Empezaba a cansarse.Era tan desesperante la idea de encontrarla que dejó de comer, y dormir.
Era tan desesperante la idea de encontrarla que no le importó si oliera a sarna.
Ya nada le importaba.
La quería ¿Por qué era tan idiota? La quería tanto que dolía el hecho que por su culpa ya las cosas no fueran como antes.
Estaba cansado, desesperado y estaba al punto del colapso ¿Qué más podría merecer?
Con tal crimen que cometió, merecía todo el dolor del mundo.
No ella.
En su pudrienta mano, sostenía aún esa canción.
La guardaba con tanto aprecio, con tanto cariño y amor.
Esa canción era su himno, su bendición, es donde el saca las fuerzas de poder seguir con esto.
Era tan constante la imagen de ella.
Era tan constante su sonrisa, sus ojos.
Era tan constante su cabello púrpura.