La llegada

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-Él también es tu hijo, ¡no lo parí sola!-

-No puedes simplemente mandarlo en avión y dejarlo en la puerta de la casa Thalía, ¿Estás loca?-

-¡Él fue solo a verte!, estas tan ocupado tratando de culparme que seguramente no has pensado cuando fue la última vez que lo viste- los gritos de Thalía eran audibles por todo el pasillo.

Miró a sus padres discutir por la puerta entreabierta, sostenían una videoconferencia, así podían gritarse mejor y ver las expresiones del otro.

Siempre habían sido de esa manera, su padre era el mar y su madre la tormenta, juntos formaban un mar embravecido de olas que engullía todo.

Se alejó por el pasillo, la casa de su padre era el departamento de un soltero, la gran mansión de sus abuelos estaba saturada de recuerdos de los que quería desprenderse y por ello la había abandonado. Quizá su padre vivía atormentado por los recuerdos y por ello aquel lugar era tan impersonal, sacado de algún catálogo de muebles finos que él no había elegido, solo pagado para que alguien más le librara de la carga de hacer la casa suya.

Paseó por las habitaciones, una oficina, la habitación de su padre, un despacho, una biblioteca, un pequeño bar con una mesa de billar y unos palos de golf, la única habitación de visitas parecía estéril, se sentó en la cama impoluta acostándose pensando en el hatillo de cosas que había traído consigo, una maleta pequeña para comenzar una nueva vida.

Su madre, una mujer hermosa y ambiciosa se había vuelto a casar, la cara de Slade Wilson apareció en su cabeza y frunció el ceño para ahuyentarlo de sus pensamientos, no lo quería cerca.

Estuvo tumbado mirando el techo hasta que su padre se paró en el marco de la puerta, tocó un par de veces y Damián se incorporó para verlo.

Era el único hijo de dos personas que no deseaban responsabilidades, su padre estaba en sus cincuentas y su madre cerca de entrar en ellos.

Ambos seguían viviendo la vida de quienes no son buenos para lidiar con los sentimientos de los demás.

Los ojos azules de su padre le recorrieron, su rostro estaba cansado, siempre le agotaba su madre, lo comprendía, a él también la agotaba ella aunque la amara, era por su gran parecido a su padre que algunas veces su madre no lo comprendía.

-¿Entonces cuál es tu plan?- le pregunto cruzándose de brazos en busca de una explicación, que le ayudara a comprender porque había viajado desde la India a Nueva York.

-Voy a vivir contigo este año-le dijo encogiéndose de hombros

Su padre exhaló y asintió –Bien, es aun verano, los chicos de tu edad saldrían a pasear antes del regreso a clases – le dijo y su ceño se frunció, seguramente pensando que edad tendría el chico frente a él.

-¿Qué hacen los chicos de quince años normales?- le preguntó con una sonrisa maliciosa respondiendo sus preguntas.

-Meterse en problemas, supongo- su padre tenía su misma sonrisa cuando se lo dijo –Trata de no hacerlo, ¿está bien?- le dijo y él asintió.

Fue suficiente conversación para su padre, no era adepto a las palabras, y solo lo dejó estar.

Fue suficiente conversación para su padre, no era adepto a las palabras,  y solo lo dejó estar

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Mi primer amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora