Tanto tiempo en el que no había sentido el frío por dentro, las ganas de correr a un bosque, sentir mojadas las páginas de un libro abierto.
Tanto tiempo en que la lluvia no había entrado, que los truenos sonaban en el exterior y que el interior no se llenaba de nubes.
El cielo de día y noche azul.
Las nubes grises, la lluvia cristalina y transparente.
Todo es azul.
Siento el viento soplando incluso cuando la ventana está cerrada, mis manos están frías incluso si tengo las mangas del suéter hasta los dedos.
No hay ficción ni realidad en un espacio blanco, no hay eco al fondo de la habitación.
El musgo verde, no pudre la pared aún viviendo en ella.
Y la mariposa no se rompió las alas al salir de la crisálida.
El mar lleva olas tranquilas, con una fuerza impresionante.
El mar, es azul.
Y la lluvia cae, hace un sonido que rompe el silencio hueco del agua, las gotas tupidas, caen, suenan.
Extiendo mi mano a la intemperie y una pequeña gota cae, está fría, pero es sutil.
El hielo de la nevera me recuerda las gotas de lluvia, sin embargo tiene que derretirse para ser agua, lo dejo sobre mi mano, que a una temperatura más baja, sería azul.
Azul, el tono, el color, la sensación, todo, es azul.
Y quiero sentir ese azul, adentrarme y caer, pintar mi piel con el.
Quiero sentir en mi rostro esa brisa, quiero soñar y dormir sobre las nubes, poder tocar ese azul.
Y las gotas de lluvia curando todo, cayendo, escuchar la melodía que me dan al caer.
Quiero nieve, quiero caer en su suave blanco y sentir como se derrite, para ser ese azul.
Y el agua puede quedarse transparente, si tú no quieres ver su azul.
