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Incómoda por el papel que me tocaba jugar en esta intrincada historia, caminé varias cuadras para tomar aire tras irme de la cafetería. El ruido de la avenida, el bullicio del tránsito y el andar de la gente desatenta, dispersaba mi mente.

Con la noche cayendo sobre mis espaldas y las luces de la calle delineando el camino a seguir llegué a mi casa ensayando un tonto malestar de estómago que me hiciera evitar una conversación.

Me haría una sopa, la comería en mi cama y alegaría que necesitaba dormir sola.

Una semana más de expectativa. Una semana más de mentiras.

Para cuando entré al departamento, éste se encontraba extrañamente a oscuras. Todo hacía parecer que Lucas no estaba allí dentro.

─Fénix...¡Féeeeeniiiiix! ─cerré la puerta tras de mí, un tanto temerosa. A estas horas, él siempre estaba preparando la comida o tomando una ducha después de salir a correr por algún bosque porteño.

Atravesando la sala a paso lento pero firme fui directo a mi habitación.

Nada. Nadie.

¿Dónde se habría metido?

De regreso a la sala, encendí la luz principal la que me permitió ver su bolso sobre el sofá junto a unos angostos papeles con letras de colores en ellos. Acercándome, reconocí dos tickets, más precisamente,  entradas a un espectáculo: "Luis Miguel, cena show".

Llevé mis manos hacia la boca por la sorpresa, con la emoción de que recordase cuánto me gustaba y lo mucho que había lamentado no ir a su gala el año anterior.

Dejando todo en su lugar, con una sonrisa infantil en mi rostro regresé a mi cuarto, me quité las botas, crují mis dedos y me puse las pantuflas de siempre, dispuesta a esperarlo y agradecerle semejante molestia de su parte. Con la espada de Damocles sobre la espalda, no supe decidir cuándo contarle sobre mi verdad.

Feliz, aunque culposa, pensé en un cambio de planes en el aire para cuando el tintineo de las llaves en el cerrojo de la puerta principal alertó mi corazón.

─¿¡Fénix!? ─avanzando en dirección hacia él me detuve en seco cuando su rostro pálido y compungido me transmitió que algo estaba mal ─.¿T...te sentís bien? ─pregunté, disminuyendo la distancia que nos separaba.

A escasos centímetros amagué con acariciar su rostro para cuando con fuerza pero sin violencia, sostuvo mi mano en el aire, impidiendo mi toque.

─¿Te aburrí? ─soltó, con dolor. Su quijada dura no expresaba más que desilusión.

─¿Aburrirme?

─Sí. Decíme Carolina, ¿ya te aburrí? ¿Ya dejé de ser la novedad?¿Dejé de ser el extraño enigmático que te representaba un desafío?

─No entiendo...¿qué decís, Fénix?

─No me llames más así, no hacés más que recordar que fui un tipo del que te compadeciste por estar tirado en la cama de un hospital. ¿Tan vacía de afectos estaba tu vida que te aferraste a un completo desconocido? ─enojada por el tono injusto de sus conclusiones, le di una cachetada que resonó en todo el ambiente. Arrepentida por mi accionar intenté pedir disculpas de inmediato, recibiendo un "no" rotundo del otro lado.

Fénix se apartó refregándose la mejilla. En dirección al sofá recogió los tickets que yo ya había visto. De espaldas a mí, meneó la cabeza y chasqueó la lengua. Girando, sin abandonar la pesadumbre que lo cubría de pies a cabeza, los agitó:

─Fui a comprarte estos boletos porque sé lo mucho que significaba este espectáculo para vos e incluso, estaba dispuesto a acompañarte aunque no fuera de mis conciertos predilectos. Te debía tu regalo de cumpleaños, quería que fuera sorpresa...aunque el sorprendido, fui yo.

Como el Ave Fénix - (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora