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Dieciséis.

Pasado.

—Matteo, ¿estás seguro? Me siento... Nerviosa.

—Estoy seguro de que les caerás bien. —sonríe de lado.

Luna exhala el aire que mantenía en sus mejillas haciendo reír a el italiano. Él se acerca para tomar su cintura y codo. Acaricia su brazo tranquilizándola.

—Hey, miráme. —Luna hace lo que le pide y mira sus ojos. Matteo se inclina besando sus labios seguido de su nariz y frente, quedándose ahí— Mi mamá va a adorarte, amore.

Su mamá. La mamá de su novio. Su suegra. A Luna se le revolvió la pansa de los nervios y mordió su labio. Ahora entiende a Matteo, un recuerdo de cómo Matteo se pone al ver a Miguel llegó a su mente.

Quiere reírse pero es como si se estuviese riendo de ella misma. Lo único que pudo hacer es suspirar y cerrar sus ojos apoyando su cuerpo en el de él.

Italia en estos tiempos es helado. El frío allá es tremendo. Pero bueno, ella quiso irse a vivir a Italia con su italiano incluido en el paquete. Sonrió.

—¿Ya estás mejor? —acaricia su cintura con su mano adentro de la gabardina beige.

—Sí. Un poco, creo. —murmura lo último. Matteo da un beso a su mejilla y tira de ella subiendo las escaleras hasta estar frente a una puerta elegante.

El castaño mira a su novia con una sonrisa para después tocar el timbre. Luna aprieta su mano entrelazada a la de él haciéndolo reír roncamente.

—Deja tus nervios, chica delivery. —le dijo a modo de broma. Luna sonríe desviando su mirada a el bonito y pequeño jardín.

—Eres un fresa. —le susurra.

La puerta se abrió dejando ver a una señora, de cabello chino y castaño. Luna inhala nerviosa cuando la mirada café de esa mujer se posa en ella mirándola fijamente. Como si quisiese ver en el fondo de ella. Luna se removió incómoda y nerviosa aferrándose al brazo de Matteo.

—Zia è abbastanza, la spaventa. —se quejó Matteo, negando. La mujer posó ahora su mirada en Matteo y sonrió.

—Ma guarda te stesso! Sei molto grande e bello, nipote. —sonrió, llena de nostalgia. Luna parpadeó al ver como la mujer abraza con fuerza a su novio mientras él le regresa el abrazo soltando sus manos entrelazadas.

Por lo poco que la mexicana entendió, ella no es su madre, sino su tía. ¡Vaya! Por un momento pensó que era la mamá de Matteo por el cabello chino y castaño. Sonríe levemente cuando se separan y Matteo la pone frente a él tomándola por su espalda baja.

—Ella es mi novia. Luna. —la presenta, ahora sí hablando en español. La mujer la examina con la mirada hasta llegar a sus ojos. Y entonces, sonríe nuevamente.

—Ciao, mi chiamo Luna, è un piacere conoscerti. —le sonríe con amabilidad. La mujer abrió sus ojos sorprendida y miró a Matteo.

Él sonrió orgulloso por las palabras de su novia, después de todo, sus clases de Italiano sí sirvieron de algo.

—¿No que no es italiana? —le pregunta, su acento era marcado, idéntico como cuando conoció a Matteo la primera vez. Ese acento que poco a poco va desapareciendo, pues él comienza a hablar mucho más y mejor el español.

—En realidad no lo es. —rió. Luna sonrió apenada. Los ojos de la tía de Matteo, volvieron a ella, mirándola con un brillo en ellos. Abrió su boca para decirle algo, pero al dar un paso, una suave vocecita emocionada se hizo presente en el momento.

Reencuentro; soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora