VIAJEROS DE LA ETERNIDAD: MECHANICAL ECOLOGY Parte 8

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En el último planeta

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En el último planeta...

Si, un día el Thecnetos envió con su Emisario una rara carta y esta me hizo olvidar la contingencia de los días y de mi vida, pero también me hizo olvidar quien soy o quien era. Si el vacío pudiera estar lleno, lo estaría de ti. Ya no sé qué es más real, pero sé que nada es más importante que la nada que dejaste. Cosa rara, descubrí que las nadas son distinguibles.

La esperanza en algo con mucho poder. Como dije, he visto el nacimiento de números seres humanos. Acaso ahora soy yo el nuevo Emisario de este Thecnetos naufragado.

Todos mis recuerdos de M son conjeturas presentes, imágenes borradas del Emisario, de cosas que ya no ocurren en ningún lado, quizás la conciencia no sea como pensaba antes algo más allá de la 4ta dimensión, sino, algo sin dimensión.

El Thecnetos, mítico e infinito se está agusanando, lo puedo sentir. En él, nació un día un guerrero, fuerte y sólido. Cálido y bueno, pario además toda una humanidad, pero ahora el Thecnetos quedo estéril, y no termina de morirse. El atardecer final del cosmos siempre está a mis espaldas; un cosmos que ya no me importa. La noche pensaba en ti, tu mirada inocente y tus fuertes formas como las de una ladera rocosa, en tu mirada terrible como esas cordilleras filosas que pelean día y noche con las tormentas, en tus ojos estaba todo el salvajismo y belleza de esas tierras heladas, que ningún hombre recorrió. Pero en ellas, dormido y tan solo como yo ahora, habita es mirada. Debo decirte quien soy y debes saber quién eres, antes de que seas, como el mundo, un pensamiento desvaneciéndose en este extenso horizonte del olvido, que llamamos último planeta.

Caminar y caminar y en eso el paisaje mostró un asombroso espectáculo. Un fragmento del planeta se había dado vuelta, de alguna manera había explotado algo en el fondo geológico del Thecnetos y un gran trozo del último planeta había quedado boca arriba. Entre a explorarlo. El Thecnetos no solo se apagaba también se fragmentaba, algunos trozos grandes de corteza ya se elevaban y se hundían lentamente más allá de la atmosfera y otros flotaban en lo alto retenidos por hilos precarios que los anclaban aún a la tierra. Por esa superficie ampulosa de retorcida maquinaria camine y vi miles de esos parásitos mecánicos que había visto antes vivos dentro del avernus. Por entre esa polvorienta masacre de animales artificiales vi miles de cuerpos muertos y encontré por primera vez a Thalos devorando el cadáver metálico de uno de sus semejantes, como un sórdido caníbal artificial.

Supe de inmediato que era uno de esos seres que evolucionaron en las entrañas artificiales del mundo. De algún modo este no había muerto una vez muerta la máquina que parasitaba.

Se ocultó al verme y quizás planeaba algo taimado contra mí. Pero luego como un perro empezó a seguirme.

Caminando como un agotado enamorado me deje seguir por ese insecto mecánico.

Algo que no sabía antes empezó ahí, antes había detestado la presencia de "los otros", me daban incluso pánico.

Sin embargo ya estaba enfermo de humanidad y me sentí curiosidad y un anhelo de contacto con aquel raro ser. Me parecía incompresible el deseo de ser acompañado por un ser tan amorfo, tan abiótico como aquel parásito artificial. Tal es la soledad.

Deje que me siguiera e incluso, aunque siempre estábamos lejos uno del otro, evite perderlo de vista. Hasta ese punto había llegado mi degeneración. Disfrutaba de su existencia paralela a la mía. Acaso yo ya no era afín a la calmada soledad que una vez disfrute.

Thalos, desconfiado había logrado sobrevivir a la muerte de su especie canibalizando los cadáveres de sus congéneres. Yo no necesitaba hacer eso. Dado mi vínculo minúsculo con el más alto corazón del Thecnetos no moría, vinculo que nunca llegue a entender sino hasta el fin.

— ¿Dónde estoy? —pregunto en su lenguaje. El mundo de la superficie era ajeno y desconocido para él. No comprendí. Su lenguaje no estaba hecho de sonidos. Pero no hacía falta hablar así que no me importo la falta de comunicación. Pero solo por un tiempo. Lo llame Thalos.

Nunca supe si venia de las profundidades del último planeta o de las profundidades de mí mismo. 

T  H  E  C  N  E  T  O  S 2Where stories live. Discover now