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Cuatro.

Omnisciente.

Luna se mantuvo cayada, y como todo silencio hace malinterpretar las cosas, Matteo lo hizo.

Así que se levantó del cuerpo de Luna y con un dolor en su pecho, se fue a encerrar en el baño de la habitación sin decir una sola palabra.

La ojiverde suspiró cuando también sintió un dolor en su pecho. Eso la hizo acurrucarse entre las sábanas y morder sus labios.

¿Qué hiciste, Luna? ¿Por qué te quedaste callada?. Se dijo a si misma. Tonta tonta tonta. Matteo malinterpretó todo por tu silencio.

Cuando escuchó el agua de la ducha, dedujo que tenía que salir de la habitación. Así que se levantó, tomó la ropa que usaría en el día y salió cerrando la habitación.

[...]

Luna tocó dos veces la puerta del cuarto de Ámbar, al instante la nombrada anteriormente la abrió y recibió a su prima con una sonrisa.

—Hey, hola. —besa su mejilla. Luna medio sonríe— ¿Qué sucede? Te noto un poco... —le dio una mirada de abajo hacia arriba— triste. —la castaña medio rubia suspiro— ¿Pasó algo con Matteo?

Ámbar abrió la puerta por completo, dando a la vista a el pequeño ojiazul jugando en la gran cama de sábanas blancas. Luna recordó la palabra «bebé» sintiéndose peor.

—¿Luna...?

—Matteo está molesto conmigo. —dijo rápidamente, con su vista nublada a causa de las lágrimas acumuladas ahí.

—¿Qué? —sonó más como un "qui" por lo chillón que sonó— ¿Por qué decís eso? Si ayer los vi muy bien a los dos con Alex. —habló, marcando su acento argentino.

Ámbar señaló la habitación y Luna entró. La rubia cerró la puerta con seguro.

—¿Y Simón? —preguntó, quería cerciorarse de que estuviesen solas.

—Salió a la cocina, tenía hambre. —explicó. Se acercó a su bebé sentándose a su lado y acariciando su mejilla gordita y suave.

—Ah. —fue lo único que dijo durante un minuto. Después continuó— Es que... Hoy, bueno, ayer, mi abuelo dijo algo que, sinceramente a mí me incomodó un poquito y yo no dejé de pensar en eso, Matteo se dio cuenta y me preguntó que tenía, no le quería decir nada porque si no me cuestionaría y, y no sé, no sé pero no se lo dije, aun así él le atinó a lo que me pasaba y me hizo una pregunta que, —pausó para tomar aire. De lo rápido que fue explicando, Ámbar le había entendido poco, pero aun así no le quitaba la vista de encima— supongo, creo, que él se molestó...

Ámbar la miraba fijamente. Luna se dejó caer en un sillón, justo frente de la cama. Tapó su cara con sus manos.

—¿Y qué fue lo que te dijo para que estés así?

Luna quitó las manos de su cara y miró hacia la ventana.

—Me preguntó que si yo no quiero tener, pues, hijos con él. —muerde su lengua.

—Naaaa, ¿es joda? —la voz aguda de Ámbar la hizo mirarla. Su cara era de sorpresa total pero también tenía una pizca de diversión.

—Ya quisiera... —murmura.

—¿Y vos? —pregunta. Luna la mira con sus cejas juntas queriendo llorar— ¿Vos querés o no?

Ahí está de nuevo esa pregunta. Mordisquea sus labios nerviosa.

—Luna, si te quedás callada podés dar a entender otra cosa. ¿Le dijiste que no?

—No le dije ni sí ni no, me quedé callada, el impacto me ganó y no supe que decir. —bufa.

Reencuentro; soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora