29. Pescando

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Después de haber vivido casi toda su vida sola, Catalina no estaba acostumbrada a la compañía de nadie, y mucho menos de un hombre tan atento y guapo como Tony. Debía reconocer que en principio era un poco incómodo, como aquello de tener que vestirse en su sala después de saber que había estado desnuda e inconsciente frente a él. Pero poco a poco se había convertido en una situación agradable.

Primero estaba el hecho de que había llegado como caballero medieval y la había rescatado de una segura y dolorosa muerte. Después la había llevado a casa, se había encargado de mantenerla caliente, evitando que enfermara por hipotermia. La había alimentado, y lo que más adorable, se había encargado de que su gatito estuviese con ella. La noche había sido tranquila, le había preparado una habitación, muy cómoda, justo al lado de la chimenea para que estuviese lo suficientemente caliente. Black se sentía a gusto en casa de Tony, caso como en la suya propia. Era extraño Black siempre había sido tímido y un poco asocial, pero la energía de Tony le agradaba y eso para Catalina era un buen indicativo de la clase de persona que era su vecino. Hasta el momento la vida los había puesto a los dos en el mismo sitio, aunque en situaciones diferentes. Pero se estaba empezando a formar una bonita relación de amistad con él.

Catalina se sentía confusa respecto a sus sentimientos, Tony le hacía pensar inconscientemente en escenarios que en la actual situación no debería pensar. Pero cada momento que pasaba tejía sobre ella una especie de vínculo con Tony, que verdaderamente le gustaba. Nunca antes se había sentido tan a gusto con ninguna persona. Ni siquiera con los hombres con los que había formado relaciones sentimentales.

Tony despertó temprano al día siguiente, le preparó el desayuno y la despertó suavemente con una leve caricia en el rostro. Aunque Catalina hubiese querido que fuese con un gesto más íntimo, aquella simple y pequeña caricia le agradó en demasía. Tony le pidió que se levantara a desayunar con él. Y así lo hicieron, tomaron el desayuno, juntos. Después Tony la acompaño hasta su cabaña para dejar a Black y para que ella cambiara su ropa.

Tan pronto estuvo cambiada y bien abrigada, la tomó de la mano, junto con la pequeña canasta que había llevado desde su casa y se dirigió al embarcadero con ella tomada de su mano. Catalina al principio se tenso al percatarse de su destino.

- Tranquila, solo deseo enseñarte como se hace. Para que en un futuro no vuelvas a cometer los mismos errores y puedas disfrutar de un tranquilo día en el lago.

La temperatura fue perfecta, en medio del invierno fue un día soleado. El brillo del sol bailaba mágicamente sobre las olas de lago, lanzando hermosos y brillantes reflejos sobre el agua. El olor a limpio, naturaleza y sol, era totalmente relajante, tanto, que Catalina dejo sus temores aparcados y se decidió a aprender. Tony tomó posición en medio del bote y agarró los dos remos ubicándolos a cada lado. Cat se sentó frente a él, observándolo remar fácil y tranquilamente, como si el esfuerzo que debía imponer por la fricción del agua fuese nimio, explicándole como conducir el bote hacia la dirección que ella quisiera llevarlo.

Fue hermoso, placido y tranquilo el corto viaje hasta el centro del lago. En esta ocasión no estaba cansada, sudada, ni temerosa. Con Tony a su lado se sentía segura, y a salvo. Tony sacó una caña de pescar del fondo del bote, abrió la canasta que había traído y le ofreció un libro de una una novela terror que ya iba por la mitad de la lectura. Ató la carnada a la caña y la lanzó al agua, para luego sentarse tranquilamente en el bote con la caña entre las manos.

- Y bien. – Dijo Tony. – Estoy esperando.

- ¿Esperando a que? – pregunto Cat.

- A que empieces a leer la novela donde la he dejado. Ah pero eso si, en un tono de voz no alto, para que no espantes a los peces. De lo contrario no tendremos almuerzo.

Ella le sonrió, estaba a punto de empezar la lectura en el ambiente tan relajado que la rodeaba cuando recordó sus obligaciones.

- ¡Hoy debía ayudar a Christine!. ¡No le he avisado que no iré!

- Tranquila, esta mañana temprano le informen que lo que había ocurrido ayer y le dije que pensaba traerte a pescar.

- Oh. ¿Y que te dijo?

- Que le parecía una maravillosa idea, para evitar que le tuvieses temor al lago.

Ella sonrió de nuevo.

- ¿Así que ahora confabulas con mi amiga a escondidas?

- Si, ya empieza, quiero saber que ha pasado con el asesino.

- De acuerdo, pero no te quejes si empiezo a hacer preguntas acerca de la novela.

Pasaron una mañana agradable y tranquila en el lago. Cómodos el uno con el otro, como dos persona que se conocen de toda una vida. La voz dulce de Catalina y la intensidad con que narraba la historia les hizo a los dos tener imágenes vividas de lo ocurrido en la historia, tanto que se abstrajeron en la misma y no se percataron del par de horas que permanecieron allí. Tony no pesco nada, lo cual fue motivo de constantes burlas por parte de Catalina, a las cuales Tony aguantó estoicamente. Pero el momento fue muy agradable. Finalmente tomaron el almuerzo sobre el mismo bote, con lo que había puesto Tony en la canasta, lo cual consistía en un par de sándwiches, bebidas frías y un postre de chocolate. Para luego regresar de nuevo a la orilla y cada uno a sus tareas. 

DESEOS CUMPLIDOS |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora