Contrario a lo que sucedía cada vez que cerraba los ojos y leprestaba mi olfato a la pintura, esta vez ocurrió algo diferente.
Tal vez se debía al hecho de que jamás había hecho esto con unapintura de este tipo, como mencionaba anteriormente, por lo generaltenía ante mí, pinturas que guardaban el secreto de un amor.
Jamás, una que demostrara tal violencia, e inclusive no eraviolencia, era como si pudiese sentir lo que la chica de la pinturasentía al momento que fue retratada.
Sin embargo, cuando abrí los ojos no estaba en el estudio de Jared,estaba frente a varios seres amorfos.
Demonios- susurró una voz en mi cabeza.
Estaba segura de que eran demonios
No eran para nada parecidos a lo queyo había leído e imaginado, sin embargo, lo sabía. Mi cerebro porvoluntad propia me hizo levantar los brazos y allí en mis manos,estaba la misma espada que había visto en el cuadro.
De hecho, yo era la chica de lapintura. Podía ver el flequillo que me tapaba un ojo, y mi busto sesentía ajustado bajo el escudo que tenía mi chaleco de acero negro.
Botas de combate, guantes de cuerohasta el codo y un traje negro que me cubría de pies a cabeza. Nosabía exactamente en dónde me encontraba, pero sabía que estabaatrapada.
Debía luchar.
Los demonios saltaron sobre mí,abriendo sus fauces y desgarrando el aire, la adrenalina invadió encuestión de instantes mi cuerpo, sabía cómo manejar una espada,sabía cómo usarla, pero aún así todo era tan irreal, que por unmomento pensé en cerrar los ojos y esperar a despertar.
No podía ser real.
Pero el primer demonio atacó y con ungiro entre mi espada y yo, corté su cabeza. Los demás retrocedieroncuando vieron el cuerpo de su compañero convulsionar en el suelo sinsu cabeza.
Entonces atacaron dos más, uno a laspiernas y el otro a la cara, me aparté de su camino y mientras unocaía de cara contra el piso, pude enterrar mi espada en la espaldadel otro; giré mi cuerpo y pateé la cabeza del último para poderavanzar contra el tercero, ambos atacaron al tiempo.
Hábilmente deslicé la espada en formahorizontal cortando su cabeza en el proceso.
Cerré los ojos para tomar aliento,necesitaba descansar. Cuando los volví a abrir, estaba frente a lapintura con la nariz rozando el lienzo, mi corazón palpitaba a milpor minuto y tenía calor, estaba sudando y mi flequillo se me pegabaa un lado de la cara.
Dí un salto hacia atrás observandonuevamente la pintura, el rostro de la chica había cambiado, lamaldad se había esfumado dejando paso al alivio, como si finalmentehubiese ganado la lucha.
-Jude... Jude... Jude- repetía Jaredmientras sacudía mis hombros.
Lo miré, estaba a mi lado y se veíapreocupado.
-Tengo que irme- susurré.
-¿Qué viste?- preguntó exaltándose.
-¿Cómo sabes que vi algo?- él solose quedó allí de pie mirándome. Reanudé la marcha hacia lasalida.
-No, espera, Jude. No te vayas. Estásmuy alterada y hablabas frente a la pintura, luego comenzaste ahiperventilar y me asusté y... por favor, quédate- me detuve y lomiré. Luego, mi vista se desvió hasta el cuadro.
Cerré rápidamente mis ojos.
>>Oye, oye- llamó mientrassujetaba mi brazo cuando decidí salir rápido de allí- ven, vamos ala oficina y me explicas lo que sucedió.
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MECENAS
FantasyExisten historias sobre el arte a través del tiempo. Algunas solo cuentan las anécdotas de sus creadores, o simplemente se crean teorías que se adecuan a cada obra de arte. Pero y si cada cuadro y escultura va más allá de una mente bohemia o loca...