EPISTEMOLOGÍAS ARTIFICIALES: Sin Futuro Parte 2

34 1 0
                                    



Un trillón de años después, al borde del límite entrópico*...

Las civilizaciones que aún sobrevivían se unieron a mirar el borde del abismo que estaba delante de ellas y que los devoraría. Pero tenían al Thecnetos, aunque aún dormido. El creador había muerto, pero tenían a su clon epigenético.

Un hondo sonido retumbo, como si el fondo del universo se desfondara toscamente, era la aceleración de la expansión del universo rompiendo los límites del cosmos.

Y de ese fondo venia aceleradamente una nave descomunal y negra, era toda ella una gigantesca y múltiple bomba, diseñada para destruir una ciudad.

Estallaron las sirenas en Amil-Urep, largas columnas de luz se elevaron para ver en la negrura al enemigo. Pero este era un punto lejano a gran altura, el humo que se despeja en torbellinos no dejaba verla, pero esa nave apuntaba al castillo de metal en cuyo centro se armaba al Thecnetos. Pero ¿de dónde venía? ¿Quién la enviaba? ya habían acabado las guerras. Ahora el enemigo era la nada no el hombre. Y no había en todo el cosmos otra especie que la humana. Al saberlo, de la ciudad salieron contingente de naves y armas.

La negra nave ya caía en picada sobre la ciudad aunque a gran altura, era tan grande come el castillo de metal y a cierta altura empezó a desarticularse en diversidad de bombas, radiaciones, venenos químicos y autómatas asesinos que suspendidos en el aire, caían sobre la ciudad, formando una nube oscura aunque lejana, como una lluvia negra que recién se condensara y anhelante buscara caer y morir sobre Amil-Urep. Una mirada de vertiginosas naves salieron de tierra y ya subían a interceptarla y a combatir o chocar con ese enemigo, como una lluvia inversa de violento metal.

Los primeros pilotos se hundieron en esa nube de artefactos y empezaron a atacarlo, era normal que todo ese primer grupo muriera, cosas saltaban sobre ellos desorientando su vuelo y haciéndolos chocar

Pronto se nota que no hay nadie en la nave, la misión era hacer estallar su cargamento, miles de veloces naves la aguijoneaban traspasando esa mortífera cosa en caída libre.

— ¿Quién ataca? —pregunto el pequeño fvogelfit desde la parte trasera de la nave.

—Nadie lo sabe, y no es la primera vez. Acaso el mismo universo ha creado ese enemigo contra nosotros. Es antinatural lo que tratamos de hacer. —Contesto Petrock mientras atravesaba y eludía vertiginosamente ese caos que se desplomaba sobre la ciudad, y haciendo volar todo lo que podía en esa masa cayente.

El cielo sobre Amil -Urep ya era todo fuego y explosiones por la batalla. Había tardado en despegar pero frenéticamente ascendió la afilada nave de Ayazx. Se hundió gritando de viril emoción en esa explosión múltiple destruyendo más que nadie. Pero ningún enemigo murió.

En tierra su hijo que se había negado a subir esperaba inmóvil. A pesar de la defensa miles de artefactos venenosos o explosivos cayeron alrededor de él haciéndolo temblar de miedo. Caían incluso sobre el castillo de metal, la ciudad se hubiera incendiado si no se hubiera quemado ya tantas veces.

Los muertos eran miles, pero el Thecnetos estaba intacto, los daños al castillo de metal se consideraron minúsculos y la ciudad no importaba tanto. Aquella arma de todos modos era primitiva, su tecnología era arcaica y fácil de enfrentar. No hubo prisioneros pues nadie la tripulaba. Fue una pelea a solas. Los soldado sobrevivientes bajaron a sus rutinas, una tenue y lenta lluvia de fragmentos negros de su enemigo ya destruido la acariciaban.

Arriba el cielo era arañado de delgadísimos hilitos luminosos, eran unas pocas armas destruidas fácilmente, abajo se alzaba terrible el Castillo de Metal, en cuyo corazón de hierro se construía al Thecnetos.

T  H  E  C  N  E  T  O  S 2Where stories live. Discover now