Prólogo

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Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Sommer (DCCS)- 7.14 am

Tras saludarse como todos los días, Rogers y la mujer anciana dieron una pequeña charla mientras subían el ascensor.

[...]

-¿Cómo va con lo del juicio?

-Ya se hace más difícil... sinceramente ya no sé qué hacer – Mencionó la anciana con tono preocupado y gesto cansado

-¿Le puedo dar un consejo señora White? – Preguntó el hombre

-Está bien Rogers

-Deje ese caso... sabe, mi abuela estuvo también en un momento así. Siempre metida en el juicio de la propiedad y a pesar de tener ya una casa; la entiendo pero... no sirvió perder todo ese tiempo y dinero.

La señora White se quedó callada y mirando a Rogers de manera pensativa. El ascensor abrió sus puertas, el hombre asintió con la cabeza levemente y prosiguió a decir:

-Que tenga buen día señora White

Rogers se despidió de la anciana, salió del ascensor y se dirigió a la habitación del conserje, la cual era suya. Una vez ahí tomó unos objetos de limpieza, salió del cuarto, miró a todos los empleados, doctores, científicos y guardias caminando de un lado a otro... dio un suspiro y empezó a trabajar.

Horas y horas barriendo el piso, encerando, trapeando, revisando los baños, etc. Una vez terminada la limpieza de la sala, tenía que dirigirse al pasillo del laboratorio principal cruzando una puerta resguardada por dos guardias; y al final del pasillo otra puerta mucho más grande, más asegurada aun, que daba paso al laboratorio. Su trabajo solo consistía en mantener limpio aquel extenso pasadizo. Tras media hora, mientras Rogers enceraba el suelo, un guardia pide que se retire un momento y, sin ninguna pregunta, él hace lo que le dicen. Al cruzar la puerta de salida escucha las quejas de un hombre: "¡NO! ¡No lo hagan!". El guardia le dice a Rogers que ignore aquello, entonces el hombre que se quejaba aparece. Tenía un aspecto esquelético, de pelo largo que le llegaba a los hombros y una dentadura horrible; estaba atado a una camilla y siendo transportado por un par de guardias y un doctor. Aquel sujeto delgado miró a Rogers y exclamó :"¡TÚ, ayúdame!¡No dejes que me lleven!". Esto inquietó a Rogers, por lo que el guardia le calmó e hizo que esperara mientras llevasen al tipo de cabello largo hacia el laboratorio. Después de que los oficiales ingresaron con el hombre atado , el guardia dejó que Rogers continúe su trabajo.

Al finalizar su jornada completa, Rogers dejó los objetos y herramientas de limpieza en el cuarto del conserje y seguidamente se dirigió al ascensor. Desde dentro, se percató de dos guardias sacando el cuerpo sin vida del laboratorio de aquel hombre delgado que habían llevado anteriormente; para cuando uno de los guardias cruzó la mirada con Rogers, el ascensor se cerró . Rogers vio su rostro en el reflejo de las plateadas puertas del ascensor, su mirada expresaba inquietud.

Una vez abajo, las puertas metálicas se separaron y Rogers bajó de ahí, se encontraba en el principal y primer piso del edificio, fue a su casillero a dejar su ropa y recoger sus cosas. Salió del DCCS, ya eran las ocho de la noche, caminó hasta su auto y condujo hasta su hogar.

Al llegar a su casa buscó a su hermano Martin, quien se quedaba a dormir en la casa de Rogers debido al poco dinero que tenía. Esa noche no se encontraba ahí, había dejado una nota, se quedaría horas extra en su trabajo. Rogers se preparó un café y un par de emparedados; se sentó en su sofá, prendió la tv y se puso a descansar... al cabo de una hora se quedó dormido.

A la mañana siguiente sonaba el despertador de Rogers, eran las 6:00 am, preparó su desayuno, tomó sus cosas y se puso en marcha a la Central.

Llegó al lugar, estacionó su auto donde siempre; entró al edificio, se puso su uniforme y subió el ascensor. Otra vez empezaba la rutina... al llegar al cuarto del conserje se percató que dejó las llaves en su casillero, relajado como siempre, volvió en sus pasos hacia el ascensor, bajó al primer piso y fue a coger sus llaves. Mientras caminaba devuelta al ascensor, vio alterados a los uniformados que vigilaban las cámaras, uno tomó su radio del hombro y dio un aviso que Rogers no llegó a entender. En medio de su atención, interrumpe la señora White, quien lo saluda amigablemente. Rogers quita la vista de los guardias, saluda a la señora White y la acompaña al ascensor. La anciana presionó el botón hacia su piso, y antes de que cerraran las puertas se escucha "¡Un momento!". Una señorita rubia, de tacos y vestido rojo, se hizo presente; Rogers impuso su brazo a la entrada del ascensor, haciendo que los sensores de las puertas evitasen que se cierren.

-Gracias – Dijo la rubia mujer

-Se te hizo tarde querida. - Mencionó la senil mujer

-Lo sé señora White, tenía que dejar a los niños en el colegio, Carlos no llegó anoche

-¿En dónde anda tu marido?

-Trabajo, señora White. – Respondió haciendo un gesto inseguro

La anciana miró a Rogers y mencionó: "Señorita Jones, le presento al señor Rogers". Quien miró extrañado a la mujer y mostró una sonrisa amigable - Un gusto - Dijo.

Las luces del ascensor empezaron a fallar, las tres personas miraron hacia arriba preguntándose qué pasaba

-Tendrás que revisar eso Rogers.- Mencionó la señora White

-Creo que será lo primero que veré.- Respondió el conserje

El ascensor llegó al piso, al abrirse las puertas se desató la locura. Rogers observó cómo la gente corría, había un par de cuerpos sin vida por el suelo, eran los guardias y la sangre fluía. Frente al ascensor, estaba un hombre desnudo, este volteo mostrando su boca enjuagada en sangre. Rogers reconoció esos dientes desalineados y el cabello largo... era aquel hombre de ayer, el que creía haber visto sin vida; rápidamente atacó a la señora White, quien no pudo defenderse más que con su senil brazo. El sujeto desnudo empujó a la anciana hacia el fondo del ascensor mientras mordía su carne, el cuerpo de la señora White aplastaba a Rogers contra la pared de metal y, sin pensarlo, este empujó a la anciana junto con el hombre fuera del ascensor - ¡Cierra la puerta! – Exclamó Rogers, dirigiéndose a la señorita Jones.

Las puertas del ascensor cerraron, quedando dentro Rogers y la mujer de vestido. Los gritos de la señorita Jones pararon un momento y Rogers quedó tirado en el suelo. Ambos estaban aterrados, el ascensor empezó a bajar y, en segundos, quedó sin iluminación y estático.

-¿Qué fue eso? ¿Qué hiciste? ¡La señora White! - Exclamó la mujer en llanto

-¡Cállate, déjame pensar! - Respondió Rogers con la misma violencia verbal.

Quedaron unos minutos adentro del ascensor a oscuras, la mujer no dejaba de llorar y llamar por su teléfono, mientras Rogers buscaba alguna salida. Minutos más tarde el ascensor empieza a descender rápidamente hasta chocar con el suelo. Rogers y la joven mujer quedan impactados tras el golpe, pierden el equilibrio por un momento hasta que pueden ponerse de pie.

-¿Qué sucedió? – Preguntó la atemorizada mujer

- Creo que caímos al sótano, ayúdame a abrir esto – Respondió Rogers mientras ponía sus manos en la abertura entre las puertas del ascensor

Ambos abren las puertas con dificultad hasta poder salir. Aquel lugar estaba iluminado de un color verde, había cuerpos tirados y varios equipos de laboratorio. La mujer se acercó a uno de los cuerpos en el suelo, este al parecer tenía vida y volteó hacia la señorita Jones. Rogers estaba distraído observando el lugar hasta que el grito de la rubia lo asustó, Jones estaba siendo golpeada brutalmente por aquel hombre a su lado. El hombre, asustado, fue corriendo hacia el pasadizo de las escaleras que llevaban al primer piso, subió rápidamente hasta encontrarse con la puerta. Muy desesperado, saca sus llaves de conserje y busca la del sótano. Los gritos de aquella mujer eran horribles y desesperantes para Rogers, la mano le sudaba y pareciera que la llave del sótano no era la indicada. Tras unos segundos de silencio, Rogers supo que la mujer estaba muerta, logra insertar la llave y salir de ahí. Al encontrarse en la planta observó que no había nadie a su alrededor, tras las grandes paredes transparentes divisó lo que pareciera una armada de todo tipo de policías. Sin pensarlo, salió del edificio a pedir ayuda. Cruzó la puerta gritando "¡Auxilio!", los agentes en el exterior tenían apuntando sus armas hacia Rogers; el hombre alzó los brazos, se quedó quieto donde estaba y dijo por segunda vez "¡Auxilio! ¡Hay dementes ahí dentro!". Después de que Rogers hablara, se oyó la voz de un agente en el megáfono "¡Nadie sale ni entra!". Esto dejó en Rogers una mueca preocupada y en sus ojos el temor por los cañones; soltando un "¡No!" como últimas palabras, recibió cinco disparos en el pecho y seguidamente su cuerpo cayó al suelo, que pronto se pintó de rojo. 


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