Capitulo 5

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Sabes perfectamenteque no soy fan de tu forma de vestir. Pero, tengo que admitir que hoydiste en el clavo al escoger ese, como tu atuendo de presentación.

Sonreí ante elespejo mientras veía el reflejo de mi hermana tras de mí sentada enla cama. Anoche llegó mucho más tarde que yo y antes de que dijeraalgo cuando se levantó, le hablé de la idea de quedarnos a vivirallí, y el hecho de que tenía una entrevista de trabajo.

-En la tarde, sitodo sale bien, vamos a la universidad y de paso buscamos un lugarpara rentar- doblé las mangas de mi camisa de vestir blanca y ajustémis botines de tal manera que no fuese a sufrir un accidente en lacalle.

La camisa se lahabía robad a papá; con un leve ajuste a la cintura y las mangashabía quedado perfecta, no era muy fan de los encajes y las floresen mi ropa de vestir, por lo que me había decidido por esa camisa,un jean negro ajustado y unos botines del mismo color.

-Seguro ¿teacompaño a desayunar? - preguntó ella somnolienta.

-No te preocupes- -dije mientras pasaba los dedos por mi cabello, desenredándolo yrevisando que mi lápiz de ojos no se corriera- de camino busco unlugar en el cual comer, no quiero llegar tarde.

-Son las 6:30 de lamadrugada, ni siquiera se habrán despertado. Deberías seguir miconsejo y llegar un pelín tarde.

-No lo creo, nosoporto la impuntualidad- mi hermana bufó mientras me dejaba darleun beso en la mejilla y luego se escondió bajo las mantas.

-Al menos sácate lacamisa- me regañó con voz amortiguada.

Salí del hotel contodo el entusiasmo del mundo mientras corría a buscar un taxi,únicamente llevaba mi teléfono celular, la navaja en los botines yel dinero suficiente para no quedarme estancada ni por comida ni portransporte.

Al llegar a ladirección de la tarjeta, me di cuenta de que efectivamente mihermana tenía razón, el lugar no había abierto, claro que de esome di cuenta luego de que recuperara mi dignidad y limpiara la babaque se me había escapado al ver aquel lugar tan inmenso.

Y perfecto.

Puertas trabajadasen roble, con miles de figuras y diseños extraordinarios, ventanasque mostraban lo esplendoroso que se encontraba en el interior decada piso. Mi mirada viajó desde una esquina a la otra, observandola extensión de aquel lugar.

Solté un chiflidode sorpresa.

Frente a mi destinohabía dos lugares que cayeron como anillo al dedo en ese momento.Una librería y un restaurante.

Sip, amaba el arte,los libros y la música, pero antes que eso, la comida.

Sujeté mi cabelloen un moño y crucé la calle.

-Buen día madame-me saludó el encargado de la librería.

Sonreí y me escondíentre los estantes, había tantos libros y no sabía por dondecomenzar, así que sin más cerré los ojos y escogí al azar.

FAUSTO.

Ya en el restauranteme comí como 3 croissants y un par de tasas de chocolate, luego meperdí entre las palabras del libro. Nunca me habían gustado estetipo de historias, con diálogos por separado, sin embargo, elagradable aroma del restaurante y el poco tráfico y gran calma dellugar me llevaron a apreciar la comodidad y la facilidad con la queme enfrasqué en la historia.

Perdí la nocióndel tiempo. Y solo reaccioné cuando el camarero me ofreció un café.

Había pasado unahora.

-Oh por Dios-exclamé en un tono para nada adecuado. Sonreí con vergüenza a lasparejas de chicos que voltearon a mirarme cuando me levanté desobresalto y caminé apresuradamente a la entrada de la enormemansión que ahora tenía las puertas abiertas.

MECENASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora