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 Ebullición

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Ebullición

―Primero te desharás de esto ―tomé la libertad de quitarles esos estúpidos anteojos.

Él pestañeó y dejó sus ojos entrecerrados.

―Y ahora ―me puse de puntillas para alcanzar su melena.

Entrelacé mis dedos en su cabello, no me costó nada deslizarlos por su melena, se sentía tan suave y sano como un bebé. Mordí mi labio inferior. Estaba pensando en si echarlo a un lado o dejarlo al azar. Miré a Tadeo, lo mejor era que el viento decidiese, solté su cabello, el cual cayó a los costados de su cara. Tuve que sacudir mi cabeza para no distraerme contemplándolo. Sabía que Tay no era un espanto, pero así... ¡Dios! Así se veía jodidamente bueno, era irreconocible. ¡Por favor, alguien que me dijese dónde estaba el verdadero Tay! Bueno, este era Tay, que nadie hubiese notado su belleza física bajo esos trapos, era otra cosa. Me salí del espacio entre Tay y su coche para verlo desde una distancia favorable.

―¡Hasta pareces un jodido bad boy! ―odié no ocultar mi impacto. Me acerqué a él y arreglé el cuello de su chaqueta―. Recuerda lucir seguro en ese atuendo ―susurré en su oído. Palmee su hombro. Emprendí mi camino al centro de los muros de ladrillo, en donde se encontraba la entrada―. Solo relájate y piensa que este es tu estilo de ropa, que te sientes cómodo así. No hay nada en el mundo que llame más la atención de una mujer que ver a un hombre atractivo y seguro de sí mismo ―detuve mi paso para verlo―. ¿Listo para una prueba de fuego? ―arquee una ceja.

Rascó su nuca y arrugó sus labios.

―S-supongo que sí ―alzó sus hombros.

―Hazme caso. No pienses en lo que está mal o en lo que está bien; al final, nada de eso importa porque lo pasa en la fiesta, se queda en la fiesta, ¿entendiste?

Ni siquiera se movió. De hecho estaba más rígido de la cuenta.

―No te escuché, Tay. ¿Entendiste? ―endurecí mi tono.

―S-sí.

―Bien. Andando ―iba a agarrarlo de la mano, en cambio, apreté el aire.

―E-espera.

Me quedé parada observando al muchacho, ceñuda. El niño recordó que tenía que guardar sus lentes dentro del auto, así que se devolvió y lo hizo. En cuanto regresó a mí, en mi cabeza pensé en que el juego había iniciado y que presentía que iba a disfrutarlo.

Para entrar a la mansión había que caminar como medio kilómetro. Desde la distancia, la música se podía escuchar tal cual. Caminábamos junto a un grupo de adolescentes, riendo y hablando estupideces. Tay seguía como un palo: rígido, ni siquiera movía los brazos al caminar. Y yo revolé los ojos, en serio, qué ganas de golpearlo.

Corromper a un nerd (novato). [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora