17.

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Sin darme cuenta comencé a juntar los pedazos y a descifrar nuevamente quién realmente era, un paso a la vez.

Y un día al verme al espejo por la mañana, comencé a darme cuenta de que la puerta no se veía tan mal cerrada.

Comencé a pensar que el uno no era un número de mala suerte, que si cerraba la puerta tan solo una vez, era posible que nada malo nos sucediera.

Cada vez que me despertaba en medio de la noche y sentía el deber de levantarme sobre mis pies para presionar el interruptor de la luz, cerraba mis ojos y contaba hasta diez.

Entonces, cuando casi me daba por vencida, tu respiración acariciaba mi oreja y seguía contando los latidos de tu corazón bajo la palma de mi mano hasta quedarme dormida.

(Vita)min » JinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora