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Narra Emilia:

Después de varios días de insistencia por su parte, por fin acompañaría a Lisandro al entrenamiento. Casi todos los días, me pedía que lo acompañara aunque sea un día y, muchas veces, por trabajo, no podía. Ayer me lo volvió a pedir y no podía decirle que no, así que hoy iría con el. Sabía que para el era importante que lo acompañara. Probablemente, algún fin de semana vaya también a un partido; porque más allá de ser muy fanatica de River, no me podía negar a un pedido de su parte, menos sabiendo que a el le hace bien.

- Buen día - saludó Licha, llegando a mi departamento. Habíamos quedado en desayunar juntos antes de ir, así que, aproximadamente a las 8 de la mañana, ya estabamos juntos.

Se acercó a darme un beso, pero yo me tiré para atrás.  Estaba recién despierta, lo que significaba que aún no me había lavado los dientes y no me gustaba besarlo cuando, probablamente, tenía mal aliento.

- ¿Qué pasa? - cuestinó confundido.

- Es que no me lave los dientes y ya sab.. - no me dejo terminar y me calló con un beso. Me reí por su gesto.

- Ahora si - sonrió.

Después de haberme lavado los dientes, para no negarle ningún beso más, desayunamos.
Aunque Lisandro parecía ser timido ante los demás, cuando tenía confianza, era alguien muy divertido y desayunar, o pasar tiempo con el, era tener risa asegurada.

Treinta minutos antes de las nueve, salimos para la Bombonera. Nos quedaba algo lejos, pero no demasiado así que, llegabamos justo.

- ¡Mirá quien apareció! - gritó Kichan, apenas llegamos, llamando la atención de los que ya estaban. Reí y lo fui a saludar. Me recibió con un abrazo y yo imité su gesto - Pensé que no te iba a ver nunca por acá.

- Lo que hace el amor - mencionó Leo Jara, acercandome a saludar. No pude evitar ponerme colorada. No sé por qué, pero siempre que hablaban de Lisandro y de mi, me ponía colorada o nerviosa, a pesar de que ya todos sabían que estábamos juntos.

- ¡Ay se pone colorada! - apareció de no sé donde el Pipa. Viré los ojos y lo saludé - ¿Todo bien negra?

- Na, ¿vos viste lo que tiene en la muñeca? - señaló Cristian, refiriendose a mi pulsera roja y blanca.

- ¿Cómo la podes traer para acá Lisandro? - ahora era Fer Gago el que habló.

- ¿Todavía les duele? - chicaneé. Perdón, era imposible no hacerlo.

- Golpe bajo, Emilia - soltó el Pipa.

Después de esa pequeña charla con los chicos, salí del medio, porque ya estaba por empezar el entrenamiento y no quería estorbar.

Antes de ir a donde estaban todos, Lisandro vino y me dio un beso. Obviamente, no faltaron las cargadas de los chicos o los silbidos.

• •

- ¿Emi? - escuché atrás mío. Me giré y ahí estaba Gise, la mujer de Fer.

- ¡Gise, hola! ¿Cómo estás?

- Bien, todo bien. ¿Qué haces por acá?

- Vine a acompañar a Licha - dije.

- ¿Están juntos? - preguntó emocionada. Reí ante su euforía y asentí. - ¡Me muero! Me encantan. Entre nos, Lisandro quedó flechado desde la primera vez que te vió.

Sonreí y mire a Lisandro, quien, casualmente, también me miraba. Creo que me muero de amor por este hombre. No miento.

- ¿Y los chicos? - pregunté, cambiando de tema.

Rivales | Licha MagallanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora