8.

477 72 8
                                    

Generalmente no cruzábamos muchas palabras en la sala de espera.Pero aquella tarde, mientras yo movía mi pierna de arriba hacia abajo y mordisqueaba mis uñas, tú me miraste.

Realmente me miraste.No en la manera en que alguien te observa de forma distraída al cruzarte en la calle.Tú realmente viste a través de mí.

—¿A qué le tienes tanto miedo?

«A mi misma.Solo a mí.Y ese era justamente el problema: no podía huir de mí misma, no había dónde esconderse.»

No tengo miedo.

Eras un extraño.¿Qué esperabas que te dijera? Si yo había aprendido a mentir con tal eficacia que me engañaba a mí misma cada día.

Sin embargo tú sabías que mentía, que las ojeras oscuras bajo mis ojos y mis temblorosas manos me desmentían.Aún así, tan solo sonreíste una vez más.

Está bien tener miedo.Pero no dejes que te coma, ¿de acuerdo?

Sí.

Tú realmente me dijiste eso, Jinho.Así como así.

Me habías leído mejor de lo que todas las personas en mi vida lo habían hecho antes.Tú viste que mentía pero no elegiste quedarte al margen.Desdibujaste ese margen, lo hiciste añicos, me moviste de mi pequeña zona de confort donde podía fingir que todo estaba bien cuando claramente no lo estaba y me incomodaste.Me incomodaste porque repentinamente me sentí desnuda aunque tuviera toda mi ropa bien puesta: estabas señalando directamente al problema que con tanta desesperación intentaba ignorar.Y repentinamente esquivarlo se volvió como intentar tapar el sol con una mano, una tarea ardua y desgastante que jamás llegaría a nada...porque aquella bola de fuego ardiendo no iba a desaparecer, se negaba a desaparecer.Yo no podía abarcarlo con tan solo una palma y fingir que ya no existía.

Por primera vez en mi vida la mentira aún no dicha me pesó en la lengua.Quise gritarte que no tenías por qué meterte en mis asuntos, que no me conocías, que no comprendías mis problemas.Pero en su lugar simplemente guardé silencio, porque la sombra en tus ojos me hablaba de que tú mismo habías caminado tu propio camino antes, que habías batallado y sobreviviste.Ellos me hablaban de cierto conocimiento que no encajaba con la sonrisa en tus labios, pero allí estaba.Supongo que todos tenemos nuestros secretos y un pasado.Por eso mismo no pregunté al respecto: no quería hacer preguntas que no fueras capaz de responder.

Mi atención se dirigió hacia tu mochila amarilla en su lugar, la ira disipándose ante tu atenta y cálida mirada.Tú no me juzgabas, no me veías con segundas intenciones: simplemente querías comprender.

—¿Y qué hay de ti?—Pregunté—¿Quién carga con vitaminas? ¿Acaso tienes una farmacia allí adentro?

Tú me mostraste el contenido de la mochila, inclinándote hacia mí, y me pareció tan gracioso que la llevaras encima solo para cargar un par de medias que no pude evitar reír.

Nos hicimos amigos rápidamente después de eso y los años pasaron.

Después de todo era fácil ser tu amiga.Traías luz a la vida de cualquiera y yo la necesitaba desesperadamente.

(Vita)min » JinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora