Aclarar sus ideas

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Podía ver las cervezas recorriendo todo el local, mientras los invitados charlaban animadamente, incluso bailaban;. Aproveché un momento en el que Thérèse iba al baño para acercarme a hablar con ella.

-¿Qué tal va todo?- pregunté cuando se miraba al espejo.

-Es todo tan raro. Es como algo nuevo, pero es como siempre.

-Pueden cambiar muchas cosas, pero los sentimientos de Max Meyer por ti no.– suspiré. Realmente tenía dudas sobre si Thérèse debería volver con Max– ¿Tienes dónde quedarte?

-Había pensado en quedarme en vuestra casa y volver mañana a París, si no os importa.

-Claro, tenemos una habitación de sobra.

La francesa terminó de retocarse el pintalabios, mientras yo me colocaba el pelo. Volvimos a la mesa junto a los chicos, charlaban sobre algún episodio de cuando entraron al equipo. Pude observar como el móvil de Max no dejaba de iluminarse cada poco tiempo, el rubio lo ignoraba completamente. Achiné los ojos para tener una visión más nitida, "Laura <3". Sonreí de lado, su novio pasaba de ella. Max captó una de mis miradas al móvil y miró la pantalla. La expresión de su cara cambió completamente.

-Mierda- susurró.

-¿Qué pasa?- León rápidamente echó un vistazo a la pantalla del teléfono. Se miraron sin decir nada, como siempre. - Estás en un lío.

-Es Laura. Había montado una cenita romántica en casa.-afirmó Max leyendo los mensajes sin entrar al chat.

-¿Vivís juntos?- Thérèse pareció atragantarse mientas asimilaba los obstáculos que tendría que superar para estar con el alemán.

- Sí. Me va a matar.-nos miró con cara de cachorrito- León...¿Te importa si duermo con vosotros?

- Thérèse va a dormir en la habitación de invitados- sentencié dando un trago a mi cerveza mientras León me observaba en busca de una solución.- Si no os importa dormir juntos...

-Ro- añadió Leon en tono de regañina.

-Es lo que hay, Lion- una risilla se me escapó. No sabía cuántas cervezas llevaba, pero tenía claro que quería que pasaran tiempo juntos y que esa era la oportunidad ideal para que hablasen.

La fiesta continuó unas horas más. El equipo fue abandonando el lugar, los amigos de Max fueron los últimos. Lo habíamos pasado bien. Todos íbamos algo más contentos de lo normal debido al alcohol, nada demasiado exagerado. Todos, sin contar a León, el único alemán que no bebía cerveza y que había terminado su noche tras beberse una.
Subimos al apartamento. Max y Thérèse nos seguían, el brazo de Max sujetaba a la francesa por la cintura. Parecía la misma imagen que había visto un año antes. Salimos del ascensor, León me sujetaba con ambos brazos por detrás. Tenía la sensación de que iba a tropezar con una de sus piernas y caer al suelo. Me paré frente a la puerta y busqué la llave. Nuestros invitados reían descontrolados.

-Shhh- musitó León antes de besar la parte trasera de mi cabeza. Ellos rieron más alto.

-Te quiero, baby Lion- susurré antes de abrir.

-Yo también- añadió Max pasando dentro del piso, tras abrazar al moreno.

-¿Seguro que no os molestamos?- Thérèse ni siquiera se esforzaba ya por hablar en inglés o alemán, se lo reservaba para Max.

-Tranquila, de verdad- dije mientras dejaba la chaqueta en el sofá.

-Nuestra casa, vuestra casa- dijo León caminando hacia la habitación.

-Nos vamos a dormir. Hay ropa vieja de Leon en el armario.- añadí mientras caminaba detrás de León.

- León quiere meter otra vez. No hagáis mucho ruido-el rubio hizo un gesto demasiado obsceno.

-Max - me acerqué a él simulando estar muy seria y muy sobria. Le señalé con el índice y puse mi cara de reñir. Escuché a Thérèse retener la risa- No quiero ni una bromita sobre lo que oigas esta noche.

Max esbozó una sonrirsa y, unos tres segundos más tarde, explotamos en una sonora carcajada de varios minutos. Tenía más que asumido que Max conocía los secretos más íntimos de nuestra relación. León trataba de ser discreto, pero Max sabía sacarle toda la información que quería.

-Que os aproveche, fierecillas.

Dejamos el salón y a nuestros borrachos amigos atrás y llegamos hasta la habitación. Me quité el vestido y me senté sobre la cama. León se desnudaba con calma.

-¿Estás bien, liebe? - Me acerqué a él con delicadeza y recorrí su hombro desnudo con mis dedos.

-¿Crees que es buena idea dejarlos solos?- escuchamos una carcajada de Thérèse del otro lado de la puerta.

-Leon, tienen que aclarar sus ideas, ponerse al día o simplemente follar- ambos nos sorprendimos por la forma tan brusca en la que había expresado mis pensamientos. Era todo consecuencia del alcohol.

-Me pido no cambiar las sábanas, entonces- se giró y sujetó mi cintura.- Espero que no nos rompan nada.

Noté sus largos dedos subiendo por mi espalda, jugando con el cierre de mi sujetador. Mordí suavemente su labio inferior mientras desabrochaba sus pantalones. Sentí la sábana de la cama rozar toda mi espalda. Sus ojos me miraban profundamente. No sabía si podía quererlo más de lo que lo hacía. Sus manos continuaron jugando con mi cuerpo, eliminando lo último del look de esa noche. En un ágil gesto, me coloqué sobre él. Mordió su labio, me acerqué a su boca y otra vez, la mordí yo. Bajé delicadamente por todo su torso, besando todos y cada uno de sus lunares. Tiré sus boxers lejos y me senté sobre él. Se apoyó en sus codos.

-Está bien, kleine. Tú mandas- se apoyó en el cabecero de la cama y cogió un condón para dármelo. Puso sus manos en mi trasero, apretándolo ligeramente.

Comencé a moverme lentamente, sintiendo cómo acababa de crecer bajo mis caderas. Besé sus labios justo antes de que sus manos me ayudaran a encontrar su miembro. No quería gritar pero cada movimiento suponía una descarga eléctrica recorriendo mi columna, mi estómago, mi cerebro... Cada movimiento me hacía elevar los decibelios, sus gritos ahogados tampoco ayudaban a frenar todo aquello. Me incliné sobre su pecho buscando sus labios de nuevo, ahogando unos cuantos gemidos. Necesitaba respirar, necesitaba gritar, le necesitaba a él.

- Déjate llevar, kleine- su voz ronca fue el detonante, combinada con una elevación de sus caderas. Un sonoro gemido invadió el cuarto.

Caí exhausta sobre su pecho, escuchaba como su corazón latía desbocado y respiré su aroma. Aún olía a perfume, probablemente se habría echado tres litros antes de salir. Su mano derecha comenzó a acariciar mi cabeza y mi espalda.

-No sé si es por las cervezas o porque no tengo el cerebro muy conectado a estas horas, pero te quiero muchísimo. No me había dado cuenta de que me haces demasiada falta.- miré sus ojos marrones, que me miraban con ternura.

-Eres lo mejor que me ha pasado, kleine. Ni siquiera recuerdo cómo era mi vida de antes sin ti.

Sonreí y me acerqué a sus labios. Los rocé suavemente con los míos.

-¿Te han dicho alguna vez que eres guapísimo?- observé sus facciones. Esa mandíbula, esa barbita, esos ojos, el pelo rizado, salvaje junto a esa voz y ese nombre que invitaba a hacer mil chistes sobre sexo. Era lo más parecido a la perfección que había conocido.

-Tenemos que beber más cervezas- sonrió y despeinó mi pelo- Deberíamos dormir.

-No- hice un puchero. No quería dormir, quería estar mirándolo fijamente, analizando todo su cuerpo.

-¿Y qué quieres?

-A ti- solté un risilla y me tumbé junto a él, buscando el calor de sus brazos.

Sí, quiero. //León Goretzka// (Te Quiero II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora