No quería asustarme, pero, teniendo en cuenta las pruebas tan serias que me estaba haciendo, era casi seguro que tenía cáncer. No importaba si mi padre y Mary me seguían diciendo que eran procedimientos rutinarios que no tenían nada que ver con la enfermedad. La realidad era otra y no podía ignorarla. Me había informado un poco por mi cuenta, puesto que en casa no podía preguntar nada sin que me diesen una respuesta inventada, y había descubierto que el aspirado de médula solía utilizarse para determinar qué clase de linfoma tenía el paciente. No lo entendía. ¿Qué significaba toda esa palabrería?
El día del aspirado estaba muy nerviosa. Me imaginé otra vez en un quirófano. Cerrando los ojos y cantando para relajarme. No sabía a qué me enfrentaba, pero parecía incluso peor que la biopsia. Tenía tanto miedo de ir, que me quedé en la cama hasta que mi padre vino a llamarme. Después de la conversación que había tenido el día anterior con Jennifer, no tenía ganas de salir de mi cuarto. Antes de aquello, no sabía por qué estaba asustada exactamente. Ahora lo tenía claro y el temor me seguía a todas partes, como un recordatorio del espanto en el que se había convertido mi vida.
Desayuné de mala gana y con menos energía aún me vestí. Mi padre me esperaba en el coche, jugueteando con sus dedos. No levantó la mirada, mientras yo me sentaba en el asiento del copiloto. Me preguntó si estaba lista y yo me volví hacia mi casa, con expresión lastimera, como si no fuese a regresar. "Sí, creo que sí", contesté con un hilo de voz.El médico nos esperaba en su consulta. Sobre su escritorio, una maceta de petunias descuidadas. Mi padre se quedó hablando con él, mientras un enfermero me ayudaba a colocarme en la camilla. Me tumbé de lado, siguiendo sus indicaciones, y esperé. Oía las voces, pero no me esforzaba por entender de qué hablaban. Lograba captar algunas palabras al azar y no tenían sentido. Luego se callaron y los pasos del médico se acercaron a mí. Fue más rápido de lo que creí. Ni siquiera tuve tiempo para divagar y perderme en mis pensamientos.
Salimos a la media hora. Yo con una nueva gasa encima del trasero y mi padre pensando en mil cosas al mismo tiempo. Estaba bastante sorprendida. De hecho, no hablé en todo el camino, sintiendo las piernas de mantequilla a cada paso que daba. Entramos al ascensor. Vi la cara de mis hermanos en algún lugar de mi cabeza y sentí que por un momento no respiraba. En el reflejo del espejo pude verme el flequillo pegado a la frente sudada. Un nudo me apretaba la garganta. El cuello de la camiseta me impedía tomar aire y no podía hacer nada para remediarlo. Las manos pegadas a los costados, el cuerpo tenso. Nada era real del todo. Estaba dentro de esa caja metálica, al lado de mi padre, que no se daba cuenta de nada. Quise salir de allí, pero quedaban tres pisos antes de llegar al aparcamiento. Me giré hacia mi padre, jugueteaba con los botones de su camisa, tratando de evitar cualquier tipo de pregunta incómoda.
-Tengo cáncer, ¿verdad? -le pregunté preocupada.
Se sorprendió ante mi ocurrencia y pareció haberse quedado sin palabras. Se recuperó en unos segundos. Había estado hablando con el médico. Era evidente que ya sabía algo y me exasperaba todo ese secretismo. Merecía unas explicaciones de su parte.
-Evolet, aún no lo sé -cruzó los brazos sobre el pecho, pero flaqueaba más que yo.
-Entonces, ¿por qué me he tenido que hacer todas esas pruebas? No tengo ni idea de cuanta sangre me han sacado estas semanas -seguí insistiendo. Ya no hacía falta seguir con la farsa, sólo necesitaba que me lo dijera, no era tan complicado.-Con esas pruebas se pueden diagnosticar muchas cosas que no tienen nada que ver con el cáncer -me dijo, esperando que me callase de una buena vez.
Las puertas del ascensor se abrieron. Salí rápidamente. Él me siguió, casi pidiéndome que me calmase.
-¿Qué tengo que hacer ahora? -quise saber.
Sacó la llave del coche. El ruido que hizo al chocar contra el llavero de metal se quedó gravado en mi mente, como un eco lejano.
-Esperar que todo vaya bien -respondió.
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La estrella que más brilla
Novela JuvenilHISTORIA GANADORA DE LOS WATTYS 2019. "-Lo siento -murmuró con su voz fantasmal. Al oírla hablar, sentí que se me aflojaban todos los músculos del cuerpo. Era ella la que hablaba, mi madre. Llevaba tanto tiempo sin escucharla, que se me llenaron lo...