Capítulo III: Sin susurros a tu sombra

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En el capítulo anterior de "En otra vida":

Un evento desafortunado forjó una nueva amistad. Ahora Lafayette deberá enterarse de qué trama su director...

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(Narrado por Lafayette)

Chicos, lo que les voy a confesar... no se lo digan a mis amigos, s'il vous plait.

...

El director acababa de decirme "no te veo como a un hijo", ¿Entonces como qué?

–¿Entonces por qué siempre me compra cosas, me halaga, es muy servicial y hasta pone en peligro su vida por mí?–.

–Lafa...–. Él colocó mi mano entre las suyas. Me puse nervioso y me alejé un poco.

–Sé que es una locura, nos llevamos como siete años de edad y tú eres un hombre, igual que yo, pero, me gustaría, ser tu...–. Retiré mi mano de las suyas y me levanté de la camilla, mi corazón latía de manera irregular, como si quisiera descontrolarse en cualquier instante.

–¿En qué está pensando?–.

–Lafayette, siéntate, todavía estás herido–.

–Aléjese de mí–. Lo que dije me dolió más a mí, ese hombre era mi ídolo, pero estaba actuando extraño.

–No tengas miedo–. Él también se levantó de la camilla y caminó hacia mí, fui retrocediendo a la vez que él avanzaba, me dirigí hacia la puerta, pero él me tomó de la muñeca, la jaló para alejarme de la puerta y me puso contra la pared. Estaba aterrado, ese hombre era muy fuerte, no podría escapar fácilmente. Su expresión no irradiaba maldad, más bien se veía preocupado, pero eso no parecía hacer que mis nervios se calmaran.

–No me toque–. Supliqué con una voz llorosa.

Su voz era suave. –Tranquilo, no te haré daño, sólo quiero que me escuches–. Enredó su dedo índice en uno de mis rizos y empezó a jugar con él. –Veme a los ojos–.

Levanté la mirada.

–Me gustas...–. Confesó con delicadeza.

Sentí ganas de llorar y mis piernas temblaron.

–En realidad desde hace mucho, pero nunca había reunido el valor para decírtelo. ¿Qué dices? ¿Quieres intentarlo?–.

Sentí mis mejillas enrojecer y a mis ojos empañarse. –¿Parce... ¿Por qué yo?–.

Él se rio con levemente. –¿Por qué no? Eres lindo, inteligente, talentoso y tu voz es sexy–.

En cuanto terminó de decirlo lo empujé golpeando su estómago y me eché a correr, abrí la puerta con mis manos temblorosas y no me detuve a mirar atrás, escuché que se disculpó y me llamó, corrí torpemente hasta salir del pasillo.

...

A partir de eso las clases de historia fueron muy incómodas. En cuanto Washington llegaba al salón me hacía bolita en mi pupitre, participaba lo menos que podía y cuando pasaba lista temblaba al escucharlo decir mi nombre.

En otra vida (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora