Elian siguió pensando sobre a que se refirió Elric cuando dijo Princesa Demonai. A ella le había llamado Reina, un título bastante loco que no sabía de dónde lo había sacado, y no obstante con esta locura, ahora decían que su mejor amiga era una Princesa.
Todos en el lugar parecían conocerlas, perecía que sabían todo sobre ellas y esperaban que se portaran como las soberanas que decían son, resolviendo la situación a su alrededor. Elian esta vez no entendía, o tal vez si se daba una idea, pero no tenía bases de lo que estaba pasando como para tener un buen argumento que desacreditara lo que pasaba a su alrededor.
— Debes mirar algo, Reina Elian —Elric esta vez ya no tomaba el camino como todos lo hacían, por las escaleras para bajar de esa torre. Esta vez hacía muestra de su poder y abría un portal directo al destino que quería mostrarle a la morena de chinos, y con un ademan, le indicaba que pasara por el—, ¡sígueme! —atravesaba él primero.
Con algo de molestia por todo lo que acaba de pasar, y ahora estando fiscalmente con aquel que volvió sus sueños en pesadillas, muy a su pesar, Elian lo siguió, claro, sin soltar la arma en sus manos, ya que mujer prevenida valía por dos.
Elric del otro lado del portal ya se encontraba en un gran recibidor, aquel de la entrada principal del Castillo blanco. Esperaba que Elian atravesara y en cuanto lo hizo, cerraba el portal. El hombre alto de cabellos blancos caminaba hasta unos retratos sobre la pared, parecía que dichos retratos conmemoraban a personajes célebres de Ártica. Elian no pudo evitar mirarlos, los rostros de cada retrato eran únicos y con un encanto muy especial.
El primer cuadro mostraba a un hombre joven de complexión delgada. De cabello negro con unos ojos azul zafiro y cejas oscuras. En apariencia podía notarse que era un rompecorazones muy vanidoso, coqueto, y muy encantador.
Elian siguió caminando e iba al siguiente retrato. En este pudo admirar a una bella joven de piel pálida y rostro triangular. Los ojos de ella a pesar de ser color negros, tenían un brillo que trasmitían tener vida. Su cabello color negro, largo y muy abundante, era lo que mas predominaba en ella. Esta joven en palabras simples, para Elian, se describía como "bonita".
El recorrido aún era bastante largo para llegar a donde Elric la esperaba. Elian siguió observando uno a uno los retratos y no dejaba de sorprenderle la belleza física de cada una de las personas retratadas. Hombres, mujeres, todos de una edad promedio que no pasaban de los veinticinco años de edad. Todos con una belleza única y diferentes tonos de piel, morena, blanca, oscura. Con miradas determinadas, compasivas, voluntariosas. Elian al verlos, se preguntaba si ella podría reflejar eso en una fotografía, si ella fuera retratada también podría verse hermosa como todos ellos. Y entonces llegaba al cuadro mas grande entre todos, el lugar donde Elric la esperaba.
—Ven aquí—. Elric se colocaba a un costado de el retrato que quería que Elian mirara más que todos los demás.
La morena de rizos al irse acercando no pudo evitar que sus ojos se abrieran de par en par. No podía creerlo, no creía que fuera posible.
El retrato contenía la imagen de una hermosa mujer, con cabello largo dorado en rizos que brillaba a la luz del sol. De ojos azul turquesa brillantes, con un anillo sutil color plateado alrededor de sus pupilas. La mujer era una ejemplificación de una Valquiria Nórdica, con un cuerpo estrictamente tonificado, bendecido con curvas impresionantes y senos bien formados. Por otro lado, Elian notaba esa determinación en su mirada, esa mujer no se dejaba de nadie, y quien se atreviera a dañar su reino, recibiría su respuesta con el triple de fuerza.
—¿Se te hace conocida? —el Creador quería que la morena de rizos lo dijera, que ella misma entendiera lo que significaba ser Elian.
—¿Cómo es posible? —era obvia la reacción de la chica, un trancazo a sus inseguridades—. Soy...yo, pero no soy yo.
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Á R T I C A (En Progreso)
FantasyErendi era una chica normal, pero como muchos ,su vida no era aquella que siempre espero, a diario sentía un vació interior que no podía llenar, ¿pero por qué? Cada noche, Erendi miraba en su ventana, o se sentaba en la acera de su hogar a observ...