Secretos a la luz.

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Luego de un rato Helena se despertó con la cabeza recostada en las piernas de Daniel y su cuerpo descansando sobre la banca; tal cual como se había dormido. Abrió sus ojos y lo primero que vió fué la mirada del chico sobre la suya, la miraba fijamente con esos ojos azúles como el cielo, Daniel le dedicó una sonrisa de oreja a oreja.

- Has dormido dos horas, preciosa. -Le acarició la mejilla.

- Me pude olvidar de todo durante ese tiempo.

-Aquí tengo tu ropa. -La alzó.

- Lástima, Dani. Te ves muy sexy sin camiseta.

- Gracias. - Dijo Daniel entre risas mientras le entregaba la ropa a la chica.

Helena rápidamente se fué al baño, para poder colocarse su ropa y solo pasaron unos pocos minutos para que saliera ya vestida; para serles sincera estaba preciosa, tenía unos shorts, unas botas cortas de color café y una blusa blanca un poco ancha y con algunos adornos.

- Te ves preciosa. - Dijo Daniel quedandose corto de palabras.

- Gracias. - Sonrió y le devolvió la camiseta a Daniel.

- Ya no podrás ver mis hermosos abdominales. - Dijo burlon mientras se colocaba rápidamente la camiseta.

- Es una lástima.

- Por cierto querida Helena, ya hemos perdido tres clases, debemos regresar.

- ve tu, yo no quiero ingresar donde están todos esos estúpidos.

- Está bien, te acompañaré en la volada de clases. - Sonrió muy emomocionado. - Además no viniste con tu auto hoy, así que necesitas de mi ayuda.

- Está bien. - Le sonrió.

Ambos caminaron hacia el parqueadero, y al llegar a este, Daniel muy caballerosamente le abrió la puerta del copiloto para que Helena subiera; y esta lo hizo luego de darle las gracias a Daniel con con gesto de amabilidad. Luego de que esta subiera, el también ingresó de manera rápida y en instantes ya había comenzado a conducir.

- Dani, por favor dejame en mi casa y regresa a la preparatoria, ¿Si?.

- No, te llevaré a montar en bicicleta. - Sonrió de lado.

- Daniel...Yo...Yo no sé montar en bicicleta.

- ¿Qué?. -Daniel no pudo contener su risa.

- ¡ No te rías! - Dijo Helena dandole un golpecito amistoso en el hombro.

- Yo te enseño. - Sonrió.

El resto del camino Helena se la pasó tratando de convenser a Daniel de que no fueran a montar bicicleta, pero fué en vano, el estaba decidido.

Llegaron a la renta de bicicletas, Helena estaba muy apenada por no saber usarla.

- ¿Va a alquilar dos bicicletas?. -Dijo amablemente el señor.

- No señor, necesito una sola por el momento. - Contestó Daniel.

El señor inmediatamente les dió la bicicleta, y Daniel ayudó a Helena a subirse, sin soltarla ni por un segundo.

Así se la pasaron varias horas, Helena se cayó unas tres veces, Daniel se la pasó riendo y al fin al cabo Helena aprendió a andar en bicicleta, o al menos no se caía.

- Te invito a un helado. - Dijo Daniel sonriendo luego de entregar la bicicleta y pagar por el uso.

- No, Daniel muchas gracias.

- ¿ No te gusta el helado?.

- No.

- Bueno, entonces te invito a cenar en tu casa y yo te cocino. - Sonrió.

- No, no, no. Gracias Dani.

- No aceptaré un no por respuesta, además no has comido nada y debes tener mucha hambre.

Daniel no dejó que Helena diera respuesta y simplemente se limitó a conducir a la casa de ella.

En pocos minutos ya estaban allá y ambos chicos entraron. Daniel instantáneamente se fué a la cocina , preparó un steak y de su mochila sacó champán.

- ¿Qué? ¿ En que momento compraste eso?. - Dijo Helena confundida.

- Digamos que desde hace unos días tenía la intensión de prepararte una cena. - Embosó una sonrisa.

Daniel sirvió los dos platos de steak y el champán, y los puso en la mesa para luego sentarse e invitar a Helena a la mesa.

Helena observó la comida con reselo.

- ¿Qué pasa?, ¿No te gusta?. -Dijo Daniel desanimado.

- Claro que me gusta. - Comenzó a comer con una mueca de desagrado que trataba de discimular. - Está muy rica. - Le comentó.

- ¿Si? Muchas gracias, Helena, es toda para tí. - Sonrió.

Habían pasado unos quince minutos y ya ambos habían terminado con su comida, pero Helena estaba pálida, no se veía bien.

- Hele, ¿Te pasa algo?. - Dijo Daniel un poco preocupado.

- nonono. - Dijo simultáneamente.

Rápidamente Helena se levantó de la mesa.

- Ya vengo. - Dijo mientras corría por las escaleras para dirigirse al segundo piso, donde inmediatamente entró al baño.

Daniel se quedó sentado en la silla del comedor un poco confundido por lo sucedido.

- Hele, ¿Estás bien?. - Gritó desde la cocina, pero Helena no le contestó.

Inmediatamente Daniel subió y vió la puerta del baño cerrada e inmediatamente la tocó.

- Princesa, ¿Qué pasa?. -No obtuvo respuesta, así que optó por abrirla a la fuerza, y al tener acceso al baño, se encontró con Helena en el suelo vomitando.

- ¡¿Qué significa esto Helena?!.

- ¡Vete!. -Gritó.

- No, no me voy. - La tomó en sus brazos y la cargó llevandola a la habitación de la chica, al llegar la acostó en la cama y bajó a la cocina a buscar un vaso de agua.

Mientras Daniel buscaba el agua, Helena se quedó inquieta, no podía creer que la habían descubierto, y no sabía que inventarle, ella estaba segura de que Daniel estaba armando las piezas de aquel rompecabezas. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la dulce voz de Daniel.

- Mira, tu agua. - Dijo pensativo.

- Gracias. - Secó sus lágrimas rápidamente.

- Helena, dime que demonios te sucede.

- No sé, creo que me cayó mal tu delicioso Steak. - Trató de sonreír.

- ¿ Crees que soy un idiota o qué?. - Enarcó las cejas en señal de enojo.

- ¿Ah?.

- Sí, Helena, ¿ Crees que no me he dado cuenta de que no te gusta comer y que la primera vez que te veo haciendolo vomitas?.

" Mierda" Pensó Helena, no había duda alguna, definitivamente Daniel había terminado de armar el rompecabezas.

- ¿ Qué escondes?. -Le dijo Daniel ya que Helena no le había respondido.

- Ya lo sabes, ¿No?. - Hizo una pequeña pausa. -¿ Para qué quieres que te diga lo obvio?.

- ¿ Qué escondes?. -Repitió Daniel.

Helena perdió la calma, estaba acorralada y no tenía por donde salir, ya era hora de decir lo que esconde, no había otra salida.

- ¡ Tengo bulimia!. -Gritó entre llantos. -Soy bulímica, ¿ Eso es lo que deseabas saber?. ¡Soy bulímica!. -Le repitió.

- He...Helena yo...Yo. - La abrazó muy fuerte, mientras podía sentir las lágrimas de la chica que amaba cayendo en su camiseta. No dejó de abrazarla ni por un segundo.

El amor salva vidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora