CAPÍTULO IV

9 2 0
                                    

El día había empezado movido, demasiado para mi gusto. Para ser martes había demasiadas personas en el restaurante, nada comparado con ayer, que a lo mucho serví unas 10 o 15 comandas. Pero hoy, a muy temprana hora ya llevaba las mismas de ayer. Silvia avisó que el día de hoy no podría venir por algún asunto escolar y ahora que lo pensaba no recordaba saber que estaba estudiando. Pero y cómo iba a saberlo si nunca le preguntaba sobre su vida, ni siquiera intentaba esforzarme por convivir con alguien. Y eso que me lo prometí hace un mes, prometí que dejaría mi burbuja. Pero aún no termina el año, así que voy bien.

Cuando llegó mi turno para comer corrí y me senté en la orilla más sola del pequeño comedor en la cocina. Desempaqué los tacos que mamá me preparó y llené mi termo en la fuente de sodas. Saqué mi celular y comencé a torturarme en Facebook e Instagram viendo fotos y videos de los chicos, en específico de Niall, mi güero. En 3 días se presentaba aquí en la ciudad y llevaba el seguimiento minucioso de su preparación para esa noche. Navegaba entre foto y foto. Reía entre video y video y se me oprimía el corazón con cada segundo que se esfumaba porque me recordaba lo cerca que estaríamos y lo lejos que lo tendría.

—Tan silenciosa como siempre —interrumpió Roberto provocándome un sobre salto—ha estado bastante movido ¿Ah qué no?

— ¿Silenciosa yo? Lo serás tú, ni siquiera me di cuenta que entraste.

Instintivamente oculté mi celular para evitar sus burlas. La última vez que me cachó viendo fotos de estos batos se rio por lo menos durante 20 minutos.

—Bueno, es que cuando te cierras en esos británicos te pierdes Cyn. Mejor dicho siempre estás perdida —rascó su cabeza— no lo tomes a mal. Pero a veces simplemente te vas y no sabemos dónde andas ¿Me explico?

Sí, sí te explicabas.

—No, no lo haces.

—Rayos. Soy pésimo comunicándome ¿Cierto? Olvida a este viejo Cyn. Sigue comiendo.

Y después de abrir un costal de azúcar salió del comedor. Sabía a qué se refería. Pero era que me sentía bastante tímida como para socializar o entablar conversaciones por mi cuenta, siempre prefería mantenerme en silencio. Sólo sonriendo o asintiendo para evitar ser vista como bicho raro cuando había pequeñas reuniones aquí después de cerrar. De hecho, sólo me quedé en dos ocasiones, sentía que de todos modos nadie notaría mi ausencia. Nunca he tenido seguridad en mí misma. No me consideraba del tipo de chica que caminaba por la calle y su cabello volaba con el viento mientras todo se iba dando justo como deseaba.

Es más mi cabello ni siquiera volaría con el viento de manera dramática, simplemente se estamparía en mi frente con mi pegajoso sudor. Reí con la visión imaginaria de mi cabello pegándose todo en mi frente mientras bajaba del camión. Y ese era precisamente el motivo por el cual casi nunca dejaba mi cabello suelto, siempre recogido.

—Es bonito el sonido.

Salí de mi ensoñación y volteé a la puerta. ¿Pero qué... qué hacía aquí?

— ¿No era que no vendrías hoy? —Hablé rápido, después me corregí— digo, discúlpame. Hola Silvia ¿Por qué cambiaste de opinión?

Sacó su delantal del casillero y arrojó sus pertenencias, ató su rizada cabellera en un medio moño y metió su libretita en el bolso trasero de su pantalón.

—Muchacha, el dinero.

Notó la confusión en mi rostro porque agregó: — ¿Qué más podría ser? Preguntaste que por qué había decidido venir. Las deudas me regresan a mi realidad.

Sólo atiné a asentir. Eso mismo me pasaba a mí.

—En fin, decía que qué bonito sonido —y antes de que pudiera preguntar dijo— el de tu risa. Es contagiosa, deberías hacerlo más seguido.

— ¿Lo hago no?—según yo reía siempre, nunca estaba de mal humor.

—No, no lo haces. Finges hacerlo. Digo, sé que finges hacerlo. Bueno, voy dos minutos tarde y Gerry no tardará en venir por mí para sacarme a rastras. Hoy hay gente para aventar.

Volteé a ver el reloj y descubrí que no sólo iba retrasada con dos minutos sino con 4 horas.

Minutos más tarde salí al ruedo de nuevo. Tiré un pedido de omelet y derramé unas gotas de jugo de frutas exóticas en la mesa de un cliente. Gerry no apartaba la vista de mi persona y eso me ponía un poco más nerviosa. La gente disminuyó para las 4 de la tarde y eso se agradeció porque tanto los cocineros como nosotros sentimos que dimos un respiro profundo al mismo tiempo y parecimos notarlo cuando de pronto todos nos reímos al mismo tiempo. Y caí en la cuenta de lo que había dicho Silvia horas atrás. Todos rieron menos yo, yo solamente curvé mis labios hacia arriba, imitando el gesto, pero no reí.

Tampoco fingía. Simplemente quería encajar, y si todos reían yo lo intentaba al menos.

Quince minutos antes de la salida dejé el recogedor y la escoba en el cuartito y desaté mi mandil. Respiré de nuevo. Descubrí que mi celular sobrevivía con sólo un 4% de batería y maldije por no haberlo puesto a cargar temprano, ahora no tendría con qué entretenerme durante el trayecto de regreso a casa y no sería la primera en saber si Niall ya se encontraba en la ciudad de México. Cosa que me intrigaba demasiado y no sabía por qué. Sí, si sabía. Quería saberlo para decidir si faltaría al trabajo mañana para ir a acampar al hotel donde se hospedaría. No pregunten cómo sabía en qué hotel estaría.

—Cynthia —habló Gerry— puedes darme unos minutos por favor.

—Claro.

Era mi jefe no era como que pudiera negarme.

—Bueno, como llegaste tarde la semana pasada y no te lo desconté de tu sueldo...

Ya sabía yo que no había sido generoso y buen jefe por no descontarlo.

—Hice una modificación a tu horario. Necesito alguien que me apoye en el cierre.

Yo me encontraba acomodando las piezas, no entendía a qué se refería. Venir al cierre, sí no tenía nada de malo, lo había hecho en ocasiones anteriores y normalmente nos pagaban el taxi de regreso a casa, así que me gustaba cuando venía a cerrar. No había problema con eso. Claro, no tendría problema si ese día no fuera...

— ¡Oh, Gerry!—Hablé atropelladamente— sé que no lo descontaste, lo agradezco de verdad. Pero puedo venir a cerrar otro día, si quieres me quedo hoy. Por favor, ese día no —su rostro se desfiguró en una mueca socarrona— no me lo tomes a mal claro, pero es que ese día yo... bueno, es digamos un poco complicado.

Me encogí de hombros.

—Lo lamento Cyn, tengo demanda ese día. Necesitamos prepararnos, así que te ocupo cerrando el Moonlight.

Y pasó. Asentí débilmente. Accedí a su necesidad y desistí de la mía. Como siempre, como hoy, como mañana, como todos los días.

MagicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora