II. Conociéndonos

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Estaba a la mitad de la primera semana de mis exámenes, el siguiente era de química, también odiaba esa materia pero lo presenté sin problemas; las guías de estudio estaban ayudándome mucho tanto como método de estudio y para subir esos tres puntos, Cristian y sus amigos seguían sin aparecer y ya era miércoles, si para el viernes no regresaban me quitarían un gran peso de encima. Pero esa tranquilidad y despreocupación se esfumaron cuando al salir del salón vi a richie y tiburón a lo lejos, estaban en el patio y yo hasta arriba en el tercer piso; no alcanzaron a verme y por eso debía aprovechar para irme corriendo a la parada de autobús antes de que me vieran; salí rápido de la escuela y siendo muy cauteloso para que no me vieran, mezclándome entre otros estudiante pero si alcanzaron a verme, cuando iba a cruzar la calle e irme a la parada escuché que tiburón gritó.

-ahí está, síguelo- los dos fueron corriendo tras de mí, era mi fin, eran mucho más rápidos que yo y la avenida estaba muy transitada como para poderla cruzar corriendo sin salir atropellado en el intento; subí el puente peatonal tratando de no tropezar con los escalones. Quizá fue el miedo o la adrenalina pero creo que fue la vez que más rápido he corrido en toda mi vida.

Llegué a la parada de autobús pero este aún no llegaba, definitivamente era mi fin pero antes de que aquellos dos brutos bajaran del puente escuché algo detrás de mí.

-psss, pod aquí, ven- era ese niño, estaba en la entrada del callejón y me hizo una seña con la mano para que lo siguiera, ¿Qué otra opción tenía? ser apaleado por Richie y tiburón o seguir a un niño de la calle a una habitación en medio de un callejón; no lo pensé dos veces y fui tras él.

Él entró primero a la habitación y yo enseguida, estaba oscuro y la poca luz del día apenas entraba por la ventana, por suerte tiburón y Richie no vieron a donde me fui pero los escuchaba desde donde estaba.

-se idán pronto, mientad ocúltate aquí- dijo el niño tratando de asomarse por la ventana, no creo que alcanzara a ver algo desde ahí.

-gracias por salvarme, ya van dos veces- le dije a la vez que trataba de encontrar un interruptor para encender la luz, lo hallé, y cuando la encendí vi mejor a ese chico por primera vez.

Era difícil describirlo en primera instancia, como dije era distinto a cualquier niño. Parecía que sus ojos estaban hundidos hacia adentro de su cara, dos líneas que eran como cicatrices bajaban desde sus dos ojos hasta cada extremo de su boca, sus parpados inferiores dejaban ver la parte roja de sus ojos como cuando uno se restira esa parte para hacer muecas frente al espejo o en una fotografía, por un momento pensé que le hacían falta los parpados superiores pero no, es que no tenía pestañas y eso lo hacía lucir raro, tenía una cicatriz en el cuello y una en la parte de arriba de su labio, su nariz era pequeña y aplastada, no tenía orejas o bueno si tenía pero eran muy pequeñas y muy distintas a unas orejas normales, eran sólo dos pequeños bultitos de carne, se veían raras; me di cuenta de que la razón por la que sus ojos parecían hundidos era porque no tenía pómulos, jamás había visto nada igual; a parte de traer el cabello largo, le llegaba hasta los hombros, su ropa estaba sucia y maltrecha pero creo que lo que más me pareció extraño es que su piel era blanca, claro con manchas de mugre pero era blanco; jamás había visto un niño de la calle con la piel blanca y no es por menospreciar mi color de piel pero es que todos los niños de la calle por lo general son de piel morena; también era sumamente delgado, casi en los huesos, quizá exageré cuando dije que pensé que era un duende o un gnomo, no era tan bajito, apenas si me llegaba a la altura del muslo considerando que soy una persona alta.

El chico fue corriendo al interruptor y apagó la luz, estaba viéndome, parece que le molestó que encendiera la luz y lo hubiera visto.

-tranquilo, no te voy a hacer daño me llamo...-antes de poder terminar de hablar me interrumpió.

El día que encontré a DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora