XV. Reunidos

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Don Guillermo me acompañó a la editorial, el correo especificaba que debía ir el 30 de noviembre para arreglar el contrato y recibir el premio pero nosotros no teníamos hasta esa fecha, había que actuar rápido; le dije a la señorita de la recepción quien era yo y que el propósito de mi visita era hablar urgentemente con el editor, al principio dudó en aceptarnos y nos dejó esperando ahí unos minutos, hasta que por un interfono habló con él, pidiéndole autorización para dejarnos pasar.

-claro que pueden pasar- se escuchó su voz a través de aparato.

La señorita nos indicó donde estaba la oficina del editor, quinto piso, segunda puerta a la izquierda, ahora trataríamos de convencerlo de que testificara en mi favor, gracias a Dios el señor Hernández no estaba enterado del asunto y no podría sobornar o chantajear al editor como lo hizo con todos los demás; tocamos la puerta de su despacho y nos recibió amablemente, cuando entramos a su oficina esta estaba llena de estantes repletos de libros, carteles con frases de distintas obras celebres en la pared y su escritorio perfectamente ordenado, se dirigió a su silla y nos saludó con un apretón de manos, se notaba que era un hombre simpático.

-con que tú eres el ganador del concurso, debo decirte que tu cuento me fascinó, es maravilloso, no por nada lo escogí como el primer lugar.

Agradecí la atención del hombre y sus palabras hacia mi obra, me presenté con él y don Guillermo hizo lo propio, nos invitó a tomar asiento y llamó a su secretaria para que trajera tres cafés, al principio el editor, de nombre Alberto pensó que estábamos ahí por el asunto del premio y el concurso pero me expliqué y fui breve, le conté desde el principio toda mi historia con Damian, sé que la he contado cientos de veces a lo largo de mi vida pero era algo de lo que no me cansaba y de lo que no estaba avergonzado para nada, le dije toda la verdad, incluso que me estaban acusando de secuestro y sustracción de un menor pero le juré y perjuré que era una calumnia en mi contra por parte de un abogado corrupto que quería vengarse de nosotros, que yo amaba al niño con toda mi alma y necesitaba recuperarlo, que lo apartaron de mi lado hace unos días y que no lo había visto en días y no tenía noticias de él; yo era el único amigo que tenía y la única familia que conocía; le pedí casi de rodillas que me ayudara y declarara a mi favor ante el juez.

El señor Alberto carraspeó un poco la garganta y sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón y lo pasó por sus ojos, mi historia realmente lo conmovió y me creyó de principio a fin lo que le dije, más porque tenía a mi abogado a un lado, no dudó ni por un segundo de mis palabras, era de las personas que reconoce la sinceridad de la gente en cuanto la ve, al igual que lo hace Melissa y su familia.

-muchacho nunca creí que uno de mis escritores tuviera una historia de trasfondo tan conmovedora pero en parte triste, supongo que tu bien sabes que escritores tan aclamados mundialmente tienen su propia historia y tú no eres la excepción, será todo un placer tenerte en mi editorial y claro que te ayudaré a recuperar a Damian, si hay algo que detesto es la injusticia en este país.

Me sentí tan aliviado y esperanzado al oír las palabras del señor Alberto, le agradecí mil veces y lo haría el resto de mi vida; definitivamente no me iba a dar por vencido en esto, cada vez se sumaba más gente a ayudarme en mi situación y eso debía ser una señal de que aún tenía un chance de recuperar a mi amigo y cuando me puse a pensar me di cuenta de que habían dos personas más que seguro estarían dispuestas a declarar a mi favor, pero primero debía hacer algunas llamadas y que al igual que con el señor Alberto, el padre de Iván no podría manipularlos porque eran personas que sólo yo y Damian conocíamos.

A lo largo de ese día hice las llamadas correspondientes y como imaginé aceptaron con gusto, eran personas que conocían a Damian y lo estimaban mucho y que creían en mi inocencia firmemente, técnicamente fueron los primeros en saber la verdad, con todo ese apoyo ya no sentía miedo, el señor Hernández podía pagarle a quienes quisiera para tratar de hundirme pero mis pruebas eran más sólidas que las de él y eso me lo confirmó don Guillermo cuando le expliqué de lo que se trataba, pero lo que en verdad me preocupaba o mejor dicho nos preocupaba era el testimonio que daría Iván, no sabía si eso sería suficiente para que el juez tomara su decisión o mis pruebas serían más fuertes que las palabras de ese niño, sólo era cuestión de horas para saberlo.

El día que encontré a DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora