Capítulo 20 (I)

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Un estridente ruido hizo que la pelirroja se levantara sobresaltada de su cama. Tardó unos segundos en comprender que ese molesto sonido era el tono de su celular, era miércoles y cualquiera que la conociera sabría que no se despertaba hasta después de las 8 am. Revolvió las sábanas de su cama hasta dar con el aparto y contestar justo antes de que mandara a buzón.

—¿Aló?—contestó Elena con la voz un poco ronca y quitándose las lagañas con la mano derecha.

—Señorita—la voz de Robín le hizo cosquillas en el oído y aunque sonrió, ya no estaba igual de nerviosa que la vez en que dieron ese paseo por el boulevard.—¿Te desperté?—preguntó con lo que ella se podía imaginar una mueca divertida.

—Son las 6:30 de la mañana, Rob.

Su risa casi infantil atravesó los kilómetros.

—Pensé que ya habías dejado las malas costumbres.

Robín solía pasar mucho tiempo con el padre de Elena cuando era más chico y muchas veces se la encontró en el pasillo de su casa, despeinada y recién levantada; eso sin contar las ocasiones en que viajaban como equipo en Light. Recordarla así llenaba al bailarín de ternura y sentimientos a los que no había prestado atención hasta hace algunos meses.

—No es una mala costumbre cuidar el sueño—se excusó Elena con un dejo de comedia.

—De acuerdo, de acuerdo. Creo que no podría convencerte de lo contrario, pero esa no la razón de mi llamada, pequeña Aurora.

La pelirroja volvió a lanzarse en su cama, a pesar de saber que no podría volver a conciliar el sueño. Una vez despierta, su cerebro parecía no querer parar hasta tarde en la noche.

—¿Entonces?

—¿Recuerdas que te dije que te ayudaría con el asunto del plagio?

Elena se sentó en el colchón, con la espalda erguida, atenta.

—Sí...

—Bueno, la semana pasada me encontré casualmente con una amiga de la universidad, hace mucho que no hablábamos y en medio de tema y tema llegamos a ti. Le comenté todos los inconvenientes que surgían por la falta de protección de la novela y el seudónimo del autor. Entonces ella se ofreció a ayudarnos.

—¿Cómo?

—Trabaja haciendo sus prácticas en Radio Verso, ¿la conoces, verdad?

—¿Estás bromeando? ¡¿Quién no conoce Radio Verso?!

Robín volvió a reír.

—Hay gente loca, Ele. El punto es que se le ocurrió contactarse con la editorial, para conseguir una entrevista con el autor, tardó un poco con encontrar al editor específico del hombre, y digo que es hombre porque el tipo con el que habló mi amiga se lo dijo. Ayer le dieron respuesta y cayó. Elena, tu plagiador asistirá a la emisora la próxima semana para contestar unas cuantas preguntas acerca del libro—Robín estaba emocionado, se denotaba en cada palabra—, ¿sabes lo que significa?

—Tu amiga sabrá como es mi plagiador físicamente—Elena no podía creerlo, estaba a punto de echarse a reír y llorar al mismo tiempo.

—No sólo eso, tu plagiador probablemente vive dentro del país, incluso podría ser tu vecino o el mío. La radio le va dar un porcentaje para transporte, porque no quieren y tampoco nos serviría demasiado que el hombre no se presentara en la emisora.

—Pero, Rob, eso no es lo que suelen hacer las radios.

—No, no suelen hacerlo porque prefieren gastar sus recursos en otras cosas.

Plagiados AnónimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora