-Por favor Jude, por favor- rogaba mi hermana.
-Lou, una cosa es que aceptara esa estúpida cita doble y otra muy diferente es llevar un vestido de esa categoría. Así que, no, gracias. Así estoy bien- me crucé de brazos con una sonrisa satisfecha en el rostro.
-Quieres arruinarlo ¿cierto? Quieres que ésta noche sea un asco- Lou sorbió y en pocos instantes sus ojos estaban llorosos.
-Por Dios Lou, pudiste haberme dejado fuera de esto, yo no tenía ningún problema con que quisieras salir con ese chico.
-Pero... pero... yo solo quería que te divirtieras ¿tan... tan malo es eso?- y ahí se derrumbó, su llanto parecía incontenible e inmediatamente me arrepentí.
-Oye- dije acercándome a ella- ven aquí preciosa, se supone que ésta es tu noche, no debes estar llorando-la envolví en mis brazos y juntas nos sentamos en la cama- mira, juro que me voy a comportar, seré la chica más delicada y sutil del mundo, del universo... pero por favor, no me hagas poner un vestido, prometo seriamente y en serio, no arruinarlo.
-¿Lo prometes?- preguntó ella sorbiendo.
-Sí, te lo prometo.
Media hora más tarde, estaba frente a un espejo de cuerpo completo, sentada en una silla y mi hermana me estaba peinando.
-¿Hace cuánto no pasas un cepillo por tu cabello?- preguntó ella mientras luchaba con el peine en mi cabello.
-Cuatro años, siete meses, veinte días y 32 minutos- afirmé mirando el reloj.
-Santísimo, gracias al cielo el shampoo aligeró un poco las cosas. Muy bien- se acomodó frente a mí haciéndome levantar- ahora solo un poco de maquillaje y estamos listas.
¿Se preguntan si ando metida entre un vestido? La respuesta es sí.
-No, nada de maquillaje, así estoy bien.
Me observé en el espejo y aprecié el obsequio de Lou. Era un elegante vestido negro tejido sin tiras, en la parte trasera se podía ajustar, era tipo corsé, la falda llevaba ondas amplias terminadas en punta y para complementarlo unas botas negras que llegaban a la rodilla.
-¿Qué tal un poco de sombra oscura?- intentó ella de nuevo. Negué con la cabeza; para mí el maquillaje consistía en lápiz delineador negro y un pintalabios color chocolate- bien, peor es nada- me dio un último vistazo y fue a retocarse.
-Quedaron de llegar a las 8, deberíamos ir bajando- comenté mientras miraba mi reloj de mano.
No era fino ni nada por el estilo, de hecho era un viejo reloj de hombre que me había regalado mi padre como obsequio cuando obtuve mi primer empleo.
-Pequeña- dijo mi hermana mientras se ponía frente a mí en el espejo, levanté una ceja con escepticismo recalcando nuestra diferencia de estatura, ella revoleó los ojos restándole importancia- un rito importante que debe ejecutar toda mujer en una cita, es la impuntualidad...
-odio la impuntualidad- interrumpí.
-Lo sé, lo sé, y eso es bueno, pero en éstos casos si eres puntual te tacharán de desesperada y necesitada. No queremos eso ¿verdad?- preguntó ella mirándome de reojo por el reflejo.
Su hermoso vestido rojo contrastaba con el color que había aplicado a sus labios.
-¿no?- divagué con la respuesta. La verdad no me interesaba lo que opinaran los demás de mí, ni siquiera me interesaba ésta estúpida cita.
-No, claro que no- reafirmó ella- así que esperemos.
No me daba pena admitirlo, no era buena para saber lo que los chicos esperaban de mí en una salida, sin embargo, me resultaba mucho más fácil entablar una conversación decente con un hombre que con una mujer.
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MECENAS
FantastikExisten historias sobre el arte a través del tiempo. Algunas solo cuentan las anécdotas de sus creadores, o simplemente se crean teorías que se adecuan a cada obra de arte. Pero y si cada cuadro y escultura va más allá de una mente bohemia o loca...