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Dos.

Matteo terminó de abrochar el último botón de su camiseta blanca y acomoda el cuello de ésta misma. Había quedado con Luna de ir a pasear por las calles de Buenos Aires.

Aprovecharía para visitar aquel puente que significa mucho tanto como para él, como para Luna. Su querida Luna.

Sonrió de costado al ver tan apurada a su novia. Dedujo, entonces, que no encontraba algo.

Y él ya tenía en mente qué.

Se acerca a ella cauteloso abrazando su cintura con ambos brazos. Era tan chiquita y delgada que su cuerpo cubría perfectamente el de ella.

—¿Qué perdiste ahora, mh? —sonrío cuando Luna lo miro ofendida— Te conozco muy bien, amor.

—Pues para tu información... sí, perdí nuevamente mi medallita. —suspira rendida. Matteo soltó una leve risa ganándose un golpe por parte de su novia. Soltó un quejido.

—No serías vos si no perdieras algo por semana...

—Oye. —se queja frunciendo su ceño.

—Pero —prosigue. Luna se voltea estando en sus brazos aún para alzar su cabeza y mirarlo— por suerte aquí tenés a tu chico fresa —Luna ladea un poco su cabeza sonriendo levemente— para salvarte. —termina por decir. Quita una de sus manos de la cintura de su chica metiéndola en el bolsillo de su pantalón y sacando el apreciado objeto para Luna.

La luna con la fresa en el centro aún seguía ahí y ella siempre que Matteo tenía que viajar, no se quitaba la medallita que él le había dado en su cumpleaños número dieciocho, recordando esas hermosas palabras por parte de él.

—Me asusté. Pensé que la había dejado en Italia. —susurra mirando la medallita delante de ella.

—Lo hiciste. —asiente Matteo mirando el objeto colgando de sus dedos. Luna deja de mirar la medallita para mirar a Matteo— Por suerte regresé y la vi justamente colgada en donde van las llaves de la casa y carro. —relame sus labios y mira a la persona delante de él con una pequeña sonrisa.

—Ahí fue donde la dejé... Justamente para que no se me olvidara —hace un leve puchero. Matteo sonrió con diversión.

—Bueno, pasó lo que no querías que pasara. —ríe. Luna lo miró con una sonrisa tierna. Matteo deja de reír para mirarla inclinando su cabeza— Sos muy bajita. —sonríe. Luna cruza sus brazos y acerca su rostro al de Matteo rozando sus narices.

—Te encanta que sea bajita. —le murmura mirando sus ojos. Entonces baja la vista a sus labios al igual que Matteo. Se acercan un poco más ahora rozando sus labios entre abiertos.

Y justamente cuando estaban por besarse, llega Simón abriendo la puerta de repente.

Matteo mira con seriedad la pared a espaldas de Luna separándose de ella con lentitud.

Parece que solo al estar aquí, en Argentina, los interrumpen. Pero solo aquí, porque en Italia, mmm... Lo disfrutaban.

—Uh, lo siento chicos. —rasca su nuca. Luna abrió su boca al escucharlo. Lo miró impactada.

—¿Simón? —Matteo sonríe al verla así, con esa cara de "no te lo creo"— ¡Simón! —camina rápido hacia su mejor amigo a tirarse a sus brazos. Simón rió devolviéndole el abrazo.

—Luna —la nombró risueño. Se quedaron así abrazados por unos segundos más, hasta que Luna se separa de golpe.

—Oye perate, ¿y Ámbar? —frunce el ceño, la busca por todos sus lados sin resultado alguno. El mexicano sonríe.

Reencuentro; soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora