Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Sommer. Día jueves – 2:46 pm.
Miller salió de la carpa apresurado, caminaba lo más rápido que le podían permitir sus ajustados pantalones negros. Sus pasos eran cortos pero veloces, se movía tan rápido que no se notaba el mechón de cabello que se le meneaba en la frente. EL delgado sujeto llegó al origen de los disparos, sus hombres acababan de derribar a tres a "enfermos" que habían salido del edificio
-¡Señor! – Gritó uno de sus soldados, se puso erguido y descansó su arma
-Sargento Anderson, descanse. ¿Qué pasó? – Preguntó Miller
-Un hombre se tiró de una de las ventanas del edificio, señor.
-¿Y entonces?
-Tres personas enfermas salieron por ahí. También se tiraron, señor; sin embargo, dos no murieron, señor
-¿Qué? – Miller frunció el ceño, y pidió una explicación.
-Sus cuerpos quedaron en el suelo, hechos polvo, con huesos fracturados e inmovilizados, pero... no parecían sentir dolor, aún estaban vivos.
El agente Miller movió las cejas hasta arrugar su frente, se tomó el mentón y decidió dar sus órdenes.
-El virus está actuando – Murmuró; acto seguido, levantó la voz para que todos le oyeran. – ¡Quiero que inicien cuarentena alrededor de edificio, vigilen las ventanas y despejen el lugar!
Como si se tratara de una mala broma del universo, al acabar las palabras de Miller, personas de dentro del edificio empezaron a arrojarse por las ventanas. Los soldados empezaron a disparar a todo aquel que saliera de ahí. Los sujetos que sobrevivían a la caída, que no eran pocos, eran veloces y costaba más de tres balas asesinarlos. Aquellas personas parecían ser bestias, corrían fuera de los límites humanos y, en pequeños descuidos, ya tenían derribados a los militares. Miller observó cómo, en el momento en que uno de sus hombres recargaba su arma, uno de los enfermos arremetió en segundos hacia el militar; dio un salto sorprendente hacia el cuerpo del soldado que lo dejó en el suelo, levantó sus brazos y dejó caer dos fuertes golpes en el rostro del uniformado, dejándolo muerto.
-¡Señor! – Gritó el sargento Anderson - ¡Tiene que irse de aquí!
Miller no podía escucharlo, había quedado anonadado por lo que había visto. El sargento llamó por segunda vez a Miller, y este reaccionó
-¡Se está yendo! – Exclamó Miller - ¡Maldición! ¡No dejen que escapen! – Refiriéndose al sujeto que acababa de matar a su soldado.
-Mis hombres controlarán esto, ¿qué necesita señor? – Respondió el militar
Imponente, Miller respondió - Ven conmigo, necesito que evacuen a los todos los civiles que puedan, al menos dos manzanas a la redonda, entraremos en cuarentena. Haré una llamada
Miller y el sargento Anderson se retiran del tiroteo. En el camino, toma su teléfono para contactarse con alguien.
-Capitán General – Dijo Miller
-Miller ¿Puedes explicarme qué carajos pasa? – Respondió molesta la voz en el teléfono
-Un contratiempo, nuestros hombres lo controlarán capitán. Pero necesito más soldados para controlar a los civiles
-Estoy recibiendo varias llamadas Miller, no tienes controlado el lugar
-Estamos ocupados con el verdadero problema
-No quiero que esto salga de tus manos, te di otra oportunidad. No me hagas quedar mal
De pronto se empieza a escuchar las hélices de un helicóptero, que no era de los suyos. No era el día de Miller, ahora tenía encima el helicóptero con el logo de la prensa amarilla "El ojo".
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BLOODEAD I
Science FictionEl Ojo - Reportaje. Ciudad de Sommer 5:48 pm. "[...] se estima cerca de cien víctimas en la zona, entre civiles y militares. Las autoridades han dado toque de queda hasta nuevo aviso. Mientras tanto, los responsables del incidente han puesto en cuar...