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Nueve.

Luna mantenía una sonrisa boba en su rostro. Era imposible no quitarla. Su día iba de maravilla. Mónica le dijo que, si quería flautas para comer, tenía que preparar el guacamole. Así que eso hacía. Se encontraba en la cocina ya con los ingredientes a la mano.

Formó una mueca y tocó sus labios pensativa. Miró los ingredientes en la barra de la cocina. Nada le hacía falta. Entonces prosiguió a hacerlo. Mordía sus labios concentrada, algo que empezó a hacer desde hace unos años atrás.

Escuchó unos tacones resonar, sonrió levemente y supuso que sería su prima. Cuando los escuchó cerca, se giró para burlarse de ella, borró su sonrisa observando la pelirroja cabellera de Alice.

Rodó sus ojos y volvió a darle la espalda ignorándola.

—A mi tampoco me alegra verte. —contestó secamente.

Luna no hizo nada más que morder sus labios.

—Me enteré por ahí que, —rió falsamente— Matteo te pidió matrimonio, ¿no?

—Eso no debería interesarte.

—Debería. Pero lo hace. —Luna dejó el cuchillo bruscamente sobre la mesa y se giró a verla cansada. Vio como una sonrisa burlona crecía en su cara.

—¿Qué es lo que deseas?

—Nada. —Respondió con simpleza recargándose en la pared.

—No creo que molestarme sea por nada. —escupió molesta.

—Oh, tienes toda la razón, Luna. —sonrió hipócrita— Deseo algo y quiero que me escuches con atención.

Luna elevó su mentón, desafiándola. Aunque por dentro, estaba que moría de nervios y temblaba inconscientemente.

[...]

—¿Y cómo te fue con Miguel? Por lo que sé, Mónica y Alfredo saltaron de alegría. —preguntó Gastón a su amigo, con una sonrisa. Matteo hizo una mueca— Uh, se ve que mal. Digo, por el gestito que acabás de mandarte.

—En realidad es de sorpresa. —corrigió. Se acomodó mejor en la silla y estiró sus pies en el pasto del jardín— Me abrazó, ¿podés creerlo? En el momento me congelé de la sorpresa—sonrió levemente, burlándose de si mismo.

El cordobés alzó sus cejas.

—¡Eso está bien! ¿viste? Te ganaste a tu suegrito después de que te llevaras a su hija a otro país muy lejos de él. —se burló. Matteo negó divertido tomando de su vaso— Pensé que sería tu funeral. Le dijiste que Luna se casaría con vos. Y no te mató. Fue un milagro, amigo. —siguió con su burla.

—Créeme que yo también pensé lo mismo. Pero cuando se los dije... —suspiró mirando su vaso medio vacío— Aún me duelen mis hombros por tremendo abrazo que me dio. —rió.

—Me alegro por vos, estás siendo feliz con la persona que siempre soñaste.

Matteo lo miró sobre sus pestañas.

—Me parece que eso fue una auto indirecta. —sobó su barbilla sin dejar de mirar a su amigo— ¿Qué onda con Nina?

—No lo sé. Me gustaría saberlo...

Matteo frunció su ceño.

—¿Por qué lo decís? ¿qué no estaban bien?, O al menos eso me dijo Luna.

—Lo estábamos, sí. Pero, después la escuché hablar de Erick con Jim. —bufa— ¿Y si lo quiere aún?

—Gastón, no creo que a Nina le llegó a gustar Erick. —negó— Quizás se sentía mal porque vos te fuiste... Además, ¡tienen mucho de no verse! Terminaron cuando Luna estaba a punto de cumplir diecinueve. —recordó— Y sólo quedaron cómo buenos amigos.

Reencuentro; soy lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora