo como tal.
— Y mientras mecuentas sobre la discusión que tuviste con tu madre y lo maravillosaque eres por querer dar siempre lo mejor de ti, lo único que sigoviendo es a ti, a Cyn, ¿Y sabes? eso es lo único en lo que hepuesto atención — dijo sin pena alguna — Eres magia pura,y si tú no eres capaz de verlo, lo siento cariño... pero nadie máslo hará.
Si no corría abesarlo en este preciso momento era por una sola, vergonzosa ydeprimente razón: no sabía besar.
— A menos queestén borrachos como yo y puede que alucinen y crean que ese halo deluz a tu alrededor provenga de alguna extraña mutación – añadióantes de hipar.
Y con todo y su buentino para romper ese pequeño instante suyo y mío, me encontréfascinada. Y no por él, sino por mí misma.
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