El pueblo mas cercano se encontraba a dos horas de camino, por donde iba todo el grupo de esos desalmados hombres, pero aunque tardaran este tiempo en llegar, era una mejor idea, que tratar de esconderse entre la maleza de el bosque cuando llegara la guardia real; sus cabezas tenían recompensa.
Así que no les importaba tomar ese camino empedrado y lodoso, al fin, ellos iban montados sobre sus caballos, los que tenían que lidiar con eso serían los pobres animales.
Debido a que sabían perfectamente lo que se contaba de ese Bosque, todos iban en silencio prestando atención a su alrededor, a la mas mínima señal de movimiento y escuchando con atención los sonidos; nadie quería morir a manos de una bestia antigua.
Una hora después, todos se relajaban, ya que podían ver a la lejanía, las luces de las antorchas del pueblo que planeaban saquear. El camino no había mejorado, el cuerpo de Erendi rebotaba sobre las piernas del grande sujeto, haciendo que despertara y unas nauseas la invadieran por tan abrupto andar. Sin embargo se daba cuenta que aún se encontraba en poder de esos hombres, iba atada de pies y manos, como si en verdad la pobre chica golpeada, de estatura baja, y complexión delgada, representara un gran peligro para semejantes hombres.
¿Erendi alguien peligrosa?
¡Ja! Ni en sus sueños se miraba a ella misma como una amenaza para una mosca.
Al ver esto, Erendi quería expresar lo que pensaba, pero traía una mordaza, tal vez pensaban que al despertar, podría ser muy escandalosa, y armar una escena delatando las intenciones del grupo de bandidos, antes de llegar a su objetivo.
Siguían andando a caballo, el grupo de bandidos decidía salir del camino, y de nuevo tomaban la profundidad del bosque como cobijo. Al ver que ninguna bestia maldita se había aparecido, creían entonces que todo lo que se decía del Bosque Mrak, solo eran rumores, para ahuyentar a personas como ellos. Erendi en todo este tiempo trató de mirar su alrededor, observando algo que antes no había notado, los mercenarios llevaban al final de la hilera, a otras chicas dentro de una carroza abarrotada ¿por que a ella no la habían puesto en ese lugar?
Aunque pensándolo bien, de haber estado en esa carroza, rodeada de todas esas chicas asustadizas llorando, Erendi habría sufrido de estrés, y sus pensamientos se hubieran nublado, perdiendo la poca temple que le quedaba, para actuar cuando tuviera la oportunidad.
El tiempo seguió transcurriendo, Erendi en todo el camino permaneció quieta, esperando el momento adecuado, y llegada la noche, ya se encontraban en un pintoresco pueblo, una aldea construida en piedra roja, el mismo que habían visto a la lejanía.
Las riendas de el corcel blanco que llevaba al jefe bandido corpulento, se tensaban y el animal paraba su andar, al ver esto, todos los demás se quedaban quietos y empezaban a desmontar. Las chicas fueron bajadas de donde habían estado viajando, y amordazaban a cada una de ellas para después, ser amarradas a un gran roble en las afueras de esa aldea, y así, se aseguraban de que ninguna de ellas pudiera escapar.
—¿Disfrutaste el viaje? —decía el hombre robusto, tomando por sorpresa a Erendi —pero ya se acabó el viaje.
Así como la subió a su regazo sin cuidado alguno, de la misma manera la tomaba de sus ropas, a la altura de su cintura y la dejaba caer al suelo. La pobre chica caía con el rostro directamente en el suelo, al no poder usar sus manos.
—¡Atenla con las demás! —gritaba el mandamás, mientras señalaba en dirección al roble.
Obedientes, dos de los secuaces del hombre se acercaban a Erendi, y uno de ellos tomaba uno de sus pies, para luego arrastrarla por los suelos hasta el gran árbol. Mientras el segundo, aflojaba un poco la cuerda guía que unía a todas las chicas, para que pudieran amarrar a Erendi con ellas. La de cabello lacio aprovechaba la oportunidad, y usaba el amarre de sus muñecas, para poner una distancia pequeña en el amarre final, y así, tuviera un espacio flojo para poder escapar cuando nadie las vigilara.
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Á R T I C A (En Progreso)
FantasíaErendi era una chica normal, pero como muchos ,su vida no era aquella que siempre espero, a diario sentía un vació interior que no podía llenar, ¿pero por qué? Cada noche, Erendi miraba en su ventana, o se sentaba en la acera de su hogar a observ...