Quince años

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Jon odia tener quince años.

Nadie toma enserio sus preocupaciones ni argumentos, para el mundo es demasiado grande para ser un niño pero muy pequeño para ser adulto, se encuentra en ese limbo horrible que es la adolescencia.

Sus preocupaciones se resumen a que Damián lleva dos días sin ir a la escuela, y nadie parece preocupado sobre la causa, tras presionar a los profesores y tutores, se entera que no han llamado a su casa debido a que su padre se comunicó diciendo que faltaría por asuntos familiares, nadie le cuestionó las razones ni le interrogaron. Los profesores le explican que la escuela no puede ir más allá de la tutela legal de los padres.

Su única opción es llamarlo, pero el teléfono del otro adolescente se encuentra apagado, y Jon desea plantarse en la casa ajena y aporrear la puerta hasta que la cara de su amigo aparezca y le informe que se encuentra bien, pero Damián vive en una zona adinerada y sabe que sin una invitación no lo dejarán entrar.

Confundido y harto, abraza la almohada con ganas de llorar por la frustración.

Tocan la puerta de su cuarto y se apresura a abrir.

Es su padre llamándolo a cenar.

-No pongas esa cara de desilusión pensaré que no me quieres-le dice su papá con una sonrisa - Tu madre ha cocinado tu cena favorita-

Su padre es la mejor persona que conoce Jon, amable, cariñoso y gentil, pero en ese momento no quiere ver su cara, deben ser las hormonas que hacen un lío de él y lo tienen molesto todo el tiempo.

A regañadientes se sienta a la mesa y picotea su cena sin mucho ánimo.

Sus padres no preguntan nada pero se miran entre ellos con un suspiro, lo dejan estar, pero eso le hierve aún más la sangre.

-Papá tu eres reportero, ¿no podrías investigar al señor Wayne y descubrir si Damián se encuentra bien?- le preguntó Jon alzando sus ojos azules a los de su progenitor.

-La vida no es una película de acción Jon, y mi trabajo de reportero no funciona de esa manera- le explicó

Jon frunce la boca, ¿de qué sirve ser adulto entonces? Si la vida está llena de reglas complicadas y burocracia, donde nadie ayuda a nadie.

-Su padre no se hace cargo de él, ¿no hay forma de denunciarlo a las autoridades y que servicios infantiles vaya a su casa a comprobar porque no va a la escuela?- le preguntó exasperado.

-Solo lleva dos días sin ir Jon, bien podría estar enfermo de gripa y por eso no ir-

El ceño de Jon se frunce, Damián goza de una excelente salud, una simple gripa no lo detendría, su padre no comprende lo inteligente que es su amigo y los problemas que enfrenta, su padre no sabe lo poco que comprende el mundo Damián, ha estado encerrado casi toda su vida, en una gran casa rodeada de lujos, lejos de formar amistades y tener un mínimo de contacto con la realidad.

-¿Y si no tiene gripa? ¿Y si está encerrado en esa torre sin comida?- le pregunta sintiéndose histérico y con un nudo en la garganta, odia, ODIA tener quince años, porque siempre que discute termina llorando, es como si el enojo se volviera tristeza y esas emociones estuvieran conectadas.

Su madre baja el tenedor y le mira, ella siempre ha sido el policía malo de la relación entre sus padres, su gesto es serio, pero también lo sabe, que Damián nunca comía en su casa y por eso ella siempre le alimentaba al punto de cocinar todos los días cuatro raciones en lugar de tres, sabe que siempre se iba tarde porque nadie le espera, que su padre nunca le llamaba para preguntar dónde o con quién estaba, que viste bien porque tiene dinero, pero cuando le abrazó una vez para despedirse el adolescente se asustó porque no está acostumbrado al contacto físico.

-Damián Wayne Al Ghul, es hijo de dos personas muy poderosas- le dijo -Su padre es dueño de un conglomerado multinacional, dueño de propia fundación filantrópica, dentro de las diversas ramas que maneja la empresa se encuentran seguridad, investigación, aeronáutica, tecnología, alimentos, paquetería, biotecnología, medicina, industria electrónica, entretenimiento, construcción, químicos, acero y bancos, para la revista Forbes se encuentra dentro de las quince personas más ricas del mundo, con una fortuna valuada en siete billones de dólares, ¿puedes imaginar esa cantidad de dinero Jonathan?- le pregunto con voz suave y modulada, haciéndole callar, algunas veces Jon olvida que su madre, antes de volverse ama de casa, era una exitosa periodista.

-Su madre es Thalia Al Ghul, es la CEO de Leviathan, empresa petrolera de medio oriente, asociada con todos los Jeques árabes, se sabe que también participa activamente en CADMUS, organización pionera en creación genética, saber a cuánto asciende su fortuna es casi inestimable, pues la mayor parte de su dinero se encuentra en paraísos fiscales. El mundo al cual pertenece Damián es casi una ilusión completamente fuera de nuestras posibilidades-

-La amistad no debería tener límites, ¿no me enseñaste eso?- le preguntó Jon con un nudo en la garganta y los ojos llorosos, desarmando a su madre, quien estiró la mano para tomar la suya.

-El lugar más seguro para un hijo es al lado de sus padres Jon, no podemos interferir en las decisiones que ellos consideren más convenientes para Damián-

-Nadie está preguntándole que es lo que quiere, solo están decidiendo por él -le dijo llorando, ocultando sus lágrimas con su mano.

Sus padres, se miraron entre si preocupados y al final Lois habló.

-Voy a conseguirte entrar a ese edificio, lo demás va por tu cuenta- le dijo su madre.

Jon asintió limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, iba a conseguir verlo y hablar con él, no le importaba quienes fueran sus padres.

Su corazón revoleó en su pecho como un ave cautiva, dispuesta a emprender el vuelo y llegar hasta Damián.

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Mi primer amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora