8. De como nos enamoramos de él

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Decir que se sentía culpable era poco, Minseok nunca se sintió tan mal como para no conversar durante todo el trayecto de vuelta hacía su departamento

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Decir que se sentía culpable era poco, Minseok nunca se sintió tan mal como para no conversar durante todo el trayecto de vuelta hacía su departamento.

Entre sus dedos descansaba la tarjeta de presentación del hombre que había sido su guía turística y a pesar de que moría por llamarlo de manera más personal. No se sentía correcto tener deseos tan fuertes por un hombre que no fuese Luhan. Se sentía erróneo y mal.

Sentía que por primera vez en su vida durante los últimos dos años ya había dejado de ser como un sueño. Ya no era real que el hombre junto a él fuese su todo, especialmente luego de sentir una atracción tan fuerte y erótica con una sonrisa bonita y mirada coqueta.

El llegar al departamento no fue ni tan memorable, ni tan erótico como solía ser. En la mañana habían dejado un acuerdo sin nombrar sobre dejar rienda suelta a sus deseos. Pero Minseok sentía que tenía un nudo atorado en la garganta.

Se acercó al chino y se sentó en su regazo como solía hacerlo cuando estaba preocupado y una simple caricia en su cuello lo calmó. No era tan terrible, solo tenía un deseo irrefrenable ante otro hombre, debía decirle a Luhan, eran ese tipo de disyuntivas que hacía que las parejas terminan o se engañaran.

No soportaría una vida sin Luhan, pero el cúmulo de sensaciones era demasiado para él mismo.

— Lu-ge — el murmullo sorprendió a ambos, era una mezcla entre quejido y susurro que Luhan se dedicó a callar con uno de sus dedos.

Levantó con cuidado el mentón de Minseok y simplemente movió la cabeza de un lado a otro. Se besaron como siempre, mientras solo ponían atención a sus cuerpos y las sensaciones que el otro le entregaba.

Estaba esa misma química erótica desde la primera vez. Pero a pesar de que Minseok sentía las grandes manos del chino en su cuerpo, sentía que faltaba algo.

La ropa comenzó a caer poco a poco, el ambiente se volvió caluroso y allí mismo. En medio de su sala sobre uno de sus sillones se unieron sin dejar de mirarse atentamente. Era la misma sensación abrumadora de amar a alguien y desearlo de maneras iguales. El movimiento lento de Minseok los hizo disfrutar de un buen sexo lento. Un momento tan cálido e íntimo que los llevó a la gloria en unos minutos.

No fue hasta que regularon sus respiraciones y sintieron el frío del departamento chocar con sus pieles desnudas que se volvieron a ver.

— Lu-ge.

— Creo que te entiendo Minnie.

— ¿Es normal?

— No lo sé Minnie, pero solo hay una forma de dejarlo claro.

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Jongdae era un tipo común. Después de salir de la escuela con bajas notas se dedicó a buscar alguna universidad para estudiar historia. Su madre instaba que estudiara algo respecto a su hobbie de cantar, pero él no se sentía preparado para poder dejar la posibilidad de tener un trabajo tranquilo y una vida tranquila.

Mucho menos cuando se enteró que prefería a los hombres sobre las mujeres. Corea era un país demasiado retrógrada y no estaba preparado para ser cantante y no poder salir del clóset tranquilamente.

Con nostras sobresalientes salió de la universidad sin saber qué es lo que podía hacer con un título de historia de China. La mayoría de los profesores de secundaría vivían con mucho estress por las exigencias a los muchachos, sin contar con lo difícil que era la prueba para rendir educación.

Buscó alguna cosa que hacer y no se dió cuenta cuando estaba tomando un vuelo hacia China porque había una empresa de turismo que estaba buscando coreanos que conocieran chino para poder hacer tour por las partes más importantes de la ciudad.

Le gustaba su trabajo, le daba el suficiente dinero para tener un pequeño departamento a unos minutos de la oficina de turismo. Podía comer Hot Pot todos los días y la mayoría de los muchachos en las fiestas se le ofrecían porque morían de tener una aventura con un coreano.

La vida le sonreía, no esperaba nada. Y a pesar de que todos criticaban su falta de ambición, él era feliz. O eso creía hasta que los vió.

Su jefe había comenzado que el gran heredero de los Han había reservado un tour en coreano por la muralla china junto a su novio coreano. Él se había preparado como todas las mañanas y a pesar de que intentó mantener la compostura, le costó demasiado gracias a las miradas lujuriosas que le daban.

Sabía que era un hombre caliente, pero nunca pensó en llamar la atención de dos hombres tan impresionantes como Kim Minseok, uno de los mejores artistas coreanos fuera del país o Luhan el heredero de los Han, es decir, uno de los hombres más guapos y millonarios de China.

Sonrío todo lo que pudo y explicó todo con mucho detalle como solía, pero no pudo evitar acercarse al coreano para disfrutar de su aroma almizclado y así entregar la tarjeta de presentación que su jefe había insistido en hacer y que nunca las había utilizado.

Los hombres eran una pareja adorable, estaban con gorritos de pareja y a pesar de que llevaban la típica ropa de turistas, eran demasiado calientes para ser reales.

Lo peor había pasado al llegar a su pequeño departamento y sentirse un poco solo en esa habitación que con suerte le daba espacio para comer sentado en su cama. Porque el aroma almizclado de Minseok seguía en su nariz y la mirada lujuriosa de Luhan seguía atascada en su memoria.

Ni cuenta se dió cuando una de sus manos estaba bombeando su miembro. Sacó un poco de lubricante de su escritorio para comenzar con el vaivén. Se imaginaba a Minseok sobre sus piernas besando sus labios con ahínco mientras Luhan lo despojaba de sus ropas.

Y desnudo sentía las manos grandes de Luhan sobre su cuerpo mientras Minseok se dedicaba a bajar centímetro a centímetro por su cuerpo saboreando cada detalle de su cuerpo sin olvidar de saborear su miembro en conjunto. Podía ver sus cuerpos calientes uno adelante y otro detrás mientras uno besaba y el otro lamía. La boca de Minseok tenía un sabor desconocido, pero demasiado caliente mientras intentaba sentir el trasero de él entre sus dedos.

La boca de Luhan estaba junto a su oreja.

— ¿Quieres que lo lama?

— Si

— Dime Jongdae... ¿Quieres verlo como te toma profundamente?

— Si... ¡SI! — La velocidad que se movían los bonitos labios pequeños de Minseok comenzó a aumentar. Podía sentir las manos masculinas pellizcando sus pezones llegando a un lugar desconocido de placer.

Se sentía en el séptimo cielo cuando el orgasmo llegó de manera fuerte y dura. Allí con los restos de semen entre sus dedos se dio cuenta.

Todo había sido un sueño.

Un sueño que se había sentido demasiado real.

Tres no son multitud II LuXiuChen (Poliamor) EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora