El encuentro.

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-narrador externo-.

-Ha sido mi culpa. -Sonrió. Miró a la chica y era hermosa, sus ojos eran verde claro, su cabello castaño claro y lacio, su piel era blanca y no era necesario tocarla para saber que era la piel más suave que podía existir. No duró mucho tiempo para que Daniel notara que sus brazos estaban llenos de marcas. Tomó las manos de la chica y alzó sus brazos para verlas mejor. Instantáneamente la chica tomó una actitud defensiva contra el chico.

-¿Qué es esto?. -Dijo Daniel mientras sus ojos de color azul le penetraba la mirada a la chica.

-Es obvio, ¿no?. - Hizo una mueca y trató de seguir su camino pero este la agarró del brazo. -¿Qué diablos haces? ¡Sueltame!. -Jaló su brazo para safarse del apretón.

-¿Por qué te lastimas?. - Insistió el chico.

-No te conozco y no tengo por qué darte explicaciones sobre lo que hago o no. Deja de ser tan tarado.

El chico enarcó ambas cejas como gesto de sorpresa por la reacción de la chica, había algo de ella que le llamaba la atención, sentía que debía protegerla.

-Bueno, mi nombre el Daniel Evans; listo ya me conoces. -Embosó una sonrisa a medias.

-Y yo me llamo Helena Luuxer. Mucho gusto. -Dijo la chica con una sonrisa de oreja a oreja, algo de Dani también le llamaba la antención y a pesar de su perfecto físico no era eso lo que la hacía sentir atraida hacia él.

-¿Ya puedo saber que le pasa a tan bella dama?. -Le dedicó una bella sonrisa.

-Bueno, es mejor que me preguntes qué es lo que no me pasa, ¿Sabes? duraría dos milenios en contartelo. Mira, el asunto es que perdí a mis padres hace exactamente dos meses, mi casa es una soledad completa, perdí a mis amigos, mi vida, todo, absolutamente todo se fué con ellos. -Sonrió de lado.

-Lo siento. -El chico tenía la intensión de abrazarla, pero se contuvo. Daniel no sabía que le pasaba esa noche, el nunca era así  de cariñoso y mucho menos con una completa desconocida.

-No lo sientas, Dani.

-¿Te llevo a tu casa?. Por lo que veo no tienes auto.

-Si tengo, pero se lo ha llevado la grua.

El chico no pudo contener las carcajadas.-Al parecer hoy no es tu día.

-Nunca lo es. ¿Me das un minuto?.

-Claro. -El chico empezó a caminar a paso lento para no dejar a su nueva amiga atrás.

Helena sacó las pastillas de su bolsillo y las tiró al suelo, tapandolas con un poco de tierra. Al terminar de esconderlas, corrió un poco para alcanzar a Daniel.

Los chicos platicaron por todo el camino hasta llegar al auto; hablaron sobre diversos temas, sus intereses, aficiones y pasiones, también sobre sus sueños y anhelos.

Al llegar al carro, Daniel muy caballerosamente le abrió la puerta a la chica para que esta subiera al vehiculo. Llevaban cinco minutos de camino y se escuchaba un silencio ensordedor.

- Entonces... Aún no me has dicho tu edad, Helena. -Dijo Daniel para cortar ese silencio un poco incomodo a decir verdad.

-Tengo dieciseis años. -Respondió casi que inmediatamente.

-Así que eres menor, yo tengo dieciocho años. -Sonrió.

-Vaya. Gira a la derecha. Ya estamos llegando a mi hogar.

-Que lástima, no quiero separarme de ti. -Dijo Daniel, acompañando la frase con un puchero.

-Lo siento... ¡Frena!. -Gritó la chica. -Es aquí.

Daniel frena bruscamente y se baja del auto para abrirle la puerta a la chica.

-¿Puedo volver a verte?

-Claro que si. Ya sabes donde vivo. -Sonrió y le besó la mejilla al chico.

El amor salva vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora