❀ One Shots | Anime/Games ❀
❥ Éste libro será mí humilde espacio de ideas descabelladas, por lo tanto, habrá de todo ya que no me enfocaré en algo en especial.
Él se encontraba haciéndole daño al tomarla de las muñecas con tanta insistencia y, de la misma forma, martirizando su inocente pensar al querer arrastrarla con él a un vacío que ha evitado durante semanas. Ella repitió muchas veces que la soltara, pero el de grandes ojos color zafiro no se doblegaba, por lo que no sería escuchada y éste haría caso omiso a su propio ideal.
—Boruto-kun... —llamó por séptima vez al forcejear con él en un intento en vano de liberarse y alejarse de aquel rubio.
Tiene una visión básica de aquel joven que irremediablemente se asemeja a su padre en diferentes ámbitos, aun así, sin ser capaz de hacerlo entrar en razón, ambos -por petición del Uzumaki- ingresaron a las penumbras de aquel bosque a media noche. Sin saber que -más allá de lo que el rubio siente- ella está ahogándose en un vaso de agua por la inestabilidad de las emociones que se han desenvuelto como si fueran una tormenta en su interior.
—Suélteme, Boruto-kun... —tartamudeó en un hilo de voz al estar aterrada, y gracias a todos los Kages, él en ese entonces paró en seco y volteó el rostro para verla de forma indescriptible con aquellos ojos tan bonitos.
Sin embargo, es una pena que éste mismo se haya perdido al enamorarse y obsesionarse de la jovencita Uchiha, hija de su Mentor; Sasuke Uchiha.
—¿Qué ocurre? —musitó en un hilo de voz, inhalando aire para tranquilizarse y no titubear. El pulso se le aceleró y los latidos fueron frecuentes a la hora de presenciar aquel silencio.
Pero, nuevamente, él no la oyó apoyándola contra el árbol haciéndola sentir más que nerviosa, es un hecho, realmente las piernas le temblaron como gelatinas al sentirlo tan cerca. Al saber que aquel espacio personal se había roto, que el mismo había sido establecido hace unos días atrás por él.
Entonces, ella le corrió el rostro, deseando que ni siquiera la tocara.
—Mírame. —exigió con inestabilidad, sintiéndose completamente asfixiado por aquella tentación que crece en él irracionalmente. Sabiendo, muy en el fondo, que ambos por alguna extraña razón tienen cierta conexión, la cual los incita a querer sobrepasar límites que han sido impuestos de forma silente entre los dos.
Mikoto, en un intento de no parecer acorralada por el zorro, se encogió de hombros al no responderle. Oprimió los labios y cerrando lentamente los ojos volvió a negar de un lado a otro. Tragó el nudo que se le instaló en la garganta y le prohíbe el habla, para luego morderse la mejilla de forma interna para no jadear por la sorpresa que le generó sentir como el mismo Uzumaki se posicionó de rodillas ante ella y colocó la cabeza en su vientre, para luego abrazarla con fuerza.
—No te vayas. Quédate conmigo, a mi lado... —suplicó con insistencia al besar una y otra vez sobre la tela blanca del vientre de su compañera o amante.
Viendo cómo se rompía aquel joven, ella posó lentamente las manos con cariño en los cabellos dorados del presente y envolviendo sus dedos en ellos la Uchiha le propinó masajes tranquilizadores para calmar la tensión que embargó al mismo Uzumaki.
—Oh, Boruto-kun, póngase de pie, por fav... —por favor. Gimió con fuerza y retorciéndose de placer negó.
Aquel que permanece de rodillas enfrente de ella la estaba arrastrando nuevamente a ese lugar prohibido, pero que sin querer, le gustaba.
Ni siquiera se había percatado de que el mismo joven le había bajado el short negro que cubría sus vestimentas interiores de color blanco. Y ahora, dejando besos húmedos sobre la confección fina de la tela, se sintió cómodo: tenerla entre sus brazos, hacerla suya y amarla, amarla de una forma primitiva, lo volvía loco, desesperado a todo pensamiento racional que lo abandonó aquel día en donde la vio por primera vez.
Posó las manos peligrosamente en los muslos nívea de la fémina de ojos esmeralda y apretándolos levemente -estrujando aquel cutis envidiable- empezó a juguetear con la peligrosa costura de la braga para bajarla.
Pero más allá de aquella escena, Mikoto sufrió en silencio al sentir como las lágrimas se deslizaron por sus mejillas pálidas siendo consciente de que su corazón se trizó en miles de pedazos al sucumbir a su poder ocular; Había puesto a su amor en un Genjutsu, los ojos carmesí de la hermosa joven brillaron en la oscuridad de la noche, la cual marcaría la sentencia de un amor que no debía llevarse acabo. Era tóxico y los hería a los dos, por esa misma razón ella no estaba dispuesta a seguir con una ilusión sabiendo que ésta era una bazofia.
—Otoo-sama... —murmuró con lágrimas en los ojos en un hilo de voz, sintiendo como es abrazada por un brazo por la espalda. Se sintió débil, pero muy en el fondo sabe que debe seguir hacia adelante. —Esa era la única salida... —sollozó al curvar la comisura de los labios en una mueca hiriente.
Ver a el rubio recostado en el árbol en un sueño profundo le partía el alma, pero le daría ese gusto que el mismo sería el último.
—Lo lamento, Boruto-kun.
—Mikoto... —escuchó como él movió sus labios al pronunciar su nombre y más le dolió saber que sonría cuando lo hacía. —Te amo... —dolía, porque se había formado una herida irremediable en el fondo de su corazón al oírlo suspirar aquellas palabras extremadamente preciosas, porque lo hacía de manera real, suspiraba, gemía y sonreía al pronunciar con exquisitez su nombre.
—Vámonos, ya no hay nada que ver. —aquella vez un nuevo Sharingan se había echado a la luz al ser reconocido por el temible dolor de un corazón roto.
