capitulo 11: niñeras a domicilio.

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Mantengo mi semblante tranquilo conforme avanzamos por la puerta de entrada de la casa, donde no alcanzo a dar un paso dentro, en cuanto dos pares de brazos rodean mis muslos en un fuerte abrazo, no puedo evitar devolver la sonrisa que me brindan los dos niños que ahora alzan su mirada al cielo para poder verme a los ojos, acaricio la cabellera de los dos pequeños, conforme sigo avanzando con cada niño adherido en mis piernas, siendo consciente de cómo la risa del pelinegro suena a mis espaldas. Pronto se hace presente la figura de mi tía Margarett, quien les brinda una mirada desaprobatoria a los dos pequeños que se aferran aun con más fuerza a cada una de mis piernas, mientras mese al bebe que yace entre sus brazos, la mujer no tarda en notar la presencia de mi acompañante, por lo cual su rostro adquiere un gesto dulce y gentil en cuestión de segundos, mientras se aproxima hacia nosotros.

- Estrellita.- inquiere con tono meloso hacia mi persona.- porque no avísate que volverías temprano, y con un amigo.- no es pregunta, sino más bien una reprimenda disfrazada.

- No he tenido tiempo Maggy.- me excuso, mientras le doy un beso en la mejilla a forma de saludo.- el es Adrien, un amigo.- le presento al pelinegro, quien no tarda en tomar la mano de la mujer, y depositar un beso suave en el dorso de la misma.

- Es un gusto conocerla señora.- inquiere con cordialidad.

- Dime Maggy cariño.- pide.- ahora pasen, tomen asiento, tu madre no debe de tardar en llegar.

Seguimos sin rechistar a la mujer hasta la sala de mi casa, donde con cuidado deposita al bebe en un pequeña silla mecedora, sobre la mesa ratonera, y se encarga que sus dos hijos se aparten de mi para que pueda sentarme, y se los lleva hacia la cocina con la promesa de darles golosinas si le ayudan a traer un aperitivo para Adrien.

- Gracias por acompañarme a casa.- murmuro, una vez que nos encontramos a solas.

- No ha sido ninguna molestia.- le resta importancia.- además, era lo mínimo que debía hacer, luego de lo que has vivido en presencia de mi familia.- inquiere con tono divertido.

- Fue lindo conocer a una parte de tu familia.- señalo- me agrada tu abuelo.

- Y tú le agradas a él.- indica.

- ¿Cómo van las cosas con Brenna?- decido cambiar de tema, presintiendo que mi tía podría estar escuchándonos y malinterpretar la conversación.

- De hecho todo marcha de acuerdo al plan, siento que es un progreso el que me envié y responda los mensajes.

- Entonces se puede decir que estamos un paso más cerca de la meta.- murmuro con entusiasmo.- te dije que funcionaria.- suelto con altanería.

- No cantes victoria antes de tiempo preciosa.- advierte.- aún queda mucho camino por recorrer.

- No seas aguafiestas y déjame disfrutar de mis logros.- bufo.

Nos quedamos en silencio, en cuanto vemos aparecer por la puerta de la cocina a Maggy, quien trae en sus manos un juego de té, mientras sus hijos cargan cada quien una fuente plástica con galletas, los dos pequeños toman asiento a cada lado de nosotros, mientras nos tienden las fuentes, de donde cada quien toma una galleta, al tiempo que mi tía, nos sirve una taza de té a cada uno. Es así que observo con cautela a la mujer que toma asiento en frente nuestro, algo en su semblante no me da buena espina, la conozco como a la palma de mi mano, tanto que sé que cuando esta por pedir algo, cruza sus piernas y junta sus manos en su regazo, justo como lo está haciendo en estos momentos. Me mantengo alerta a cualquier señal, mientras bebo un sorbo del té, preparándome para lo que pueda salir de la boca de la mujer sentada en frente de nosotros, mientras un tranquilo pelinegro se entretiene escuchando lo que le cuenta Cris, el pequeño niño de mirada miel, mientras su hermana opta por comenzar a jalar de mi cabello en el intento de hacer una trenza con él.

- Dios pero que darte se ha hecho.- comenta con pesar la rubia en frente nuestro.- ¿Estrellita te importaría cuidar de los niños, mientras voy a resolver unos trámites que tengo pendiente?- interroga.

- No creo que sea buena idea.- inquiero con desconfianza.

- Son solo unos niños, además no tienes nada mejor que hacer.- interviene en un tono burlista el pelinegro.

- Entonces pueden cuidarlos los dos juntos, así no se hace tan difícil la tarea.- propone mi tía, a lo que puedo observa como Adrien se atraganta con un trozo de galleta.

- Qué buena idea tía Maggy, a Adrien le encantaría cuidar junto a mí a tus angelitos.- inquiero, mientras una sonrisa maquiavélica tira de mis labios, al tiempo que le doy una fuerte palmada en la espalda al joven a mi lado.

- Se los agradezco muchísimo, no tardo en venir, asegúrense de bañarlos si no llego a tiempo, y tu madre dejo una nota con las compras sobre la mesada de la cocina.- informa, mientras con prisa toma su bolso el cual ha ocultado tras el sillón, y de apresura a salir de la casa, en cuestión de segundos.

Es así que nos quedamos completamente a solas, a cargo de un par de demonios y un bebe. Dios soy yo de nuevo, ayúdame a mantener la casa en pie, y a un intacto Adrien.





(...)





Ahogo una risa que amenaza con brotar de mis labios, en cuanto los dos pequeños engendros que tiene la pelirroja como primos, se abalanzan con fuerza sobre el cuerpo de la muchacha, logrando que esta tropiece y caiga de bruces al suelo, le escucho maldecir por lo bajo, mientras intenta levantarse para ir tras los mellizos que ahora se echan a correr por toda la casa. Pero contra todo pronóstico, la pelirroja se incorpora para seguido dirigirse al bebe que yace sobre una pequeña silla mecedora sobre la mesa ratonera de la sala, hasta tomar entre sus manos al pequeño, observo con desconfianza como el rostro de la muchacha frente a mí se contrae en un gesto de desagrado, que desaparece en cuestión de segundos, siendo remplazado por una maquiavélica sonrisa que se expande en sus labios, en cuanto su mirada avellana se encuentra con la mía. Es entonces que le veo dar lentos pasos hacia mí, hasta detenerse en frente mío, y extender al niño en mi dirección, por lo cual me le quedo observando con confusión, hasta que el hedor pestilente que emana el bebe se filtra por mi sistema olfativo, logrando que una oleada de nauseas amenace con salir de mi sistema, con rapidez cubro mi boca y nariz con la mano, mientras le dirijo una mirada incrédula al pequeño. ¿Qué demonios le dan de comer a los niños de ahora?

- Adrien...- murmura con un tono demasiado dulce la joven frente a mí.

- No, ni lo sueñes.- inquiero en una negativa, en cuanto noto la intención en la mirada de la pelirroja.

- Oh claro que si.- mustia, al tiempo que me tiende el niño de una forma brusca, por lo cual en un movimiento rápido lo rodeo con mis brazos, para que no se resbale e impacte contra el suelo.- como fuiste tú quien abrió la maldita boca, ahora te harás cargo de limpiarle el culo a Francis, y ponerle un pañal nuevo, arriba en el cuarto de la derecha está mi cuarto, ahí podrás encontrar la pañalera .- sentencia, antes de correr hacia los mellizos, dejándome completamente a solas con el niño.

Mi mirada se encuentra con la mirada cristalina de Francis, quien me observa con fijeza, de igual modo que le observo yo, antes de que el niño en mis brazos suelte una serie de gases, por lo cual debo de cubrir mi nariz con mi franela.

- Dios mío, Francis ¿Qué demonios tienes ahí dentro?- me quejo, mientras hago mi camino hacia la planta alta de la vivienda.

Lᴀ ᴄʜɪᴄᴀ ᴅᴇ ʟᴀ ғʟᴏʀ ʀᴏᴊᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora