Capítulo 31 (I)

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Canción para lectura: Supermarket Flowers -Ed Sheeran

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—Hola Neith ¿y ese milagro? –saludó Elena Villalba con cierta acusación en el tono divertido de su voz, iba saliendo para el apartamento de Astor, movida por sus llamadas no contestadas y los mensajes sin leer; desde el día en que se cruzaron a la salida de la universidad la muchacha no había recibido noticias de él. «Seguro le robaron el celular» pensó para tranquilizarse la mañana siguiente.

El hermano mayor de la escritora no se rió como Elena esperaba que sucediera. Él no dijo nada, sólo se escuchó un suspiro pesado y eso fue suficiente para hacerla detener en un supermercado cerca a la estación de buses.

—¿Pasa algo? –preguntó mientras sentía que la garganta se le cerraba, pronosticando la catástrofe.

La voz de Neithan sonó rasposa como de quien ha estado llorando o gritando por largo tiempo.

—La abuela Lena, la abuelita se nos fue –respondió y después el vacío sonoro, interrumpido por el succionar de una nariz mocosa y unos cuantos sollozos contenidos. Neithan Villalba luchaba por no desmoronarse, se encontraba a más de 800 kilómetros de su madre y con ella, sólo con ella, se permitía quebrarse, poco le importaba estar cerca de la treintena.

Los ojos azules le picaron y ese calor desesperante que se sube por toda la espalda se le encaramó.

—¿Qué? –fue lo único que pudo decir. Parpadeó mirando los lácteos, esperando una respuesta, todo en ese momento le pareció tan irreal...

—Mamá me acabó de llamar –otro salto en su voz—, la abuela falleció hace media hora. Mamá estaba con ella y salió a la cocina a traerle un poco de avena, cuando regresó parecía estar durmiendo, pero no era así.

Elena se quedó muda y sólo una gotita resbaló por su mejilla. Esperó un poco a ver si de pronto la sacudía una explosión de agua, pero no sucedió. Esperó a ver si algo se le desgarraba en el pecho, pero no sucedió. Esperó, esperó en silencio el sufrimiento, pero no estaba llegando.

Neithan habló de nuevo, en un tono casi frío, demasiado objetivo.

—Estoy comprando boletos de avión para mi tía y para ti, mamá debe estarle dando la noticia en este preciso instante –otra succión nasal violenta y rápida—. Llegaré al aeropuerto de la capital en dos horas, tomaremos el mismo vuelo los tres así que debes estar pendiente y cuidar de mi tía Paula mientras llego –le daba instrucciones como fuera una chiquilla.

—Lo entiendo –afirmó sentándose en el pasillo recostada a los estantes.

—Lena –dijo con melancolía su hermano.

—¿Sí?

—Te amo y dile a mi tía que también la amo –las palabras lloraban.

—Yo también te amo, Neith. Nos vemos en unas horas.

Neithan colgó.

Elena se levantó. Aún todo lucía demasiado ficticio. Salió del supermercado y caminó sobre sus pasos en dirección a la residencia que compartía con Paula. En el camino las oraciones de su hermano retumbaban en su cabeza, iban y venían con los recuerdos de su abuela riendo y besando a su bisnieta, su madre cantando viejos coros con ella, su padre haciéndole bromas sobre los brownies y la dieta. Y todo seguía siendo tan distante...Es que no lo sentía como pensaba que debía sentirlo. Más lágrimas salieron al avanzar y se paró un par de veces porque los sollozos se robaban parte de su aire al andar. Sin embargo, no saboreaba la ira, ni la tristeza irremediable de un duelo, no se sentía morir, ni patalear, ni pelear, ni blasfemar, ni echarse en el piso. Es decir, lloraba pero sin deshidratarse y como no lo entendía, concluyó que estaba en estado de shock y que en cualquier momento sería embestida por la realidad de la muerte tal y como se suponía debía ser.

Plagiados AnónimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora