17/09/17 (Parte 2)

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Recorrimos todo el primer piso tocando puertas, algunos nos dieron el portazo y otros simple y sencillo no abrieron. Los pocos que me conocen — no soy muy sociable con mis vecinos — se acomidieron a escucharme y entendieron la problemática dejando en entredicho que platicarían con sus familias con respecto al desalojo del lugar, pero hasta ahí ninguno aceptó presentarse a declarar a favor del profesor y mucho menos hacerlo en contra de don Camilo, ¿miedo tal vez? no entendía por qué los adultos le temen tanto a ese señor.

Bastó con subir al segundo piso para responder mi interrogante, la familia que vive frente al departamento de don Camilo nos dijo que este hombre resuelve sus problemas legales a base de «mordidas» y el que va contra su dicho es caso perdido, ni el mejor abogado puede ganar un caso contra él así tenga todas las pruebas en su contra. Corrupción en su más puro estado, valga la paradoja.

Una cosa quedaba clara, sería aún más difícil de lo que pensamos, pero no nos dimos por vencidos, así que continuamos con nuestra labor. Uriel estuvo a nada de tocar en el departamento de don Camilo, pero alcancé a percatarme y le hice una señal que ahí no.

Caminamos sobre el pasillo y dos puertas adelante de la de don Camilo, nos abrió la esposa del hombre que abogó por la razón en el conato de riña del día de ayer.

—Buenas tardes, señora, perdón la molestia, pero queríamos hablar con su esposo —dije haciendo que Susy y Uriel se acercarán.

—Hola, Marifer... perdón, mi marido está dormido, después de lo de ayer lo veo muy pensativo, me dice que piensa en las palabras del hombre de protección civil —dijo invitándonos a pasar.

—Justo de eso vinimos a hablar
—dije al momento que pasamos a su departamento. Al poco rato el señor despertó y hablamos de la situación, en todo momento se mostraron empáticos con nosotros y dispuestos a ir hasta las últimas consecuencias contra su arrendador. Dijeron que venían pensándolo desde la semana pasada que don Camilo los reunió a junta callando a todos con supuestos descuentos, para que nadie hablara sobre los severos daños que sufrió el edificio el jueves pasado y enviando un emisario que mediante pruebas y argumentos falsos evitó que protección civil checara el inmueble.

Sin duda el suceso de ayer había terminado de despejar las dudas de la pareja y tras una hora de charla nos despedimos quedando de comunicarnos cuando fuera el momento de presentarse a declarar.

Al parecer con tres testigos sería suficiente, no había para qué seguir tocando puertas, la pareja se encargaría de difundir el informe con el resto de los vecinos para convencer al mayor número de personas de abandonar el edificio.

Íbamos pasando junto al departamento de don Camilo para dirigirnos a las escaleras cuando salió Lorena, su atuendo se me hacía familiar por algún motivo que sigo sin explicar, al verme rió con ironía y me barrió de arriba a abajo con la mirada.

—Pero si es la hija del borracho del treinta y dos, yo ya te hacía en Michoacán con tu mami llorando porque arrestaron a tu papá postizo.

Un silencio se apoderó del ambiente. Uriel, quien comenzaba a bajar las escaleras se regresó y me tomó de los hombros, Susy miró a la joven con recelo y un tanto inquieta.

—Te advierto que no sabes con quién te estás metiendo —dije intentando contener mi ira, una vez más sabía que si liberaba mis impulsos la situación empeoraría.

—Los que no saben con quién se están metiendo son ustedes, mocosos inútiles —dijo Lorena encarándome, su actitud era tan similar a la de su padre que parecía estar viendo al señor pero con varias décadas menos y en versión femenina.

Mi paciencia había llegado a su límite, y su error fue incluir a mis amigos en sus insultos, así que sin pensar en lo que pudiera pasar solté una cachetada plantándola con coraje sobre su mejilla. Lorena quedó por unos instantes volteada hacia su derecha y sobando su rostro, al momento que ella iba a responder la agresión Susy le detuvo la mano con toda su fuerza.

—Creo que lo tenías muy bien merecido, nena —dijo mi amiga aventando la mano de la susodicha y parándose ante ella con una actitud que en mis más de diez años de conocerla nunca antes le había visto.

—Deberías dejar de creerte la dueña del mundo, una bonita ropa no define tu valía ni te hace mejor persona, existe algo que el dinero no puede comprar, se llama humildad —concluyó. Lorena comenzó a retroceder volviendo a sobar su colorada mejilla para entrar de vuelta a su departamento sin apartar la mirada de mi amiga que en ningún instante se intimidó. Al entrar azotó la puerta con coraje.

Susy le había dado una cachetada con guante blanco dejándonos a todos sin palabras, la chica dejada que nunca había respondido y solo ignoraba a los buscapleitos había canalizado sus emociones de la mejor manera solo con el afán de defenderme, evitando un nuevo conflicto que nos costaría caro a todos. En fin, al menos no me quedé con las ganas de darle su merecido a Lorena. Uriel me abrazó para que me relajara y los tres volvimos a dirigirnos a las escaleras.

Al pasar en el descanso del segundo piso miré hacia arriba, quise subir por un momento para ver a mi padre pero sentí que eran suficientes problemas como para ir en busca de otro, aparte soy un poco rencorosa y no olvidaría jamás cómo jaloneó e insultó a mi mamá, así que preferí seguir mi camino para abandonar el lugar, nuestro objetivo por hoy estaba cumplido y eso era lo importante.

Salimos del edificio y logré percatarme que Lorena se asomaba por su ventana al tiempo que subíamos a la camioneta. La misma ventana en que aquel día nos espiaba, sin duda ella era la que seguía nuestros pasos todo el tiempo y sabía de mí y mi familia más de lo que yo imaginaba.

—Mañana te veré durmiendo bajo un puente con tu padre sin trabajo y tú profesor refundido en la cárcel, porque ni creas que volverás a pisar esta casa —gritó berreando de coraje.

—Lo que digas, querida —dije al tiempo que don Leonardo arrancaba y nos alejábamos del lugar.

Regresamos a casa de Susy y después de cenar todos nos fuimos a las habitaciones, don Leonardo armó una cama en el cuarto de mi amiga y nos dio las buenas noches. A los pocos minutos Susy se quedó dormida con las hojas del discurso que dará mañana en las manos, con cuidado lo tomé y lo puse entre sus libretas, tapando a mi amiga con sus calientitas cobijas.

Hace algunos minutos sonó el celular y conteste rápido para que su timbrar no despertara a la rubia durmiente.

—Hola, mamá —susurré al abrir la llamada.

—Hola, mi cielo, perdón por llamarte tan tarde, pero estuve ayudando a tu abuelita con algunas cosas de la casa —respondió.

—Ya veo, hablo quedito porque me quedaré en la habitación de Susy y ella ya está dormida, pero no te preocupes don Leonardo armó una cama para mí... ¿hablaste con mi tío Eugenio? —pregunté hablando lo más bajo posible.

—Justo quería hablarte sobre eso también. Tu tío no está aquí en Morelia, salió en plan de trabajo y vuelve hasta el martes por la tarde, así que tendré que quedarme un par de días por acá para esperar su regreso —dijo un tanto desanimada por tener que estar lejos de mí por más tiempo de lo planeado.

—Ya te dije que no te preocupes, ma, tú misma dijiste que estoy en buenas manos ¿no? —le pregunté.

—Tienes razón, cariño. Ahora mejor ve a dormir porque mañana toca escuela y acuérdate de la promesa que hiciste.

—Sí, mamá... lo tengo presente todo el tiempo, descuida. Igual duerme, debes estar cansada del viaje, hablamos mañana, besos —dije despidiéndome.

—Descansa, cielo —respondió finalizando la llamada.

Ahora solo queda esperar a mañana, don Leonardo quedó de comunicarse a primera hora con el abogado del profesor Olvera para informarle que ya conseguimos testigos y que pueden presentarse en cuanto lo requieran, espero que esta vez las cosas no se salgan de control.

Marifer.

Amor entre escombros ©️ ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora