capítulo 2

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Oh dios mío, si mi abuela ve esto va a desheredarme

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Oh dios mío, si mi abuela ve esto va a desheredarme. Con prisa me apresuro en colocar nuevamente las macetas en su lugar, mientras que un apresurado Sergey se ocupa de rellenar las plantas que hemos tirado del estante más alto, provocando un reguero de tierra abonada por todo el piso del local. Los dos nos movemos con frenesí, con la atención puesta en el reloj cucú de la pared, el cual nos indica que solo faltan dos minutos para que mi abuela entre por la puerta del negocio. Un quejido proveniente de mi mejor amigo logra que detenga mis movimientos, solo para verle tendido en el piso con una maceta sobre su cabeza, y la tierra esparcida sobre su ropa, reprimo una risa en cuanto le observo sacarse la maceta quedando con un trozo de planta en su cabello.

- ¿Por qué jodidos demonios Colette pone las plantas tan alto?- le escucho quejarse, al tiempo que se incorpora para seguido sacudir su vestimenta.

- No es culpa de mi abuela que nosotros seamos unos malditos enanos de jardín.- señalo, mientras retomo mi trabajo.

Le escucho refunfuñar a mi espalda, mientras se ocupa de barrer, al tiempo que termino de colocar todo en su lugar, justo en el momento que mi abuela entra en el local cargando en sus brazos una canasta repleta de arreglos florales, listones, galletas y panecillos. Su mirada recorre con detalle el lugar, antes de observarnos con detenimiento a mi y a mi amigo quien se aferra a la escoba como si se tratase de algún tipo de escudo que lo oculta de la mirada atenta de Colette. Una sonrisa se abre paso en los labios de la mujer en cuanto observa el polvo que contiene la ropa de mi amigo percatándose de que hemos estado haciendo desastre en el lugar.

- ¿Quién fue?- interroga, moviéndose por el espacio hasta depositar la canasta sobre el mostrador.

Sin responder nos apuntamos el uno al otro, indicando quién es el culpable, provocando que la mujer en frente de nosotros ría.

- No sé porque me gasto en decirles que no hagan algo si lo terminan haciendo igual.- señala, al tiempo que comienza a sacar las cosas de la canasta.

- Fue culpa de su nieta.- acusa un atemorizado Sergey.

- Eres un maldito engendro mentiroso, fuiste tu el de la idea de jugar al futbol aquí adentro.- retruco.

- Y tu apoyaste la idea.- señala.

- Y tu tiraste la begonia.- recuerdo.

- Y tu las macetas de doña Hilda.- retruca, la escoba apuntando en mi dirección a la altura de mi pecho.

Colette observa la disputa en silencio mientras disgusta una galleta, totalmente entretenida ante la escena que estamos montando.

- En vez de estar discutiendo, mejor ocúpense de terminar los centros de mesa de la señora Morgan.- pide.

Y tomamos sus palabras como señal para trasladarnos a las afueras del lugar, comenzando a hacer nuestro camino hacia la parte trasera del local, adentrándonos en el invernadero donde se pueden observar infinitas cantidades de plantas, medicinales, aromáticas, enredaderas, arbustos, flores y demás, extendiéndose largos metros, adornando todo el lugar, de tal modo que se asimila que una inmensa selva, por lo cual, nos movemos con cuidado entre las plantas mientras avanzamos tratando de llegar a la mesa que se encuentra en medio del lugar donde usualmente nos reunimos para charlar asuntos con respecto al negocio que llevan en conjunto mi madre y mi abuela, mientras nosotros dos ocupamos el lugar de sus ayudantes.

Lᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴅᴇ ʟᴀ ғʟᴏʀ ʀᴏᴊᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora