XVIII. Beso

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—No es posible.

Bueno, si se trataba de un chico desnudo con una cabeza de caballo; una chica vomitando en la mesa donde habían vasos rojos mientras otros bebían en esos, lo que podría ser ponche, cerveza, o quizá vomito; un chico besándose con una, ¿anciana?; un stripper bailandole a un árbol; dos chicos teniendo una tensión sexual muy grande —me recuerda a alguien—; una chica durmiendo en la azotea; y una casa a nada de reventar por la cantidad de personas dentro. Bueno, creo que si era posible. Eso y más.

—De acuerdo, que inicie la fiesta.— Dijo YoonGi, mientras cada uno iba a una parte de la fiesta a, seguramente, emborracharse, fumar, drogarse —espero y no—, y a conseguir un lugar donde coger con su pareja. Todos. Hasta Jin hyung, que no le gustaba las cosas asquerosas y la música ruidosa, y Jimin, quien odiaba las multitudes y era sensible a olores.

De acuerdo, si habían expectativas en esa fiesta.

Malditos. Todos se habían ido, dejándolo enfrente de la gran casa americana y japonesa —un poco absurdo cuando hablábamos que vivíamos en Corea—, pero el punto era que esto se iba a descontrolar. Por si acaso, iba preparándose para cuando llamaran a los policías a detener la fiesta, ir por sus amigos a la cárcel y mentir a cada una de las familias que todo había sido una fiesta de amigos que se salió de las manos un poco. ¿Debería comprar aspirinas y un poco de hielo en caso de que alguno se meta en una pelea?

Mierda, mi lado maternal salió.

—Sí estás pensando en las formas de cómo cuidarnos cuando todos estén medios muertos mañana por la mañana, déjame decirte que sí, eres un poco maternal.— ¿debería asustarme por la forma en la que Jungkook apareció a mi lado por arte de magia, o por la forma que adivinó —o tal vez leyó– lo que había en mi mente? No lo sabré, ni lo sabremos.

—¿Por qué no has entrado?— ignorando mi absurda pregunta anterior, caminé lentamente a su lado adentrándonos al patio de la casa donde yacían algunas personas moribundas, otras vomitando y algunos casi cogiendo. Sin embargo, ante aquella mala vista, sólo pude enfocarme en la forma que Jungkook se acercó peligrosamente a mi oído, casi besando mi mejilla, y en el rico olor a rosas que desprendía su cuerpo —el cual había olido en el abrazo que nos habíamos dado, pero quería asegurarme que fuera de rosas—. Muy tierno, recordando el hecho que el adolescente menor por dos años —20 años, no era tan adolescente, era como un joven pero inmaduro, ¿entiendes? Está en el medio, joven maduro, pero adolescente inmaduro, una combinación de esa— utilizaba lociones femeninas y cremas de bebé. Vaya, en cuanto a gustos no me meto. Pero había que aceptar que el olor le daba su toque. Un joven que desprendía hormonas en sus poros, un hombre fornido, macho, pero que utilizaba crema para bebé. Así es. Ese era Jungkook. —¿No te interesa la fiesta?

—Sí, pero tengo que proteger tú culito, cariño.— sip, ese era su Jungkook. Y también omitió el cariño, había coloreado sus mejillas, pero eso era otro tema. —No vayan a tocar algo que es mío.

—Mi culo no tiene tú nombre, así que no es de tú propiedad.— seguí caminando.

—No, pero estoy seguro que para mañana amanecerás con un tatuaje en grande donde diga mi nombre completo y una pequeña imagen mía. Quizá mi firma, o alguna frase, como "OK? OK" de tú libro favorito. Ahí sí será de mi propiedad. — pero paré en seco ante sus estúpidas palabras.

—Me llego a enterar que tatuaste un solo punto en mi cuerpo y te juro que te corto en mil pedazos y te mando a comer a mi perro.— creo, solo creo, que eso había sonado un poco mal. Solo pienso.

¡Pajero! ✧ KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora