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Imposible.

Habían cosas que eran imposibles, y otras que eran improbables. En la vida de JiMin, siempre hubieron de las dos: era imposible que su madre alguna vez lo tratase con el respeto que se merecía mínimamente por ser su hijo. Y, luego, era improbable que alguna vez se sintiera feliz con lo que estaba sucediendo en su vida. O sea, la mordida en su cuello, la cual estaba ahí por una cuestión escasa de sentimientos que debió vivir hace ya casi un mes.

Y ahora, ni siquiera podía estar contento porque Kim NamJoon había tomado la inexplicable —por lo menos para él— decisión de ignorarlo o tratarlo de forma cortante. Lo peor de todo era que... no le daba señales de estar enojado, sólo no le hablaba o lo hacía con pocas palabras. Hace ya dos semanas que se encontraban de tal manera y JiMin sentía un fuerte dolor en el pecho cada vez que tenía la necesidad de abrazar a NamJoon en las noches y éste se quedaba dado vuelta, dándole la espalda.

Le dolía. Lo necesitaba.

NamJoon lo protegía todo el tiempo. E incluso lo celaba, pero en las últimas dos semanas... nada. Nada más que el silencio y la indiferencia. Quería llorar todo el tiempo porque le dolía mucho y lo necesitaba.

Comenzaba a sentirse abandonado.

Muchas veces vio la mordida de algunas Omegas que eran abandonadas por sus Alfas, y acostumbraban a ponerse de un color amarillento, acompañado de las Omegas con pocas ganas de seguir una vida normal, deprimidas y postradas en una cama hasta que la muerte llegaba. Y se estaba volviendo tan paranoico que revisaba la mordida cada día. Se veía más pálido a sí mismo y con ojeras debajo de su ojos, aunque eso era porque sin el calor de NamJoon no podía dormir.

Entonces recordaba las razones de por qué no quería que un Alfa lo marcara, y trataba de auto convencerse de que NamJoon sólo estaba pasando un momento por quién sabe qué cosa y quería distancia, que tarde o temprano volvería a hablarle como antes... pero todo parecía volverse relativo.

Ese día en especial, NamJoon tampoco fue a buscarlo tal cual no lo hizo en las semanas que pasaron. Y lo odió un poquito porque hacía mucho frío. Quería llorar porque NamJoon siempre lo cuidaba hasta incluso del frío; su Omega quería rogar por la atención del Alfa, pero no dejaba que le ganase a su orgullo. NamJoon era quién se había ido, ¿qué podía hacer?

Cuando llegó a la casa gracias a que debió tomar el autobús, lo primero que hizo fue correr hacia el baño para poder darse una ducha de agua caliente porque afuera en serio estaba haciendo frío y apenas había llevado algún abrigo. Se quedó ahí por una media hora sintiendo como la mordida comenzaba a arderle de una manera molesta y dolorosa. Era un dolor leve y soportable, pero molesto. Al salir de la ducha, se miró al espejo para notar que la tenía roja. Se asustó un poco pero luego recordó que estaría perdido si la mordida se volvía amarillenta, por lo que se alivió un poco (en realidad reprimió la desesperación que quería salir a flote).

Así que luego de vestirse con la ropa que se había llevado al baño, salió del lugar dispuesto a ir hacia la cocina porque tenía bastante hambre. No estaba comiendo bien y era producto de lo que sucedía con NamJoon.

Se sorprendió al entrar a la cocina y encontrarlo hablando agradablemente con Rain, como si el hecho de que no habían hablado bien durante dos semanas no le afectase en lo más mínimo. A JiMin se lo dijeron: el Alfa sufría por la ausencia de su Omega, pero el Omega moría por la ausencia de su Alfa. Nunca lo creyó, creía que ambos lados sufrían igual, pero ahora se daba cuenta de que no era cierto.

—Hola, JiMin —saludó Rain con una sonrisa, como siempre—. ¿Quieres comer algo?

—Eh, sí... yo —murmuró caminando hacia el refrigerador, tratando de ignorar la presencia de NamJoon. Sin embargo, al sentir un aroma en especial no pudo evitar darse la vuelta y mirar a NamJoon como si hubiese hecho la peor cosa del mundo.

❀Mordida Equivocada ❀ ɴᴀᴍᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora