—¡Soraru san es genial!— repitió por quinta vez el ojicarmesí
—No es nada de otro mundo— veía su perfil, admirando el suéter de felinos que tenía puesto, ese color blanco que combinaba con su cabellera y sus orbes carmesí, haciendo que los colores de estos últimos fueran más profundos y el leve rosa de sus mejillas recalcara en su rostro.
Llegaron a la casa del azabache, su ahora visita se limitó a verlo mientras cerraba la puerta.
—Iré a cambiarme— suspiró y subió a la segunda planta.
Mafumafu quedó estático, se sentía incómodo y no se podía permitir dar un vistazo.
Rápidamente le vino a la mente que el suéter que tenía puesto poseía un gorro...Con orejas...De gato.
Tragó pesadamente al recordar como las burlas y murmullos se hicieron presentes el día que ingresó a sus primeros días de instituto con esta prenda. Y con miedo a que el peliazul tuviera vergüenza ajena hacía él, se la removió de su cuerpo al escuchar los pasos en los escalones.—¿Qué haces?— le miró confundido—. Vamos a salir espero no te moleste.
Negó frenéticamente.
—Hace frío, mejor déjala.
—P-pero...— enseñó con tímidez aquel gorrito, esperando a que le dijera un ''está bien, quítatelo'', mas no fue así.
—Hmm…Que adorable— y vaya que se sorprendió, volvía sentir ese sentimiento de emoción en su interior. Sabía que no podría ser el único que ese pequeño detalle le pareciera algo lindo.
[…]
Los dos se dedicaban a admirar el actual atardecer, el cielo presumía sus potentes colores que eran reflejados en sus lindos orbes.
Entraron a la propiedad del centro comercial, el mayor visualizaba cada establecimiento del lugar.
—¿Qué quieres comer?— preguntó sin ver a su acompañante, pero no obtuvo respuesta—. ¿Mafu?— volteó su mirada y lo encontró admirando por la gran ventana de un café.
—¿Quieres ir?— preguntó.
—¿E-eh? N-no, no...No es necesario— asomó una risa nerviosa que no llegó a convencerlo.
Comenzaron a discutir con el fin de saber si entrarían o no, ante la insistencia del peliazul terminaron accediendo.
Era una cafetería bastante bonita, los muebles como sus redondas y pequeñas mesas y sus sillas que tenían decoraciones en el respaldar le daban un toque elegante, tenía un aroma dulce y empalagoso, y se veía una sola persona atendiendo debido a que no estaba muy lleno. La cabellera albina se acercó a la vitrina que mostraba los llamativos postres que ofrecían.[…]
En una de las tantas mesas se podía apreciar dos jóvenes que hablaban mientras se escuchaba un acompañamiento de piano y violín del radio del establecimiento. Uno de ellos comía una de sus tres donas que estaban en un plato de vidrio, las acompañaba con una taza de chocolate, mientras que el otro tomaba algo de café y comía una rebanada de pastel.
—¿Quieres?— extendió la dona en su mano.
—No me gustan mucho— confesó.
—¡Pecado!— hizo un puchero—. Son deliciosas— y dió otra mordida.
—Y tú...¿Quieres probar?— ahora él acercó su taza de café. El albino se acercó y probó un poquito.
—¡Agh!— una mueca de disgusto se hizo presente—. ¡Demasiado amargo! ¡Y caliente!— sacó su lengua lloriqueando. Por otro lado su acompañante veía de manera burlona la cómica escena.
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''Lo que escondía tu sonrisa''[SoraMafu]
RandomEntre adolescentes, libros ilustrados y tristezas persistentes.