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—¿Cómo estoy? —le pregunté a Lisandro parandome en frente de el que estaba sentado en el sofá.

—A ver —me agarró de la mano y me giró —. No se para que me preguntas, si ya sabes que sos hermosa.

Sonreí y lo agarré de la cara, acercandolo para darle un beso.

—¿Ya te vas? —preguntó, aún dejandome cortos besos en los labios.

—No sé, tiene que pasar Guchi a buscarme —resulta que hoy saldría con las chicas (Guchi, Solange y Cami) para pasar la noche anterior a mi cumpleaños y parte de el, juntas. Aunque eso era todo más una excusa para salir todas.

—Cualquier cosa me llamas, ¿si? —me dijo—. Cuidate.

Asentí sonriendo. Lisandro era la persona más protectora y dulce del mundo, no podía más.

Mi celular sonó, avisandome que Agus estaba afuera, esperando. Le di un beso a mi novio, despidiendome de el y bajé, viendo el auto de mi amiga estacionado en frente.

—Buenas —saludó—, ¿todo bien?

—Si, perfecto. ¿Vos? —pregunté—. ¿Te costó mucho dejar a Bauti?

—No lloró, ¿lo podes creer? La primera vez que no llora y se queda tranquilito con Lucas —sonrió—, me parece que lo voy a extrañar más yo que el.

Reí y no dije más nada. En menos de quince minutos llegamos al restaurante donde nos encontraríamos con Cami y Solange.

Entramos buscando la mesa que ya habíamos reservado con anticipación. Nos acercamos y ahí estaban las anteriormente nombradas charlando.

—Hola —sonreí y saludé a ambas con un beso en la mejilla. Gesto que Guchi imitó.

—Buenas noches, les dejo la carta —apareció un mozo, con cuatro cartas en su mano—. Cualquier cosa me llaman.

Finalmente, después de algunos minutos, nos decidimos. Las cuatro elegimos distintos platos. Por mi parte, preferí la pasta. No sé por qué, pero sentía muchas ganas de comer pasta. "Es un antojo, amor" me diría Lisandro que no paró de decirme eso las últimas dos semanas cada vez que pedía algo de comer.

—¿Pedimos vino, también? —preguntó Cami.

—Yo paso —dije. Las chicas me miraron—, pero ustedes pidan.

Quince minutos, aproximadamente, tardaron en traernos las cosas y apenas lo hicieron, empezamos a comer.

—¿Tenía hambre o me pareció? —me miró Guchi, riendose. ¿Habré estado comiendo muy desesperada?

 —¿Yo? —asintió—. Ah si, un poco.

—Ya vengo, voy al baño —soltó Sol.

—Te acompaño —dije y eso hice.

Parece que al dueño se le ocurrió la gran idea de poner al lado del baño, toda la comida de mar y ese olor horrible a pescado llegó hasta mi, causandome nauseas.

Mientras Solange entró al cubiculo del baño, yo me lave la cara, queriendo que me pase todo. Por suerte, a los pocos minutos se me fue pasando, aunque si volvía a pasar por ahí, muy probablemente, volvería a sentirme mal.

—¿Estás bien? —preguntó mi amiga, saliendo del baño.

—Si, si —asentí.

—Emilia, mirame —eso hice—. ¿Vos no estarás embarazada, no?

La miré. Ya está, no podía ocultarlo por mucho más tiempo. Además, ellas eran mus amigas, no estaba mal que lo supieran.

—Eh —sonreí—, bueno si.

—¿En serio? ¡Ay yo sabía! —me abrazó—. Entonces eran verdad todos los rumores. ¡Te felicito amiga!

—Gracias Sol, todavía no lo puedo creer, me resulta raro todo—reí.

—Y si, me imagino, yo estaba igual cuando me enteré de Salvi —sonrió—, pero después lo vas asimilando.

—¿De cuanto? —me preguntó cuando ya estábamos volviendo a la mesa.

—Ocho semanas.

Cuando llegamos, decidí contarselos a las chicas, quienes no tardaron en abrazarme y felicitarme.

Lo que restó de la noche, estuvimos charlando y, finalmente, comimos el postre. Yo pedí un volcan de chocolate y, les juro, que era LA GLORIA.
A las doce en punto, me cantaron el feliz cumpleaños y una hora más tarde, dejamos el lugar para irnos cada cual a su casa.

Agus, quien me había traído, se ofreció a llevarme y yo acepté. Si no me llevaba ella, tenía que llamar a Lisandro quien puede que este durmiendo.

—Nos vemos Emi —sonrió—, después hablamos.

—No le cuentes a Lucas del embarazo, mañana voy al Club y les cuento a todos —dije.

Después de haberle dicho eso y despedirme de ella, subí hasta mi departamento donde probablemente estaba mi novio. No convivíamos oficialmente, pero casi que si, porque estabamos casi siempre juntos. Si el no dormía en mi departamento, yo lo hacia en el de el. Así siempre.

—Li... —cuando entré al departamento, encontré todo lleno de globos. Sonreí.

Continué por el pasillo y también. Llegué a la habitación y ahí estaba Licha durmiendo, con una caja y una rosa en su pecho. Me muero.

Le saqué la caja de encima, sin abrirla y la corrí para un costado. Subí sus piernas a la cama, acomodandolo y la rodeé para acostarme.

—¿Emi? —susurró, removiendose en su lugar.

—Hola amor —sonreí y le di un beso.

—Te quería dar una sorpresa y me dormí —se llevó las manos a la cara—Hagamos una cosa, salí y volvé a entrar, como si te sorprendieras.

—¿En serio me decis? —reí.

—Si, dale, salí —le hice caso y salí—. ¡Ya podes volver!

Entré una vez más a la habitación y, ahora, Licha estaba con una caja y una rosa en sus manos, mientras que en la cama, había un cuadro lleno de fotos nuestras. Ahora sí que estoy muerta.

—Feliz cumple mi amor —me dijo, acercandose. Rodeé su cuello, aún sonriendo, y lo bwsé—. Te amo mucho.

—Gracias, en serio, sabes que no hacia falta todo esto —sonreí—. Te amo

—Tomá, abrí —me extendió la caja—. Lo elegí yo, así que no sé si te va a gustar.

—¿Lisandro me estás carganso? —lo miré—. ¡Está hermoso!

Era un vestido rojo, de esos que siempre me gustaban usar. No sé, pero de verdad, me encantaba.

—Aunque no sé cuanto tiempo lo vas a poder usar —rió y era cierto.

Me senté en la cama y observé el cuadro. Tenía montón de fotos nuestras, desde una de la primera vez que salimos hasta una que nos sacamos ayer.

—¡Ay mira esta! —señalé. Era una en el Monumental. Yo con la de River y el con la de Boca. Una de las mejores para mi.

—Acá una de las veces que me acompañaste a la cancha —me mostró—. Te juro que pensé que me ibas a decir que no.

—Solamente por vos fui —lo miré.

Finalmente, después de haber mirado todas las fotos y recordado todos esos momentos fotografiados, nos acostamos para ir a dormir.

—Te amo, te amo, te amo —soltó Lisandro, mientras me daba pequeños besos en el cuello.

Con este hombre era tan feliz.

Rivales | Licha MagallanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora