Prólogo

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REPITO, AQUÍ HAY PURA MIERDA ESTEREOTIPADA PERO SI TE GUSTA CONTINÚA.

No tenía idea si era ira, felicidad o tristeza, pero algo era seguro. Ella provocaba mezclas de sentimien-
tos extraños en él.

Conducía su auto despacio, tal vez meditando sobre su siguiente acción o simplemente saboreando la suave brisa de los últimos instantes de su vida. Sus mejillas palpaban un caliente líquido, pero sabía exactamente que eran lágrimas de felicidad. La volvería a ver. No sabía que habría mas allá de la señora vestida de negro: la muerte.

Pero...

Aún guardaba fe de aquello.

Él pensó en darle su final y su comienzo. ¿Que comienzo? Pues. La eternidad.

Cerró un instante sus párpados, y lo pensó. Se iría sin haber disfrutado ni la mitad de su vida, pero quién era él para reprochárcelo. Tal vez hubiera muerto al día siguiente, o probablemente en unos cincuenta años más, se marchitaria  con el paso del tiempo y tendría el final que tenemos destinado todos. La muerte.

La perspectiva del suicidio cambió para él, siempre pensó  que sería la forma mas errónea e incorrecta para dejar de existir, pero ahora, solo ahora creía que no es tan malo al final. Si lo haces por aquella persona, por aquella persona por la cuál marcarías tu fin, y sin embargo tu comienzo.

Él no podría asegurar que ella era el amor de vida, ese amor que todos buscan, pero de algo que si está convencido es de lo que siente, aquello que hace a su pecho palpitar con fuerza y la sangre estremecerse en sus venas con tan solo el hecho de imaginarlo.

Una sutil sonrisa se cruzo por sus enrojecidos labios, cerró sus empañados párpados y apretó el acelerador con fuerza.

La gente común lo llama amor. El prefiere llamarlo el infinito. ¿cuál es la razón?

Simple.

El infinito es más grande.

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